Autores como Voltaire, leídos en diferentes etapas de la historia, siempre han tenido nuevos mensajes que dar a sus lectores. Protagonista de una etapa trascendental en la construcción del pensamiento moderno, a través de una infinidad de escritos, releído a la luz del siglo XXI, mueve las células más sensibles, para incomodarnos o regodearnos con sus punzantes juicios.
En lo personal me resulta grato el Voltaire cuentista, o más cumplidamente, el Voltaire novelista, que empieza estos géneros con una broma literaria para su amada Madame de Châtelet, de donde probablemente sale su primer cuento, El sueño de Platón.
Voltaire imagina un sueño de Platón, en el que el Dios Creador, el gran Demiurgo, después de haber organizado el universo, les concede a sus discípulos crear los planetas. A Demogorgón le toca el pedazo de barro llamado tierra, y en su obra maestra se propuso dejar a un lado la envidia y demás bajezas del espíritu. Otro genio, muy dado a las bromas pesadas, le dice:
La verdad es que no habéis hecho muy bien; habéis separado vuestro mundo en dos y habéis puesto un gran espacio de agua entre los dos hemisferios, con el fin de que no haya comunicación entre ambos. Se van a helar de frío en vuestros dos polos y se morirán de calor en vuestra línea equinoccial. Habéis establecido prudentemente grandes desiertos de arena con objeto de que los viajeros pudieran morir allí de hambre y de sed… Por otra parte, me parece que habéis formado una treintena de especies de monos, muchas más especies de perros y solamente cuatro o cinco razas de hombres; claro está que habéis dado a este último animal lo que vos llamáis la razón; pero, en conciencia, esta razón no puede ser más ridícula y está demasiado cerca de la locura. Me parece además que no habéis tratado muy bien a ese animal de dos pies, puesto que le habéis dado tantos enemigos y tan poca defensa, tantas enfermedades y tan pocos remedios, tantas pasiones y tan poco juicio. Por lo visto no queréis que queden muchos animales de éstos sobre la tierra; porque, sin contar los peligros a los que les exponéis, lo habéis dispuesto todo de tal manera que un día las viruelas arrebatarán todos los años regularmente la décima parte de esta especie, y que el gálico envenenará las fuentes de la vida en las nueve partes restantes; y como si aún todo esto no bastara, habéis ordenado las cosas de tal manera que la mitad de los supervivientes se ocupará en litigar, y la otra mitad en matarse; sin duda alguna os quedarán muy agradecidos, lo cierto es que habéis hecho una verdadera obra de arte.
Demogorgón se ruborizó; comprendía perfectamente que había mal moral y mal físico; pero afirmaba que había más bien que mal. «Es fácil criticar -dijo-; pero, ¿creéis que es tan fácil hacer un animal que sea siempre razonable, que sea libre y que no abuse nunca de su libertad? ¿Creéis que cuando hay que hacer que se propaguen nueve a diez mil plantas es tan fácil impedir que algunas de estas plantas tengan las cualidades nocivas? ¿Os imagináis que con cierta cantidad de agua, de arena, de barro y de fuego es posible no tener ni mares ni desiertos?»
La discusión continuó. Los hacedores de los planetas se criticaron mutuamente y nunca se pusieron de acuerdo. Por fin, el eterno Demiurgo impuso silencio a todos: «Habéis hecho -les dijo- cosas buenas y malas, porque tenéis mucha inteligencia y sois imperfectos; vuestras obras durarán solamente unos centenares de millones de años; luego, cuando seáis más instruidos, lo haréis mejor: sólo a mí me corresponde hacer cosas perfectas e inmortales.» He ahí lo que Platón enseñaba a sus discípulos. “Cuando dejó de hablar, uno de ellos le dijo: Y luego os despertasteis”.
En otro cuento, Memnón o la cordura humana, Voltaire ilustra cómo a Memnón, que por la mañana se había propuesto ser un hombre cuerdo, no le había ido menos mal que a Cándido; pues antes de la noche había sido engañado y robado por una bella dama, se había embriagado, había jugado, había tenido una disputa, había perdido un ojo, y había ido a la corte, donde se habían burlado de él. Entonces, Memnón dialoga con un “genio bueno” del universo, a quien le reclama que “ciertos poetas y ciertos filósofos se equivocan por completo al decir que todo va bien”.
“No, tienen muchísima razón”, dijo el filósofo de las alturas, si consideran la disposición del universo entero.
En suma, Voltaire, al menos en el pasado cuento de Cándido que he narrado, y en estos de El sueño de Platón y Memnón o la cordura humana, juega con el cuestionamiento de que si en el firmamento existe un orden perfecto de las cosas por qué en las sociedades y en cada uno de sus mortales hay desorden, maldad e infelicidad, así como un largo etcétera de
desgracias.
@loalar00
Fuente: http://www.oem.com.mx/diariodexalapa/notas/n3860195.htm
1° de julio de 2015. MEXICO