Referente obligado del humanista contemporáneo, Umberto Eco celebra hoy sus setenta y cinco años, cargados de un sólido interés por cultivar una cultura integral, ésa a la que los clásicos consideraban universal.
Setenta y cinco años ya desde que Eco, el cinco de enero de 1932, conoció su tierra natal, Alessandria, Piamonte, en su bienamada Italia. Se encaminó a la literatura y se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín con la disertación “El problema estético en Santo Tomás de Aquino”, en 1956. Mas la multiplicidad de disciplinas en las que prontamente incursionó lo acercaron a los estudios humanísticos, a la consideración de múltiples perspectivas.
Así, cofundó en 1969 la Asociación Internacional de Semiótica y, el 8 de febrero de 2000, fundó la Escuela Superior de Estudios Humanísticos de Bolonia –también conocida como la Superescuela, ciudad en la que desde 1971 lidera la cátedra de Semiótica de la Universidad de Bolonia.
Considerado uno de los autores más leídos en el mundo, Eco tiene en su haber numerosas condecoraciones, destacando entre ellas el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades –por votación unánime- y su nombramiento como caballero de la Legión de Honor francesa. Asimismo, es miembro del Foro de Sabios de la Mesa del Consejo Ejecutivo de la UNESCO y Doctor Honoris Causa por más de treinta universidades.
No es sino hasta la aparición de El nombre de la rosa, en 1980, que este afamado semiólogo y crítico literario adquirió renombre. Empero, ambos aspectos, su dedicación a la práctica de la escrituramas también su labor como teórico, se complementan: como se aprecia en sus novelas, establecen una armónica simbiosis.
El novelista
Bastará con recordar el éxito de su primera novela, El nombre de la rosa, para adentrarnos en esta faceta de Eco, pues la versión cinematográfica de la obra –a cargo del director francés Jean-Jacques Annaud- se equiparó en popularidad con las ventas del best seller.
Sin embargo, su tino editorial no se limita a su primera novela. En 1989, un año después de que apareciera su segunda novela, El péndulo de Foucault, la revista Time denominó el furor tras la lectura de Umberto Eco como la Ecomanía (Time, marzo de 1989).
Posteriormente, en 1994, publica La isla del día de antes, con inminentes tintes filosóficos, y retomando su fascinación por la Edad Media que había tratado en El nombre de la rosa, ambientó su cuarta obra, Baudolino (2000) en dicha época.
Hace un par de años, reapereció en el mercado editorial con La misteriosa llama de la reina Loana (2004).
Cabe señalar que, desde su primera novela, la narrativa de Umberto Eco se ha caracterizado por una inquisitiva mirada al conocimiento en sus diversas modalidades. Tratando preocupaciones filosóficas e históricas, sus obras reflejan de forma contundente y sin tapujos la amplia gama de conocimientos que su completa formación le ha dado. Y es que en sus obras el lector se encuentre frente a todo; ¿qué es ese todo?: desde una aventura policiaca y/o detectivesca, hasta un completo análisis de la locura y la sabiduría en la Historia, como en el caso de El péndulo de Foucault, o una revaloración de la Humanidad en La misteriosa llama de la reina Loana.
El teórico
Si bien son sus novelas las que lo han dotado de una fama mundial, sus estudios en el campo de la semiótica, la filosofía y la lingüística no son menos importantes.
Igualmente extensa, su labor ensayística es verdaderamente sorprendente.
En el periodo comprendido entre 1962 y 1965, fungió como profesor agregado de Estética, primero en la Universidad de Turín y después en la de Milán. En estos años, publicó su estudio sobre el arte contemporáneo Obra abierta (1962), al que le siguieron Diario mínimo (1963), y Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965).
Posteriormente, llegaron sus primeras obras sobre semiótica, como La estructura ausente, La forma y el contenido y El signo (1973) y, en 1975 publicó Tratado de semiótica general, cuyo objetivo es definir los límites de la semiótica como disciplina, así como señalar su terminología y campo de estudio. Sobresalen también Lector in fabula (1979), Semiótica y filosofía del lenguaje (1984), Los límites de la interpretación (1990), y Seis paseos por los bosques narrativos.
Algunas obras
• La estructura ausente
• La forma y el contenido
• El signo
• Tratado de semiótica general
• El nombre de la rosa
• La isla del día de antes
• El péndulo de Foucault
• La misteriosa llama de la reina Loana
• Seis paseos por los bosques narrativos
http://www.milenio.com/monterrey/milenio/nota.asp?id=473269