NO HE PODIDO comenzar el curso a principios de enero, como solía hacer. He estado enfermo, realmente enfermo. Circularon rumores de que alteré las fechas para librarme de una parte de mi auditorio. No, no, estaba realmente enfermo. Y por consiguiente les pido que me perdonen. Advierto, además, que el cambio no resolvió el problema de la cantidad de asientos. ¿La otra sala no está abierta?… Así comenzaba Michel Foucault (1926-1984) el último ciclo docente y filosófico de su vida.
Por eso, entre todos sus seminarios dictados en el Collège de France, éste es merecedor de una atención especial. La primera clase que registra El coraje de la verdad corresponde al 1º de febrero de 1984. La última, al 28 de marzo del mismo año. El 25 de junio muere Foucault, antes de que transcurran tres meses.
Frédéric Gros, profesor de filosofía política en la Universidad de París XII, es el autor de un esclarecedor texto que lleva el título de “Situación del curso”, incluido en El coraje de la verdad a modo de epílogo, donde se explicitan algunas circunstancias personales e intelectuales relevantes para comprender el último seminario del gran pensador francés. Entre esos elementos significativos surge la única pregunta que al parecer Foucault hacía por entonces a sus médicos: “¿Cuánto tiempo me queda?”. Es inevitable el recorrer con cierta unción y sentido de autenticidad estas páginas. Son las palabras de alguien que siente la cercanía de la muerte.
A vía de ejemplo, el desarrollo de la noción de “parrhesía”, el “decir veraz” y sus variantes, forma parte medular de las páginas de este volumen. “Decir todo, decir cualquier cosa, decir lo que a uno se le ocurre”, sería una de sus formulaciones negativas. En cambio, “decir la verdad sin disimulo, ni reserva, ni cláusula de estilo, ni ornamento que pueda cifrarla o enmascararla”, sería otra acepción, mucho más positiva, de la “parrhesía”. De ahí que el análisis de Foucault conduzca naturalmente a Sócrates y a un vasto panorama de la filosofía antigua, que incluye a una escuela poco visitada, acaso marginal, pero ineludible: los cínicos. Claro que ello no le impide reflexionar sobre los epicúreos, estoicos y escépticos, o incluso mostrar qué lejos se está de haber dicho la última palabra sobre varios diálogos inmortales de Platón.
Mención aparte merecen las interpretaciones de Foucault sobre las últimas palabras de Sócrates: “Critón, debemos un gallo a Asclepio. Paga mi deuda, no lo olvides”. Ofrendar un gallo a esa deidad era un acto frecuente en quienes se recuperaban de algún problema de salud. De ahí que muchos estudiosos entendiesen pertinente entender la frase como el haberse curado de las fiebres de la vida. Otra lectura, más profunda, es la de Nietzsche: si Sócrates en su hora postrera pide ofrecer un gallo a Asclepio es porque se le ha escapado un secreto: en realidad no había querido la vida, en lo más íntimo. Habría allí una contradicción, según Nietzsche, entre el valeroso soldado y ciudadano que había sido Sócrates, y el que se confiesa en un momento de debilidad.
Pero Foucault, empieza por sugerir que la enfermedad de la que se libran Sócrates, Critón y sus discípulos, es la de las opiniones infundadas y la de separar el decir veraz de las conductas concretas que lo sostengan. Por algo Sócrates se había negado a escapar, como querían al principio sus discípulos, de la condena a la muerte: lo importante era enfrentarla y quedarse para respaldar los dichos. Se trata del capítulo dedicado a la clase del 15 de febrero y sólo ese refinamiento analítico y erudito justificaría salir corriendo a conseguir el libro.
EL CORAJE DE LA VERDAD. EL GOBIERNO DE SÍ Y DE LOS OTROS II, de Michel Foucault. Fondo de Cultura Económica, 2010. Buenos Aires, 401 págs. Distribuye Gussi.
Fuente: http://www.elpais.com.uy/suplemento/cultural/ultimas-palabras/cultural_614948_111230.html
URUGUAY. 30 de diciembre de 2011