En la primera línea de un gobierno, la lógica política acaba llevando más lejos que la competencia técnica.
Cómo sería un gobierno de filósofos y literatos? ¿Más pragmático que otro de ingenieros y economistas, más eficiente, más creativo? ¿Y un gabinete integrado sólo por políticos profesionales? A la hora de formar su equipo de confianza, los presidentes suelen buscar el equilibrio entre los expertos, que personifican el saber científico y objetivo, y los políticos de carrera, a los que se les presume una mayor flexibilidad a la hora de enfocar los problemas y plantear soluciones.
En el día a día de un gobierno, el olfato político es a menudo más importante que la competencia técnica, pero los expertos tienen unas credenciales ante la sociedad que les permiten justificar decisiones impopulares. En cierto modo, ser científico ya es un triunfo en sí mismo. Por eso los presidentes recurren a los técnicos cuando se trata de adoptar políticas arriesgadas, subraya el catedrático de Filosofía Política y Social Daniel Innerarity.
En el “gobierno de los mejores” que anunció Artur Mas, la mitad de los consellers son políticos de carrera, y en la otra mitad algunos tienen un conocimiento más técnico, sin vocación política, algo que sin duda intervendrá en su forma de encarar los problemas. “La política no es en sí misma una competencia muy específica, de ahí que los políticos puedan desempeñar cargos de perfil muy distinto, pero sí presupone la capacidad de tomar decisiones incluso en situaciones de incertidumbre, cuando no es posible disponer de todos los datos para ponderar las distintas variables. Las decisiones políticas son de razón insuficiente”, añade Innerarity, que sostiene que la competencia técnica –saber mucho de economía o de política internacional– no es tan relevante como el factor personal, el olfato político.
Desde luego, no son cualidades excluyentes. En parlamentos y gobiernos la vocación política se complementa en muchos casos con una buena preparación técnica. Pero el político debe tener capacidad de diálogo, voluntad de tejer alianzas, lo que implica ceder y admitir que un problema puede tener soluciones a la propia. “El político no tiene una formación específica, sí debe tener vocación y puede aprovechar su formación técnica o científica, pero ante todo debe tener referencias culturales amplias y heterogéneas y una posición ética –apunta el psicoanalista Miquel Bassols, de la escuela lacaniana–. No hay peor política que conformar un gobierno exclusivamente de técnicos”, concluye.
Bassols también alerta de los “efectos nocivos de la tecno-ciencia en la política”, en el sentido de que la asesoría científica se utilice para justificar decisiones políticas. “La ciencia suministra los datos, las estadísticas necesarias para tomar decisiones complicadas de defender ante la opinión pública, y no es algo nuevo, es una dinámica que se viene registrando desde el fin dela Segunda Guerra Mundial”, subraya.
Con una mente creativa se puede llegar tan lejos o más que con el conocimiento científico. Las personas que poseen un pensamiento creativo no tienen miedo a elegir una dirección distinta a la que está establecida, y teniendo la misma información que los demás, son capaces de apostar por una solución propia. Inteligencia y creatividad, otro binomio que funciona: se puede tener una memoria operativa potente, que permite trabajar con un montón de datos a la vez, y ser capaz de percibir la realidad de forma distinta a la mayoría. No hay que olvidar que la inteligencia se alimenta de dudas, que a su vez alientan la curiosidad y las ganas de cambiar las cosas.
Por encima de la exactitud y la precisión de los técnicos, en una dimensión en la que lo probable y lo improbable se entrecruzan, la filosofía, la psicología, la sociología, la historia y en general las humanidades desarrollan un conocimiento con capacidad de enfrentarse a problemas genéricos, muy abstractos. “La mayoría de la gente que se dedica a la política son licenciados en derecho y económicas, un saber que les hace competentes peritos para resolver problemas ya establecidos –valora Daniel Innerarity–, pero un licenciado en filosofía –perfil poco habitual en un gobierno– no se contenta con aceptar los problemas tal y como se presentan, sino que los identifica y los reformula. Una formación humanística amplia confiere una inteligencia crítica muy valiosa.
¿Cómo debe ser, entonces, un “gobierno de los mejores”? El propio presidente de la Generalitat dio algunas pistas de por dónde debía ir su gabinete, cuando le daba vueltas a los nombres con los que quería contar. Los mejores son los más capacitados, los que tienen más experiencia y están más preparados, dijo.
Artur Mas no fue más allá, salvo puntualizar un imponderable: los “mejores” serían también aquellos que estuvieran dispuestos a ser consellers. El ejercicio de la política está sometido a un escrutinio diario por parte de los medios de comunicación, que hace que se sientan vigilados, advierte Innerarity, lo que comporta “un cierto acartonamiento en su lenguaje y su forma de comportarse”.
Fuente: http://www.lavanguardia.es/politica/20110227/54120341965/todas-las-caras-del-poder.html
SPAIN. 26 de febrero de 2011