Jeff Nichols plantea la posibilidad de que la enfermedad (mental) sea un rasgo exacerbado de la personalidad · Michael Shannon se inspira en un ser atormentado.

Michael Shannon empieza a dudar de su percepción de la realidad en esta cinta de carácter filosófico.
No es precisamente un secreto el que una gran parte de los filósofos adviertan (y de lejos) que todos y cada uno de los seres humanos siguen dos caminos durante su existencia: el de la naturaleza y lo físico, o el de lo divino. Hace casi un año, a muchos cinéfilos les hubiese gustado mirar dentro de la cabeza de Terrence Malick, al comprobar, que efectivamente, ese juicio moral le había reportado la Palma de Oro en Cannes. Muy probablemente, y al parecer de muchos, por su mente no debió de pasar otra cosa que el típico ¿por qué a mí? De ser así, ya acercándonos bastante a El árbol de la vida, su trasfondo podría haber sido ignorado por muchos, pero sólo esquivado por su artífice. El que Malick obvie el mensaje de su obra cumbre puede dar a entender que, o bien es tan pedante que se lo puede permitir, o que no se atreve a responder al pernicioso dilema que plantea su cinta. Siendo razonables, escogeríamos la segunda opción.

Si bien El árbol de la vida es una disertación filosófica, se encuentra muy en la línea de las obras de Martin Heidegger, pero que, a diferencia del alemán, equilibra la balanza entre lo físico y lo divino. Pero cuando trata de darle algo de sustancia al concepto de ser, la película derrumba al espectador; ya no solo le hace dudar de sus creencias, sino que le hace dudar de que pueda llegar a tener el juicio suficiente como para elegir entre un camino u otro. Seguramente, y tras el aparente sucidio de Larry Malick (hermano del director) al texano le de bastante miedo comprobar si se puede enfrentar a años y a años de conflictos metafísicos.

Take Shelter podría ser perfectamente la culminación de esa tesis doctoral que preparaba Malick, donde Jeff Nichols se asegura de dejar al público con un nudo en la garganta en más de una ocasión. Aquí sustituye ese concepto sobre la existencia que implantó el alemán Heidegger y posteriormente Malick, por otro algo menos desarrollado, pero que cuenta con bastante pilares filosóficos: la tenencia. Si antes era cuestión de ser ahora es cuestión de tener. Y es otra preguna que muchas familias (norteamericanas o no) se han llegado a plantear, ya fuera por enfermedades mentales o degenerativas.

Nichols se asegura de confundir y enredar a su público con (todavía) más dilemas morales, hasta zarandear la posibilidad de que la enfermedad (mental) suponga un rasgo exacerbado de la personalidad de uno. Esto daría a entender que entre esos arquetipos filosóficos tan populares estarían equivocados, pero más que nada, en su contexto. La teoría de Nichols se sostiene en la existencia de un único camino por el que el ser humano va tropezando sobre diversos ideales. Michael Shannon, que ya demostrara algunos conflictos metafísicos en la serie de televisión Boardwalk Empire, se inspira en un ser derrumbado, atormentado, tal y como el título clama.

Sin duda alguna, y con el paso de los años, al igual que El árbol de la vida, Take Shelter conformará ese broche de oro que tanto idealiza a la parrilla de directores que se han basado, precisamente, en darle a la sociedad otro tipo de sensaciones. Nichols puede presumir de haber dado a luz una obra maestra, que genera la empatía suficiente como para confiar en un protagonista guiado por una conciencia a la que nosotros no podríamos enfrentarnos, una que nos dejaría aparcados en un rincón de nuestros hogares, hasta rozar la depresión. Una obra que le haría sudar tinta al mismísimo Ingmar Bergman
Fuente: http://www.malagahoy.es/article/ocio/1225425/take/shelter/ser/o/tener.html

ESPAÑA. 4 de abril de 2012