Respondiendo a un viejo anhelo de origen vasconcelista, el gobierno de la República creó el Seminario de Cultura Mexicana en el año de 1942, por decreto presidencial aprobado por el Congreso.
A diferencia de muchos otros organismos gubernamentales establecidos posteriormente, el seminario funciona como una institución de ciudadanos interesados en difundir y promover la cultura mexicana a lo largo del territorio nacional. El entusiasmo y prestigio de sus miembros fundadores, entre quienes podemos mencionar a Frida Kahlo, Esperanza Cruz y Manuel Sandoval Vallarta, contagió a un buen número de personas, dando como resultado el establecimiento de cientos de círculos de intelectuales, maestros, profesionistas, empresarios y artesanos que se reunían en sus pueblos y ciudades para conocer, discutir y difundir la cultura en sus diferentes expresiones y formas. Con el tiempo estos círculos fueron llamados corresponsalías, y una parte de ellos sigue funcionando hasta nuestros días en muchas ciudades, renovándose con la presencia de miembros más jóvenes dispuestos a continuar la misión de difundir y enriquecer nuestra cultura.
Para quienes formamos parte del seminario, las dimensiones y la trascendencia de su misión nos son claras, y cada participación se traduce en una experiencia gratificante. Sabemos de la importancia de la identidad y el sentido de pertenencia a la comunidad, elementos fundamentales para los seres humanos, y que ambos están asociados a la cultura, la que nos permite saber quiénes somos, de dónde venimos, qué hemos hecho en el pasado y qué seremos capaces de hacer en el futuro.
Para un hombre o una mujer, el no saber quién es, cuál fue su origen; el desconocer la comunidad a la que pertenece, o el verse expulsado de ella, implican daños emocionales graves, y en ocasiones irreversibles. Lo mismo sucede con los pueblos y las naciones: cuando por falta de una memoria colectiva o por la presencia de factores externos, su identidad y su origen se desdibujan, su existencia misma está en riesgo. La cultura de un pueblo le proporciona identidad, en tanto le permite conocer sus orígenes y la visión de sus ancestros.
En el contexto mundial es posible observar esfuerzos realizados por diversas naciones para rescatar y engrandecer sus culturas, sabiendo que ello les permitirá ser mejores y más fuertes. No es el caso de nuestro país. Pocas naciones de la Tierra pueden congratularse de contar con una cultura tan rica y diversificada como la nuestra, expresada en su música y en sus danzas, en su pintura y escultura, en su literatura y sus leyendas, en sus vestidos y sus alimentos, en su visión del mundo y de la naturaleza, dándonos todos ellos una identidad única y a la vez diversa.
Ello hizo posible que durante la primera mitad del siglo XX la imagen de México cautivara a una buena parte del mundo como el “país del futuro”, con sus proyectos educativos, con su pintura, su música, su cine y su literatura. Los nombres de Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Agustín Lara, Carlos Chávez, Jorge Negrete, Dolores del Río, Juan Rulfo, Mariano Azuela y muchísimos más fueron conocidos mundialmente y pasaron a formar parte de un catálogo internacional de personajes célebres.
No tengo duda de que aún hoy seguimos teniendo músicos, pintores, cineastas y escritores de la misma talla; lo que definitivamente no tenemos ahora es una política nacional que permita difundir nuestra cultura, cultivarla y engrandecerla, no obstante incluso los enormes beneficios económicos que esa política conllevaría. Desde hace décadas los gobiernos neoliberales que han asolado al país han ignorado olímpicamente la cultura mexicana y las artes nacionales en aras de la globalización, como si se tratara de chatarra. El colmo llegó con la administración pasada, con su desconocimiento explícito y cómico de la cultura. Un hecho relevante fue que la responsable de la política cultural del gobierno de Fox no hubiese tenido un solo minuto durante todo el sexenio para conocer lo que es y hace el Seminario de Cultura Mexicana, como no lo tuvo tampoco para enterarse de las raíces y maravillas culturales de cada una de las regiones del país.
Esperando de manera vehemente y un tanto escéptica que estas tendencias se modifiquen en la presente administración, me permito extender una invitación cordial a todas aquellas personas interesadas en apoyar y participar en las actividades del seminario, mediante la conformación de nuevas corresponsalías en el interior del país; pueden comunicarse por Internet a nuestra siguiente dirección:
[email protected].
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2007/01/20/index.php?section=opinion&article=018a2pol
Prologando al Dr. Manuel Ocampo Ponce, el Dr. Eudaldo Forment distingue como el saber filosófico tiene por misión irrenunciable la formación de la cultura, vocación originaria que es urgente recuperar. Se deben prestar una ayuda a la recuperación de la verdad y la confianza en ella, que parecen que en nuestra cultura se hayan perdido y olvidado. La verdad se ha sustituido por una postura subjetivista. Cada hombre se convierte en su propia norma, teórica y practica, y si se admite algún valor objetivo es sobre todo el de la eficacia. La cultura no ayuda ya al cultivo y enriquecimiento de la humanidad del hombre, porque sin certezas ni ideales no existe una vida propiamente humana.
El registro de las expresiones donde se manifiesta la cultura y su promoción no es suficiente para el desarrollo de la cultura en un pais, se debe aprovechar este tipo de invitaciónes a estos foros ([email protected]), para manifestar los fundamentos a la parte competitiva que le toque operar esta dimensión, apertura que se debe reproducir en otras facultades de nuestros representantes, felicidades por el seminario.