Ser o tener: el dilema de la bioética*

A Dian Fossey, luchadora inagotable.

En los últimos años la llamada “ola verde” (proyectos ecológicos sustentables, productos “no-contaminantes” y supuestas campañas de protección al ambiente) ha tenido gran difusión por parte de los medios masivos de comunicación…
Una falsa “ola verde”
Dicha campaña ha generado, a su vez, toda una industria y comercio “verde”. Pues, paradójicamente, la “preocupación” por la ecología llegó a los hogares bajo la forma de productos, cuyo uso promete evitar el apocalipsis ambiental: bolsas y detergentes biodegradables, papel reciclado, aerosoles que no dañan la capa de ozono, autos que contaminan menos, gasolina sin plomo. En resumen, productos y más productos. Esto último hace ver que las campañas ecológicas están insertas dentro de la misma dinámica del mercado y de la preocupación por vender, se erigen más bien como campañas anti-ecológicas, preocupadas de fondo por mantener las ventas y no por proponer un cambio real en las costumbres de la gente y en las políticas ambientales.
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Eso hace necesario que frente a las campañas de los mass media, el creciente número de productos “ecológicos” y a la aparente moda y popularidad de la que gozan hoy en día los temas ambientales, quepa preguntarse desde la postura crítica de la bioética ¿Cuál es, en realidad, el problema al que nos enfrentamos? ¿Cuál es la gravedad de la situación? Y, finalmente, ¿cuáles serían soluciones reales al problema ambiental que no sean una mera estrategia publicitaria y comercial?

El problema al que nos enfrentamos
Franz J. Browimmer en su libro Ecocidio hace precisamente, a manera de denuncia, un balance de la situación ambiental de nuestros días. Sus afirmaciones son preocupantes, porque su reflexión aborda los efectos de la vida humana sobre la Tierra: alerta acerca de la pérdida masiva de las especies en una “hemorragia en la que desaparecen diariamente 100 o más especies”. Esto último porque junto con las actividades productivas humanas ha surgido una crisis de extinción que supera por mucho la extinción natural de las especies. Para Browimmer esa extinción sin tregua es “visible sin necesidad de imágenes complejas ni de modelos complicados por ordenador. Es real y se está produciendo en todo el mundo”.
Por ello el filósofo afirma que nos encontramos frente a un “Ecocidio”, producto histórico y dependiente de las acciones humanas. La pérdida masiva de especies: aves, réptiles, mamíferos e insectos, así como de miles de especies de plantas, es una ruptura, rápida y profunda en el orden ambiental inducida por el hombre. Si bien la extinción es el fin natural de las especies, a diferencia de la extinciones comunes que suceden después de que un grupo de organismos ha llegado a un prolongado periodo de éxito y en una frecuencia que en los últimos 500 millones de años había sido de una especie cada 5 años, la extinción que vivimos en la actualidad durante los últimos 35 años se ha acelerado a la pérdida de al menos 4 especies al día, solamente en Brasil.
A esto hay que agregar que las selvas y los hábitats de las especies se han reducido a tan sólo el 10% de sus niveles prehumanos, que la mayoría de las áreas naturales están a punto de desaparecer y que cada día aumenta más la contaminación y sobreexplotación de los recursos, el cambio climático, y la distribución de plagas y especies invasoras.
Browimmer indica que los “cambios producidos por el hombre en el conjunto de la biosfera no tienen precedente”. El ser humano a lo largo de su vida en la Tierra ha modificado los ciclos biogeoquímicos, el clima, ha propiciado la erosión generalizada de los suelos, la desertificación extensiva y la dispersión sin control de contaminantes tóxicos y de organismos genéticamente modificados. Esto se conjunta también con una tradición social de prácticas jerárquicas que tuvo origen desde la aparición de la agricultura y que desembocó en una sociedad de clases, el sometimiento de la naturaleza y un régimen que busca lograr siempre la producción de excedentes.
La época contemporánea se ha caracterizado en general por una negativa a reconocer las consecuencias ecológicas del comportamiento social humano, y el reconocimiento que se hace a través de los medios de información, como ya decíamos al principio de este ensayo, es más bien un falso reconocimiento. Son las fallidas relaciones ecológicas y sociales humanas las que nos han llevado a un ecocidio progresivo.
En esta situación límite que hemos descrito, Bryan Norton , otro filósofo de la Bioética actual, ve la practica injustificada de un antropocentrismo fuerte que nos lleva al colapso ecológico, porque las personas actúan sin ideales, sin marcos de referencia, se conducen regidas únicamente por sus principios inmediatos, de forma caprichosa y voluntariosa sin considerar ningún límite. Es la razón que se guía únicamente en sus fines instrumentales, sin reconocerle a la naturaleza ningún derecho, ninguna prerrogativa o salvación.
En palabras de Browimmer: “la economía capitalista globalizadora exacerba estos problemas amanzanado destruir toda la biosfera, infligiendo graves e irreparables daños a un intrincado sistema que sustenta la vida.” Porque los grandes productores no se detienen ante nada: talan bosques, secan pantanos, modifican el curso de los ríos, no les preocupa socavar los ecosistemas hasta su destrucción.
La gigantesca industria humana y la sobrepoblación demandan cada día más materias primas, y ello ha obligado al pastoreo excesivo, la deforestación y a la sobreexplotación de la tierra y de los recursos pesqueros. Browimmer aquí ve una paradoja, pues mientras la industria realiza su enorme producción bajo el lema de mejorar las condiciones de vida y abastecer a las poblaciones, las sociedades humanas siguen igual de estratificadas y empobrecidas, además de que han perdido terreno en las decisiones medioambientales y son arrastradas por la ola de consumismo; aquel proyecto neoliberal y capitalista que invita a comprar y comprar negando el impacto ecológico, como si hablar de ecocidio fuera una “exageración morbosa, un inventario pesimista o un panorama desastroso y melodramático o de ambientalistas eco charlatanes”.
Lo que vemos hoy en día es que los medios de comunicación “maquillan” las cifras, o aparentan olvidarlas, en complicidad con los medios de producción y los grandes capitales, evitando mencionar las verdades incómodas que Browimmer no teme difundir:

Hoy también se han extinguido unas 100 especies de animales y vegetales y han desparecido otras 50 000 hectáreas de selvas tropicales; los desiertos han avanzado otras 20 000 hectáreas; la economía mundial ha consumido el equivalente a 22 millones de toneladas de petróleo y, por tanto, durante esas 24 horas habremos liberado a la atmósfera otros 100 millones de toneladas de gases de efecto invernadero…

Por causa del hombre, la naturaleza contemporánea es un vestigio de su gloria pasada, asemeja a las ruinas de un castillo medieval de las que sólo podemos imaginarnos su esplendor. “Puede que sea el momento de rebautizar a nuestra especie como Homo aesophagus colossus: animal de esófago gigante capaz de devorar sistemas enteros”. La dinámica actual sólo hace ver en el futuro un colapso inminente, porque el orden de destrucción de nuestros días hará insostenible también la existencia humana.
Sin embargo, frente al escenario anterior, ¿por qué habríamos que preocuparnos? ¿Por qué molestarse en encontrar una explicación y una solución?
Browimmer responde inicialmente de forma práctica: porque nuestra especie depende de las otras para su existencia. Algunas especies producen el oxígeno que respiramos, otras producen nuestro alimento y mantienen la fertilidad de nuestro suelo y nos dan materias primas, otras procesan nuestros desechos. “Los humanos no sólo formamos parte de la biodiversidad sino que somos profundamente dependientes de ella”.
Pero la respuesta de nuestro filósofo no sólo está inmersa en el orden práctico, que rebelaría un afán meramente antropocéntrico, sino que reconoce que cada especie, además de beneficiarnos de manera práctica, es única y tiene derecho a existir por el simple hecho de que añade riqueza y belleza a la vida sobre la Tierra. Y aun si no se quisiera aceptar el valor en sí de los recursos naturales y las especies, a Browimmer le parece temerario que la gente, los gobiernos y las transnacionales no actúen con firmeza ante el ecocidio ecológico, siendo que la extinción en masa de las especies y la pérdida de los hábitats van, a fin de cuentas, en contra de sus propios intereses.
Browimmer formula una vía política para hacer frente al ecocidio, que expondremos en el último capítulo de este ensayo, donde hace notar que la lucha por la protección del ambiente y por la justicia social es una sola. No obstante, si dicha propuesta, que recorre el ámbito de lo político, es una propuesta viable a nivel colectivo, ¿qué se puede realizar a nivel individual para evitar el ecocidio?
Es lógico que no basta, hemos insistido, en comprar productos ecológicos o realizar pequeñas acciones: la gravedad de la situación exige que vivamos de una manera distinta, insertos en un proyecto vital que, como explicaremos inmediatamente, Erich Fromm y Marcel llaman vivir en el ser y no en el tener.

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Tener o ser: el dilema personal de la bioética

Cuando referíamos más arriba que las transnacionales, los gobiernos y las sociedades se encuentran regidas actualmente por fines utilitarios y mercantilistas, no se trataba en ningún momento de subsumir la responsabilidad individual a una responsabilidad colectiva, pues la propia forma de vida de los sujetos individuales contribuye día a día al deterioro ambiental.
Todos los días compramos productos con distintos fines, y el acto de comprar nunca termina, nunca se satisface por completo. Se puede decir con evidencia que la gente se encuentra inmersa en una dinámica de consumo en la que tiene que renovar constantemente todo: el automóvil, la sala, la computadora, el celular y el guardarropa, por decir algunos ejemplos. Como si la identidad personal se hubiese construido sobre las pertenencias, en el ámbito de tener cosas.
El problema, no sólo es vivir enel tener, cuestión que ya demerita la experiencia de vida como advertimos en el pensamiento de Erich Fromm , sino que la vida en el tener lleva al ecocidio: el consumo sin límites y superfluo, el apoderamiento de productos como si fueran objetos sin valor que se pueden usar y desechar al antojo, la conquista indiscriminada de la naturaleza, la relación con otros seres, incluso con seres humanos como si fueran meros recursos a disposición de los deseos.
Vivir en el tener, advierte Fromm, es querer que algo se incorpore a nosotros, querer apropiarse de algo sin límites, consumir desenfrenadamente “La actitud inherente al consumismo es devorar todo el mundo. El consumidor es el eterno hijo de pecho que llora reclamando su biberón” Las grandes industrias, las transnacionales que destruyen los ecosistemas, se mantienen por las gigantescas ventas que la vida conforme al tener les reporta. Vivir en el tener es ser cómplice de la explotación indiscriminada de los recursos naturales, del empobrecimiento y dominio de los países del tercer mundo por las grandes potencias, de la desaparición ecocida de las especies animales y vegetales.
La mayoría de la gente en las sociedades contemporáneas, según Fromm, viven el modo de tener como el modo natural de existir y “hasta como el único modo aceptable de la vida”.
Adquirir, poseer y lucrar son los derechos sagrados e inalienables de del individuo en la sociedad industrial. (…) A nadie le importa en dónde y cómo adquirí mi propiedad ni lo que hago con esta. (…) Hoy en día se hace hincapié en el consumo, no en la conservación y adquirir se ha convertido en comprar para “deshacerse” de las cosas.
La gente compra autos, vestidos, joyas, y después de un tiempo se siente aburrido de sus posesiones y las tira para comprarse otras. Las toneladas de basura que diariamente se genera en las ciudades, más la suma de recursos naturales desperdiciados, muestran claramente que el modo de tener es una vía rápida a la catástrofe ecológica y social.
Por ello Fromm invita a la vida del ser, que es la vida del gozo genuino, de hacer lo que se desea sin esperar a cambio un fin utilitario o el reconocimiento social. Es el camino donde no se trata de pulir el ego para ser “objetos tentadores” dentro del mercado humano, ni de proteger la imagen a base de mentiras y apariencias. Ser es la vía de buscarse a uno mismo en vez de dedicarse a tener y consumir cosas.
Además, la vía del tener es siempre la vía de la injusticia, donde se afirma el yo y se aplasta a los objetos y a otros sujetos. “No hay una relación viva entre mi yo y lo que tengo”. Pero la vía del ser es la vía de la experiencia en donde el encuentro con los demás es una experiencia viva y no se puede describir en términos de cosas. En la vía del ser no es necesario comprar y comprar para sentirse completo, en dicha vía la sonrisa de todo el mundo es luminosa y ¿quién puede adueñarse de una sonrisa?
“El modo de ser tiene como requisitos previos: la independencia, la libertad y la presencia de la razón crítica (…). Esto significa renovarse, crecer, fluir, amar, trascender la prisión del ego aislado, estar activamente interesado, dar”. Es una especie de antropocentrismo, porque uno sigue atento a sus necesidades vitales y sociales, pero ya no es el antropocentrismo fuerte, moderno, destructor del que hablaba Norton, es más bien un antropocentrismo débil, basado en ideales y en marcos de referencia vitales, que no permiten que nos adueñemos de todo como si el mundo entero con sus seres, vivos y no vivos, nos pertenecieran.
Gabriel Marcel diceal respecto que el modo de ser es el reconocimiento y la apertura al otro, al que dejamos de ver como una cosa y empezamos a ver como parte fundamental de la propia existencia. “No puedo pensarme a mí mismo como existente, sino en tanto que me concibo como no siendo los otros”. En el ser no se puede reducir al otro a ser un mero elemento del entorno, por el contrario se trata de comprender al otro y lo comprendo como libertad, porque es también libertad. “Tener es encerrar, pero encerrar es impedir, es resistir, es oponerse a algo que se derrame, se vierta, se escape”. Tener es el camino de someter al otro, y no importa si ese otro es un hombre, un animal, un árbol o una cascada.
En resumen, al modo de tener en el que cada día somos instados a vivir debemos resistir a través de la vida en el ser, vida que esquiva la embestida consumista de los medios de comunicación y las transnacionales, y nos lleva a mantener una postura crítica ante la industria, así como un consumo consciente y moderado que conlleva la protección de la naturaleza. Este modo de vida es también pie de un nuevo orden social, de un modelo público que deje de incentivar la inseguridad de las personas para fomentarles el consumo y la explotación, y se encargue mejor de guiarlos a un nuevo horizonte.

Bioética y política
De la misma manera que en el campo del individuo, la situación ecológica requiere ya de una nueva manera de vida, Browimmer opina que el ecocidio exige también una nueva forma de organizarnos colectivamente. Habrá que buscar una organización política que se aleja de aquellos supuestos ecocidas y de injusticia que nacieron con la agricultura: 1-Que la vida humana exige una jerarquía estricta y la división del trabajo, 2-Que la tecnología es capaz de satisfacer las necesidades humanas, 3-Que el ser humano tienen derecho a dominar el orden natural de las cosas sin restricciones.
Asimismo habrá que replantear los supuestos modernos que son las verdaderas causas del ecocidio: el modo capitalista de producción y el Estado-nación, que han fomentado la competencia comercial y el individualismo como los motores beneficiosos del progreso y la educación. Y lo único que han conseguido es la desigualdad social y la devastación del planeta.
En la modernidad “la naturaleza queda reducida progresivamente a un surtido de recursos explotables que se negocian en el mercado libre”. Pero la mayor explotación y ecocidio se ha llevado a cabo después de la Segunda Guerra Mundial, con el surgimiento de grandes empresas transnacionales, protegidas por las políticas neoliberales de los gobiernos, que se han encargado de explotar la Tierra de tal manera que se ha masacrado la biodiversidad y han contaminado al planeta de manera nunca antes vista. Todo eso junto a una política de neocolonialismo, de empobrecimiento de los países para obtener sus recursos naturales y la explotación irrestricta de la fuerza de trabajo.
Esto explica por qué Browimmer opina que la lucha por el ambiente y por un mundo más justo es la misma lucha, y ve como necesaria la creación de una democracia ecológica en la que se creen instituciones con una nueva relación con la naturaleza y con la sociedad: unas relaciones más comprometidas con la vida.
Sólo de esa manera, para Browimmer, podremos salir de la gran catástrofe ante la que nos encontramos y que nos hace pensar que el ser humano se encuentra viviendo un gran festín sangriento en el que devora a la Tierra, sin saber que es su último festín.
La bioética, sin embargo, tendrá que explorar otras posibilidades de análisis del problema ecológico de nuestros días, de manera que se logre rescatar lo más que se pueda de la destrucción. Tendrá también que recorrer el camino de la política y de las acciones organizadas para que se promulguen nuevas y decididas leyes y políticas de Estado que eviten que unos cuantos se apoderen de los recursos naturales, los exploten y los den al consumo sin restricción alguna.

Browimmer,Franz, Ecocidio, Océano, México, 2005.
Fromm Erich, Tener y ser, FCE, México, 1970.
Marcel, Gabriel, Ed. Caparros, Madrid, 1996.
Norton Bryan, “Ética ambiental y antropocentrismo débil”
*Proyecto PIFFYL 2009 “Difusión de Bioética hoy en día” FFyL UNAM

4 comentarios Ser o tener: el dilema de la bioética*

  1. georgita Ruiz Michael

    Muy interesante y útil para mi tesis en bioética con relación a la conservación de especies en peligro de extinción. Gracias

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  2. DaN°L

    Ir contra la corriente?, o atacar desde adentro-?; suena a Resistencia…
    Igual, mi idea es en algo similar a la tuya; buena crítica.

    =)…

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  3. Alexandra

    Considero que la conciencia ecol gica est todav a muy poco dledrroslaaa en nuestro pa s, sobre todo en las capitales donde se habla muy poco del tema. Solamente cuando tuvimos la racionalizaci n de agua y luz se pens ahorrar recursos y la idea de reciclar es todav a muy extra a para la mayor a. Es bueno saber que alguien piensa en ello.

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