Voces de la pampa

Un variado y heterodoxo menú presentan los nuevos libros de la colección Pampa Aru de editorial Las Cuarenta. Diálogos con Heidegger y Gadamer, la impronta de Carlos Astrada en la filosofía argentina, los usos metafísicos de Borges y un audaz repaso del derrotero de Ceferino Namuncurá, beatificado en 2007 pero mucho antes apropiado y abusado por la civilización occidental y cristiana.
La colección Pampa Aru (“voz o palabra de las pampas” en aymara) de editorial Las Cuarenta invita al pensamiento y el debate en torno de la historia de las ideas en la Argentina a partir de un conjunto de textos entre cuyos autores se encuentran Carlos Astrada, Rodolfo Kusch y Ezequiel Martínez Estrada, entre otros. Ahora se presentan tres nuevos títulos; la figura de Astrada reaparece en uno de ellos, Valores blasfemos, en la medida en que se trata de “diálogos con Heidegger y Gadamer” llevados a cabo por Ricardo Maliandi y Graciela Fernández, en los que tanto Martin Heidegger (en su encuentro con un joven Maliandi en la tarde del 25 de marzo de 1963 en Heidelberg, Alemania) como Hans-Georg Gadamer (veinticinco años más tarde), recordarán a Carlos Astrada y el Congreso Nacional de Filosofía de 1949, en Mendoza. Maliandi (filósofo y escritor argentino, especialista en axiología y fundamentación de la ética) comenta que los ecos del congreso del ‘49 resonaban aún en Heidegger, aunque no asistió, según versiones, “porque los organizadores se negaron a dedicar una sesión especial para discutir su filosofía”. Sin embargo, aparece también la hipótesis según la cual a Heidegger no le gustaba viajar a congresos debido a que no entendía otro idioma que el alemán, además de su conocimiento del griego y el latín. En una de las conversaciones con Gadamer (discípulo de Heidegger), el hermeneuta y autor de Verdad y Método responde una a una las preguntas que Graciela Fernández y Ricardo Maliandi dejaran anotadas en una hoja sobre la mesa de estudio del filósofo: “Yo llevaba en mi bolso un papel con un cuestionario, que no me atreví a formular, para no interrumpir los recorridos de la conversación”, escribe Fernández. El papel quedó sobre la mesa, “tres semanas después, en mi casa, recibo un sobre escrito a máquina” con las respuestas de Gadamer.

El relato del encuentro de un estudiante con un gran filósofo como Heidegger y la genuina hospitalidad de un Gadamer nonagenario enriquecen las entrevistas, de un tono mucho más técnico. Ahora bien, la conversación con Heidegger es sólo relatada; en cambio, las dos conversaciones con Gadamer cierran el volumen (que también incluye otros textos).

Borges y los senderos de la filosofía, de Edgardo Gutiérrez (que ya contaba con una edición en Altamira) comienza con un epígrafe de Pascal que condiciona el modo en que esos senderos filosóficos serán recorridos en la obra de Borges: Burlarse de la filosofía es en verdad filosofar. Según Gutiérrez, “la consideración por parte de Borges de la filosofía con fines estéticos, y el uso indiscriminado (¿blasfematorio?, ¿irrespetuoso?) de sus sistemas, doctrinas, argumentos y escuelas, para la invención de parodias, constituye una auténtica superación de la metafísica a la manera borgeana”. El lenguaje, la verdad, lo real y lo imaginario, el infinito y los mundos posibles son discutidos en los textos de Borges al mismo tiempo que la deconstrucción, la hermenéutica, la obra de Nietzsche y de Macedonio Fernández.

Se destaca el trabajo de Guillermo David en El indio deseado, cuyo subtítulo reza “del dios pampa al santito gay”, una historia que repasa la vida de Calfucurá, su hijo Manuel Namuncurá y su nieto Ceferino, recientemente beatificado por Ratzinger en 2007. ¿Qué significa la beatificación del joven mapuche que llegó a conversar con Pío X en Roma? El exterminio de ese otro –el pueblo mapuche– representado antes por el abuelo del “santito gay”, el cacique Calfucurá (que les complicó la vida a los cristianos, a los que les hizo la guerra durante años con el ejercicio de su soberanía en los desiertos patagónicos, desde la cordillera hasta las costas del océano), sólo se cumple cuando se absorbe definitivamente al diferente, destruyendo su identidad a partir –paradójicamente– de una “canonización”. La destrucción de esa identidad (Ceferino se llamó antes Morales, y no se sabe realmente cuál fue su nombre en su primera infancia) comienza con la apropiación del niño por parte del prelado salesiano, Giovanni Cagliero. El salesiano aparece en una foto de 1898, entre el niño y su padre, Manuel Namuncurá, cacique mapuche derrotado y devenido coronel del ejército argentino. Cagliero toma de la mano al niño, Guillermo David anota: “Nótese la tristeza eminente del cacique y sobre todo de Ceferino, separado de su padre, junto al futuro cardenal, que lo mantiene asido con perentoriedad de la mano”. Nueve o diez años más tarde, otra fotografía muestra nuevamente a Ceferino “en manos” del ahora cardenal Cagliero. Guillermo David describe “el modo como el cura envuelve con su mano adiposa los dedos del muchacho en un apretón forzado (..), notable emblema de la posesión, de la sujeción del cuerpo de ese otro, de ese enemigo derrotado a domesticar por la institución eclesiástica, que connota una relación de intimidad. Ceferino ya no es un niño sobre el cual resultase lícito el gesto protector de ser llevado de la mano; acaso se trate de un vínculo de otro tipo el que une a quien ha hecho del muchacho objeto de su política de apropiación espiritual y física”.

Escrito con la intensidad propia de una “hagiografía gay” en la estela del San Foucault de David Halperín, el libro de Guillermo David es tanto un texto de historia (muy bien narrada) como un polémico tratado de resistencia política y cultural.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-3531-2009-08-16.html

ARGENTINA. 16 de agosto de 2009

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