Emilio Alarcos Llorach, Gustavo Bueno y Torcuato Fernández Miranda, tres profesores que dejaron huella, centran la jornada de La Granda
E. CAMPO
La Granda (Gozón),
Su paso por la Universidad de Oviedo dejó huella entre compañeros y discípulos, y sus nombres brillan con intemporalidad en el mundo académico. Emilio Alarcos Llorach, Gustavo Bueno y Torcuato Fernández Miranda fueron los protagonistas ayer de los cursos de verano de La Granda, donde fueron glosados por Salvador Gutiérrez, Alberto Hidalgo y Fernando Suárez, respectivamente. Con ellos se puso el punto y final al curso que La Granda dedicó al IV Centenario de la Universidad de Oviedo, para dar paso hoy a un seminario sobre el XXX Aniversario de la Fundación Escuela Asturiana de Estudios Hispánicos, entidad organizadora de los cursos.
Le tocó abrir fuego ayer al ex ministro Fernando Suárez que, en calidad de amigo que fue de Torcuato Fernández Miranda, pudo contar de primera mano muchos detalles de la trayectoria del gijonés que llevó las riendas de la Transición española. Fernández Miranda antes que político fue profesor, y como rector de la Universidad de Oviedo, organizó el centenario de Clarín, que supuso un «acontecimiento cultural», según explicó Fernando Suárez. «Su conferencia produjo un impacto extraordinario en la sociedad ovetense de la época», indicó, y eso fue porque el rector se negó a condenarlo «por volteriano» y ponderó su genialidad.
Al margen de su paso por Oviedo, Fernández Miranda fue profesor de Derecho Político del futuro rey Don Juan Carlos, y entabló así una relación que duró toda su vida, y que fue fundamental para explicar su papel en la Transición. En 1969 intervino en la redacción del discurso de aceptación de la corona por parte de Don Juan Carlos. A la muerte de Carrero Blanco fue uno de los principales candidatos a sucederle en la presidencia del Gobierno. «La razón por la que no lo fue es que era un solitario en la política», señaló Fernando Suárez. Sin embargo el cargo que sí ocupó fue el de presidente de las Cortes. «Fernández Miranda diseñó la operación histórica de transformar un régimen político a través de leyes e instituciones, con precisión de relojero».
A continuación tomó la palabra Salvador Gutiérrez, académico de la Lengua y profesor de la Universidad de León, que glosó a Emilio Alarcos Llorach con un testigo de excepción entre el público: su hermano, Luis Alarcos Llorach. Gutiérrez expuso lo importante que fueron para el profesor su paso por Berna y Basilea, donde entró en contacto con las nuevas teorías lingüísticas. «Hizo una síntesis de las teorías fonológicas totalmente desconocidas en España», indicó el ponente. Junto a José María Martínez Cachero la revista «Archivum», «que se convirtió en un faro con gran aceptación en el ámbito de la filología», según el ponente.
Un «hito» fue el discurso inaugural del curso académico que realizó Emilio Alarcos Llorach en 1955. «Pudo haber elegido un tema de gramática o de filología clásica, pero eligió un tema arriesgado por lo novedoso y por las connotaciones políticas: Blas de Otero», relató Salvador Gutiérrez. Finalmente en 1972 fue nombrado miembro de número de la Real Academia Española de la Lengua, que en 1983 le encargaría una nueva gramática. Se retiró a los 65 años, «una triste pérdida para la Universidad de Oviedo». Como profesor, dijo Gutiérrez, fue «sabio, exacto, claro, perfecto y liberal hasta los tuétanos».
El último «monográfico» del día estuvo dedicado al filósofo Gustavo Bueno, una ponencia que le correspondió a Alberto Hidalgo, profesor de la Universidad de Oviedo. Su exposición se centró en la relación de Bueno con la Universidad de Oviedo, que duró desde 1960, en que sacó la cátedra, hasta 1998, por su jubilación forzosa. «Como profesor era una máquina de generar entusiasmo», describió Hidalgo, que se refirió también a su labor organizadora del departamento de Filosofía, que prácticamente no existía. «Se formó la biblioteca del seminario, espléndida, que posibilitó la expansión del departamento en tres facultades: Filosofía, Psicología y Ciencias de la Educación».
Alberto Hidalgo aseguró que, como investigador, Gustavo Bueno aplicó la lógica matemática, afín al materialismo constructivista, con cinco doctrinas básicas: la ontología materialista, la teoría del cierre categorial, la teoría antropológica centrada sobre la idea de espacio antropológico, la filosofía de la religión y sus aportaciones a la teoría política en la que el hombre, como ser social, canaliza su dimensión básicamente estatal.
«Gustavo Bueno es un escritor prolífico, con más de 30 libros y de 200 artículos; cumplirá 84 años el 1 de septiembre y produce un libro al año», glosó el ponente que, por último, se refirió a su papel como «agitador social de conciencias». Hidalgo hizo notar que Bueno era heredero de la tradición socrática hasta sus últimas consecuencias. «Es un personaje controvertido, y utiliza la provocación como instrumento de filosofía, reivindicando sus orígenes: también Sócrates provocaba de igual modo a los atenienses». Las diferencias acaban aquí, porque a Sócrates los atenienses acabaron condenándolo a muerte.
Fuente: http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008082800_36_670033__Aviles-Trio-ases-Universidad