¿Son justos los impuestos? Por José Javier Rueda

Las propuestas fiscales definen a los partidos políticos.Aránzazu Navarr

Si atendemos a ese sacrosanto principio que dice que «en este mundo no se puede estar seguro de nada, salvo de la muerte y de los impuestos» (Benjamin Franklin), está claro que lo que define con mayor exactitud a un partido político es su propuesta fiscal. Y ya entrados en campaña, Casado, Rivera y Abascal prometen bajadas de impuestos, mientras que Sánchez e Iglesias proponen subirlos a grandes empresas y a personas con mayores ingresos y patrimonios.

Lo cierto es que la justa distribución de la renta es uno de los temas centrales de la filosofía política. Los impuestos se justifican, fundamentalmente, como instrumentos de justicia social. Pero, ¿cuál es el mejor sistema fiscal?

John Rawls, autor de referencia del pensamiento socialdemócrata contemporáneo, defiende la redistribución, pero basándose en un consentimiento hipotético: entre todos los ciudadanos se pacta un modelo impositivo, pero sin saber cuál será la futura posición de cada uno en la sociedad, si será hombre o mujer, rico o pobre, fuerte o enfermizo. Bajo estas condiciones, todos nos imaginaremos a nosotros mismos en la posición más desfavorable, por lo que optaremos por una sociedad que nos proteja. A cambio, el sistema acepta cierta desigualdad que anima a la gente a trabajar y usar su talento y sus recursos de forma inteligente.

Robert Nozick, padre del liberalismo moderno, considera que cuanto menos Estado, más justicia. Es partidario de un Estado que no tenga ninguna función de redistribución de la riqueza y que solo ejerza el monopolio de la fuerza para garantizar las libertades de los ciudadanos. Si una persona quiere ceder parte de su dinero en favor de los menos favorecidos, está en su derecho, pero no es una obligación.

Una tercera postura es la de los ‘comunitaristas’ como Michael Sandel, último premio Princesa de Asturias. Apelan a preocuparse por la creciente desigualdad porque una brecha excesiva entre ricos y pobres socava la solidaridad que la ciudadanía democrática requiere. A medida que aumenta la desigualdad, ricos y pobres viven vidas cada vez más separadas. Quienes tienen dinero mandan a sus hijos a colegios privados (o a los colegios públicos de las urbanizaciones de gente pudiente) y dejan las escuelas públicas de los barrios a los niños de las familias a las que no les queda otro remedio que llevarlos a ellas. Lo mismo ocurre con la sanidad: todos los ciudadanos utilizan los servicios sanitarios públicos, pero los que tienen más ingresos se pagan además un seguro privado de salud para no tener que soportar listas de espera. Una tendencia similar se observa en las demás instituciones públicas. Las zonas residenciales de alto nivel económico contratan guardas de seguridad y dependen menos de la protección de la Policía. Un segundo coche elimina la necesidad del transporte público. Y así sucesivamente. El prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology) acaba de presentar un estudio que confirma esta tesis y demuestra que la clave de la desigualdad es que no nos mezclamos.

Esta segregación tiene dos efectos nocivos. Uno, fiscal: los servicios públicos se deterioran puesto que quienes ya no los usan están menos dispuestos a costearlos con sus impuestos. Otro cívico: las instalaciones públicas (desde colegios a parques) dejan de ser lugares donde se encuentran ciudadanos con diferente suerte en la vida, donde se pueden reunir para reforzar el sentimiento comunitario del que depende la ciudadanía democrática.

Esta misma semana, la Fundación BBVA ha publicado un estudio que llega a la conclusión de que la caída de la inversión pública en España envejece las infraestructuras y eleva al 24% las que tienen más de 20 años de antigüedad. ¿Cómo frenar esta erosión de la esfera pública? Una política del bien común tomaría como una de sus primeras metas la reconstrucción de las infraestructuras de la vida cívica. En vez de centrarse en la redistribución con la intención de ampliar el acceso al consumo privado, dedicaría los impuestos a construir o mejorar los servicios e instituciones públicos para que los más favorecidos y los menos disfruten de ellas por igual.

 

Notas

Autor: José Javier Rueda

Fuente: https://www.heraldo.es/noticias/economia/2019/04/13/son-justos-los-impuestos-1309056.html

 

13 de abril de 2019.  ESPAÑA

 

Fuente: https://www.heraldo.es/noticias/economia/2019/04/13/son-justos-los-impuestos-1309056.html

13 de abril de 2019.  ESPAÑA

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