Si Sócrates levantara la cabeza

Recuerdo una divertida situación que presencié hace unos años en la librería de un gran almacén. Una señora preguntó a un empleado por un libro escrito por Sócrates. Naturalmente la búsqueda fue infructuosa y el vendedor no pudo más que responder que no tenían ninguna obra de ese autor. El filosofo ateniense no dejó ningún escrito. Opinaba que cada persona debe desarrollar su propio saber (equivalente a virtud e interno a cada ciudadano) y que la interpretación de un texto por cada lector da lugar a tergiversaciones e interpretaciones erróneas. Su pensamiento lo conocemos a través de su discípulo Platón y sus ‘Diálogos’ donde Sócrates es el personaje principal.
He evocado esta escena después de leer un artículo del númeronavideño de ‘The Economist’ donde se derivan lecciones para los Estados Unidos de las enseñanzas socráticas. Más bien debería decir de las discusiones que el sabio griego mantenía con sus paisanos. Sócrates no creía en una educación de dirección única en la que aquel que supuestamente sabe instruye a quien no sabe. Su método consistía en el contacto, el debate, el diálogo entre personas para alumbrar una verdad que constituye el vínculo más importante entre los seres humanos.

Las conversaciones de este maestro que pretendía no serlo no consistían solamente en poner en entredicho a sus interlocutores. Aunque a través de su hábil argumentación hacía que los otros fuesen conscientes de su ignorancia, Sócrates partía de su propio desconocimiento. De ahí proviene su celebérrima sentencia “sólo sé que no sé nada” que resume la llamada ‘ironía socrática’. Sobre la base de una mutua ignorancia cada cual podía llegar al conocimiento, al verdadero saber, a aquello que se sabe, pues siempre ha estado en lo profundo del ser humano ‘pero sin saber que lo sabía’.

Era un gran provocador que confundía y aguijoneaba a otros (se definía a si mismo como un tábano) para despertarles, para evitar que se encerraran en si mismos, para sacarles de sus oscuros y anodinos refugios. Todo ello dirigiéndose a distintos individuos con los que se encontraba por las calles de Atenas, nunca a la masa, de la cual sólo cabía esperar actitudes exageradas, extemporáneas, peligrosas o violentas. Y con una noble meta: conocer la verdad y el bien, fundamentos de todo hombre virtuoso. O lo que es lo mismo, de los buenos ciudadanos.

La retórica democrática

Para el articulista de The Economist, Sócrates se hubiese quedado horrorizado con lo falso y huero de la mayoría de los discursos que tienen lugar en los EE.UU. Arremetería contra la ínfima calidad de la retórica democrática en la discusión política. Denunciaría a gritos la manipulación impúdica de los llamados líderes de opinión. Vomitaría ante la calidad de los debates que tienen lugar en los medios de comunicación, especialmente en televisión y radio y trataría de alejar principalmente a ciudadanos jóvenes de los mismos. Más que probablemente, el hijo de una comadrona y un cantero sería demonizado como apologista de Osama bin Laden, de los talibanes o como espía de los norcoreanos. Después sería juzgado y culpado.

¿Y si trasladamos a Sócrates a la España actual? Sin duda tendríamos más de lo que describe el semanario británico para la nación norteamericana. Por un lado, las disputas políticas entre nuestros representantes tienen un valor no mucho mayor que un cero a la izquierda. La posibilidad abierta por la crisis para consensuar un nuevo modelo económico ha quedado anulada por una inútil búsqueda de culpables y de la política fiscal o monetaria más adecuada. De la creación de empresas de futuro y de apoyo a las existentes que van a desaparecer pudiendo ser rentables se habla muy poco. Diálogo cero entre partidos en estos y otros temas cruciales para nuestro futuro, como la educación o la dimensión del sector público. Ninguna luz nueva. Últimamente asistimos a acaloradas y estúpidas discordias sobre si crecemos o no y cuánto lo hacemos. Lo grave es que mientras tanto nos jugamos si somos o no somos. Crezcamos o no, perpetuar el modelo económico existente, que teóricamente garantizaba un ilimitado y continuo progreso, resultará en nuevas crisis cada vez más cercanas unas a otras y con más damnificados. Tendremos así una sociedad menos igualitaria con un poder más concentrado en menos manos.

Por otro lado, nuestra sociedad del espectáculo ha alcanzado cotas bajísimas ante el aplauso general y con audiencias crecientes. Los debates se convierten en pendencias barriobajeras y abyectas, que sólo pueden añadir violencia, desasosiego y pesadumbre entre quienes las contemplan. Los estudios de televisión se convierten en cuadriláteros donde unos chillones propagan el mensaje de caca, culo, pedo, pis y otros fluidos ante un público que pide sangre a raudales. Los programas ‘serios’ son competiciones de pavos reales desplegando plumajes. Los contertulios alardean de grandes conocimientos en cualquier tema que se toque y por supuesto nadie escucha a nadie pues, ¿quién puede decirme algo que yo no sepa? La frase más escuchada: “Y tú más”. Cerremos los ojos por un minuto e imaginemos un espacio en el que hubiera dialogo socrático, sin insultos ni descalificaciones y con la obligación de llegar a propuestas o soluciones conjuntas. ¿No supondría un gran avance en la formación de la ciudadanía?

Educación y método socrático

Nuestro sistema educativo sigue muy lejos e incluso cada vez a más distancia de un modelo inspirado por el método socrático. Éste no pretendía que la persona aprendiera algo que no sabía, sino hacer de ella alguien que no existía. Sus pilares serían: 1. Interpelar al otro como sujeto que piensa 2. Buscar la elevación del pensamiento a través de la reflexión 3. Suspender el juicio de valor que conduce al bloqueo del pensamiento por evitar el error. 4. Considerar al conocimiento como consecuencia de procesos con su grado de relatividad y no como estados de todo o nada y categoría de verdad absoluta. Supone construir conocimiento y no reproducir.

La educación que reciben nuestros hijos, lejos de apelar a formas de reflexión para alcanzar estadios morales más elevados, se fundamenta sobre conceptos ya definidos, cargados de prejuicios y doctrina y que obturan la capacidad de reflexión de los alumnos. Estos formatos de conocimiento enlatado, dan como resultado personas con pocos recursos a la hora de elegir, de analizar una situación y tomar decisiones, de ser críticos con lo que tienen delante y de motivarse con la búsqueda de la verdad. En las escuelas no hay espacio para este aprendizaje, pocas veces se interpela a los alumnos como sujetos pensantes capaces de crear y cuestionar. Cuesta mucho aprender cuando los alumnos tienen un papel pasivo, trabajan solos o tienen que memorizar y asimilar datos. Se aprende mejor cuando hay emoción drama y crisis.

Atenas condenó a muerte a Sócrates con acusaciones que iban desde el fomento de la holgazanería entre los jóvenes o el adoctrinamiento de enemigos del pueblo hasta la conspiración contra la patria, alta traición y no creer en los dioses. Consideraba injusta la sentencia y pudo escapar a su condena, pero prefirió acatar las leyes que siempre defendió. No concebía enfrentarse contra su ciudad-Estado. Tomó la cicuta sin temer a la muerte ya que, como él reflexionaba, no había razón alguna para tener miedo de algo incierto. Bien pudiera ser que la muerte supusiese una suprema fortuna y no el peor mal. Eso sí, no dejó de augurar grandes castigos para su querida Atenas, aquella que ajusticiaba a los hombres para tapar sus vergüenzas y conductas deshonestas.

Confío en que surjan entre nosotros voces como la del filósofo griego, las escuchemos y pongamos en marcha las conclusiones que salgan de debates constructivos entre los distintos representantes políticos y sociales. Es necesario para enderezar el rumbo de una nave que hoy está a la deriva. Es crítico para evitar caer bajo liderazgos populistas como el de aquel líder de una gran nación que hace no demasiado tiempo aseveró: “Yo me leítodo lo que Sócrates escribió”. El tiempo que le sobró de tal lectura fue el que empleó en llevar a su país a la ruina.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/socrates-levantara-cabeza-20100112.html

SPAIN. 12 de enero de 2010

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