Una de las autoras que marcó una nueva tendencia en la literatura feminista y cuya obra trascendió a la acción, es decir, fue uno de los grandes cimientos internacionales para el desarrollo del feminismo en el mundo, es sin duda Simone de Beauvoir (1908-1986). Nació en París en el seno de una familia de la burguesía tradicional y católica, pero desde muy joven dio muestras de su anticonformismo convirtiéndose en lo que ella llamó “una chica comprometida”, negándose a aceptar su destino como madre y esposa, que era lo único a lo que aspiraban entonces.
Su encuentro con Jean Paul Sartré en la Sorbona de París, donde los dos coincidieron como profesores de Filosofía en 1929, fue decisivo, según ella fue “el acontecimiento fundamental de mi existencia”. La verdad es que mantuvo una relación afectiva e intelectual con Sartré hasta que éste murió en 1980.
Con él llevó a la práctica una serie de principios basados en su concepción de la mujer y de la pareja. Jamás se casaron, pese al escándalo que esto representó en una sociedad rígida y castrante, es más, ni siquiera vivieron bajo el mismo techo permitiéndose cualquier tipo de relación y la mutua realización fuera de la pareja, incluso llegaron a mantener relaciones triangulares con una tercera persona.
En 1947, Simone viajó a Estados Unidos para dar unas conferencias. En Chicago conoció al escritor norteamericano Nelson Algren, con el que iniciaría una relación que iba a durar hasta 1964. Cuando Simone conoció a Nelson, Sartré mantenía un romance con la actriz Dolores Vanetti (una más de su larga serie de conquistas), lo que había sumido a Simone en un estado de profunda inquietud. Nelson Algren apareció en el momento adecuado. Las cartas que le escribió Simone a lo largo de varios años (más de seiscientas páginas de correspondencia) ponen de manifiesto una pasión amorosa sin precedentes, que duró al menos cinco años, antes de que se transformara en amistad para acabar, por último, en una sarta de reproches y recriminaciones.
Simone se enamoró de Algren, sin embargo, su amor no fue tan fuerte como para dejar a Sartré, tal como le suplicaba Algren que hiciera. El escritor norteamericano detestaba la dependencia que tenía Simone de Sartré. Pese a que ella intentara en vano explicárselo en más de una ocasión (“No podría ser la Simone que amas si pudiese abandonar mi vida con Sartré”), Algre, decepcionado, optó por poner fin a la relación. Cuenta Lisa Appignanesi, en Simone de Beauvoir, que el tema del amor fue una de las principales preocupaciones en la obra de la escritora: “Es la evocación de lasmujeres enamoradas, infelizmente enamoradas, lo que da a sus libros su verdadera vitalidad”.
Pero este modo de vida no impedía que Simone de Beauvoir realizara a lo largo de su vida una reflexión sobre la condición de las mujeres, el compromiso vital y las relaciones con los otros.
Enseñó filosofía hasta 1943, fecha en la que entra a trabajar como redactora de la revista Tempes Modernes, dirigida por Sartré. Intelectual comprometida y curiosa del saber viajó mucho, visitando Estados Unidos, la Unión Soviética, China y Cuba.
También fue profesora de filosofía hasta 1943 en escuelas de diferentes lugares de Francia, como Ruán y Marsella, hasta que la ocupación alemana en París, a causa de la Segunda Guerra Mundial, la alejó para siempre de la enseñanza. Durante ese periodo vivió en la ciudad tomada e integró el movimiento de la Resistencia Francesa
Su filosofía, el existencialismo y su compromiso político de izquierda entraron en crisis ante los horrores de la II Guerra Mundial. Tal vez por eso abandonó el género novela y se adentró más en la autobiografía, que le permite analizarse a sí misma. La muerte de Sartré en 1980 le inspiró “La ceremonia del adiós”; ella murió el 14 abril de 1986 en París.
Por lo que toca a su obra, la idea motriz que marca toda la obra de Simone de Beauvoir es la idea de libertad -libertad tanto para las mujeres, como para cualquier individuo- y que, según ella, implica la noción de responsabilidad.
En su primera novela “La Invitada”(1943), exploró los dilemas existencialistas de la libertad, la acción y la responsabilidad individual, temas que aborda igualmente en novelas posteriores, como La Sangre de los Otros (1944) y Los Mandarines (1954), novela por la que recibió el Premio Goncourt.
Las tesis existencialistas, según las cuales cada uno es responsable de sí mismo, se introducen también en una serie de obras autobiográficas, entre las que destacan Memorias de una Joven de Buena Familia (también conocida como Memorias de una Joven Formal,1958) y Final de Cuentas (1972). Sus obras ofrecen una visión sumamente reveladora de su vida y su tiempo.
Entre sus ensayos escritos, cabe destacar El Segundo Sexo (1949), un profundo análisis que se ha convertido en la piedra angular del feminismo, y que examina, desde una perspectiva histórica, social y filosófica, la alienación de la mujer; La Vejez (1970), sobre el proceso de envejecimiento donde critica apasionadamente la actitud de la sociedad hacia los ancianos, y La Ceremonia del Adiós, 1981, donde evoca la figura de su compañero y colega de tantos años, Jean Paul Sartré.
Por lo que toca a obras de teatro, sólo escribió una, pero es considerada como de las mejores en la segunda mitad del siglo pasado, se trata de Las bocas inútiles (1945).
A los 48 años la escritora francesa comenzó a escribir su autobiografía, Memorias de una joven formal, que se publicó en 1958. A esta primera entrega le siguieron otras tres: La fuerza de la edad (1960), La fuerza de las cosas (1963) y Final de cuentas (1972). Estos cuatro tomos se convirtieron en un modelo a seguir para muchas mujeres de la época. Simone de Beauvoir se erigía como la heroína de su propia obra, a la par que se convertía también en una figura admirada por sus lectoras. Ella era la mujer que había satisfecho sus aspiraciones, la mujer emancipada que había dado rienda suelta a sus anhelos y que había sido capaz de mantener un compromiso con sus propias responsabilidades.
En 1970 Simone publicó La Vejez, un ensayo en donde observa que los viejos son el resultado de un fracaso social; al igual que los pobres, los inmigrantes o los enfermos mentales, la sociedad los ha convertido en una nueva clase de marginados. Desde la publicación de La Vejez, la escritora se consagró a cuidar a Sartré, su compañero enfermo, hasta que este murió el 15 de abril de 1980. Un año después, Simone publicó La ceremonia del adiós, un homenaje a su amigo fallecido que, junto con Una muerte muy Dulce (donde relata el fallecimiento de su madre), constituye uno de los testimonios más lúcidos y afectivos de toda su narrativa.
Simone murió el 14 de abril de 1986 en París, a las 16:00 horas, ocho horas antes de que se cumpliese el sexto aniversario de la muerte del filósofo, ahora sus restos descansan en el mismo sitio en donde están los del amor de su vida.
Por ello, las nuevas generaciones y las dos anteriores deben descubrir o, en su caso, releer a esta gran autora de nuestro tiempo.
Fuente: http://www.oem.com.mx/elsoldecuautla/notas/n784435.htm
El Sol de Cuernavaca
24 de julio de 2008
Cuernavaca, Morelos, Mexico.