Schopenhauer: un siglo y medio a cara de perro

El pesimismo del filósofo alemán celebra uno de los momentos más propicios para volver a la crítica capitalista que lanzó hace 150 años, con obras reeditadas e inéditas
La anécdota no hace más que incidir en la burla: de caminata por la cordillera del Taunus (Alemania) un pájaro soltó lo que le sobraba sobre el blanco chaleco de uno de sus compañeros de travesía. “¿Ve usted?”, dijo el filósofo pesimista Arthur Schopenhauer burlándose. “Llevo razón con mi teoría de que vivimos en el peor de los mundos imaginables”. “Al contrario -contestó el damnificado- a mí me parece que el mundo es todavía soportable. ¡Imagínese que fueran las vacas las que pudieran volar!”.

Su madre le escribe con desaire una carta el 13 de diciembre de 1807, cuando Arthur tiene 19 años de edad: “Durante los días que tengan lugar mis reuniones puedes quedarte a cenar conmigo, con tal de que te abstengas de tus penosas disputas, que se me hacen molestas, así como todas tus quejas sobre este estúpido mundo y la miseria humana, porque todo ello me hace pasar mala noche o tener malos sueños, y a mí me gusta dormir bien”.

En otra carta, por si no le había quedado claro al joven cenizo, Johanna le insiste sobre sus participaciones en el salón del té entre los amigos de su madre, a los que aleccionaba sobre la verdadera situación del mundo: “Nadie está dispuesto a soportar un comportamiento como el tuyo y debes cambiar o te hundirás. Te hundirás y te pisotearán en el suelo”, franca y directa, cruel y exagerada. No soportaba que los invitados acabaran enfrentándose a él.
Oscuro, pero sin exagerar

A los 150 años de su fallecimiento, la mala sombra con la que Schopenhauer laceró la sociedad en la que vivía sigue lastrando prejuicios. “El pesimismo de Schopenhauer se concibe como siempre de manera desproporcionadamente exagerada y mueve directamente a la risa o a algún otro tipo de rechazo”, escribe el publicista y sociólogo Volker Spierling (Frankfurt, 1947) en el libro Arthur Schopenhauer (que ahora publica Herder Editorial al hilo de la efeméride).

En 1833 se retira a las montañas de Fráncfort, a un buen refugio de eremita, alejándose de la frustración de su carrera académica en Berlín, donde los grandes aparatos teóricos de Hegel machacan su proyección y le defenestran, algo que nunca logrará superar. De hecho, en el inédito al castellano Senilia. Reflexiones de un anciano (Herder) aprovecha para atacar a todos los que le señalaron y se mofaron de su pesimismo metafísico.

El propio traductor de la obra, Roberto Bernet, apunta que es una vieja herida incurable. “El libro se compone de comentarios, de los apuntes que dejó escritos en cuadernos. Senilia era un proyecto de libro y como tal estaba simplemente esbozado. De ahí que la traducción haya sido complicada porque hay frases recortadas, sin terminar o inconexas”, explica Bernet quien destaca las reflexiones del filósofo sobre la decadencia en el uso del lenguaje. Tampoco deja pasar otros aspectos antipáticos como “su alto desprecio por la mujer, era un misógino terrible y eso queda patente en Senilia.

En Fráncfort, retirado del mundanal y violento ruido, Schopenhauer escribe la mayor parte de sus obras. Su aspecto exterior resulta llamativamente extraño, con ropas pasadas de moda, siempre acompañado de su caniche y confirmando que se siente un extraño entre extraños en su época, que también le resulta ajena: “Mi época y yo discordamos mutuamente”, dijo.

Sin embargo, la imagen del filósofo pesimista nunca dejó ver los árboles. “Sí da soluciones a grandes problemas. No es un pesimista nihilista como los estoicistas. Schopenhauer está en contra del hombre sin ilusión y acabado por dentro, ajenos a sus posibilidades de desmontar su destino”, aclara Manuel Suances, profesor en la UNED de filosofía y autor del libro Arthur Schopenhauer: religión y metafísica de la voluntad, que aprovecha para reeditar. “Él no quiere reprimir lo que nos da placer, él propone entenderlo para compensarlo, como planteaban los epicúreos. ¡El deseo es el motor de la vida, cómo vamos a apagarlo! ¡Habrá que aprender a utilizarlo!”, añade.

Es la crítica al deseo insatisfecho lo que más acerca a Schopenhauer al consumismo desatado del momento. Raúl Gabás, catedrático de filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en filosofía alemana del siglo XX, busca lazos con el genio alemán: “Dice que el que desea sufre, imagínate. Deseamos lo que no tenemos y piensa que a base de agitar el deseo el hombre no puede ser feliz. Eso en nuestra sociedad de consumo… Quiere apagarnos el deseo para librarnos del mal”, añade.

La manera es algo que no escapa a nadie: subir al monte a contemplar la naturaleza, recoger setas, extasiarse con una puesta de sol o escuchar al río pasar. Es decir, abandonarse a la contemplación para abandonar el deseo. “En la contemplación hay tranquilidad. En la oferta de bienes de nuestra sociedad está el azote. ¿En una situación de mileurismo de qué nos sirve toda esa oferta de productos? Estamos condenados a perseguir metas que se nos escapan constantemente”, habla Gabás de la existencia hipotecada.

La gran crítica que planteó al progreso es equiparable a la que se puede hacer hoy al capitalismo: “En la ilustración nadie pensó mal del hombre. El marxismo también confió ingenuamente en que el hombre iba a ser bueno”. Schopenhauer, a pesar de ser contrario al marxismo, coincidía con él en la solidaridad, en que la riqueza de uno estaba en los otros, porque ellos ayudan a superar la soledad, la tristeza y el egoísmo.
Contra la sed de poder

“Con su estilo pesimista se negó a hacer un panegírico a favor de lo bien que estaban los hombres: fue un hondo conocedor de la miseria humana”, explica para subrayar que lo que pudría al hombre de entonces es lo mismo que hace añicos al de hoy: la sed de poder y dominación. El querer ser más es una fuente fundamental de sufrimiento. A más deseo, más dolor.

En este aspecto, la dramaturga Angélica Liddell bebe directamente de Schopenhauer. Ha pasado su mejor verano en el Festival de Avignon representando dos espectáculos, La casa de la fuerza y El año de Ricardo. Al entrar en su página web nos recibe la siguiente cita: “La vida es una cosa despreciable. He decidido pasarme la existencia pensando en ello”, Schopenhauer, por supuesto. “En cualquier sociedad donde se esgrime la frivolidad, la superficialidad y la estupidez como arma arrojadiza contra el pensamiento, la belleza y la conciencia del dolor, se necesita el pesimismo, los pesimistas son los que se cuestionan la realidad, los que detectan el malestar, los que buscan soluciones”, resume la autora.

Así que el pesimismo permite comprender el conflicto de estar vivo y tratar de entender el mundo. “Hacer del pesimismo virtud me parece una de las políticas más sensatas posibles, y desde luego se puede vivir felizmente al tiempo que se preconiza “la impiedad del optimismo” (la expresión es suya) que nos rodea”, declara el escritor Ricardo Menéndez Salmón, para quien mucha gente no sabe que es schopenhaueriana. “La filosofía del viejo cascarrabias ha calado hondo en el mundo contemporáneo, sobre todo después del dolor universal procurado por la Gran Guerra. Yo diría que los dos filósofos de más éxito durante el pasado siglo fueron él y su discípulo más perspicuo: Nietzsche”.

A Schopenhauer hay que leerlo con la misma distancia con la que él escribió sobre la realidad y el dolor. Tan irónico como para reírse del mundo que se estetiza, tan sarcástico como para desmontar la sonrisa de una sociedad inexpresiva.
Fuente: http://www.publico.es/culturas/336737/schopenhauer/siglo/medio/cara/perro

SPAIN. 15 de septiembre de 2010

4 comentarios Schopenhauer: un siglo y medio a cara de perro

  1. JM

    Germán CANO, escribio en La Razon.es:

    Schopenhauer para novatos

    El día 21 se cumplen 150 años de su muerte. No conoció el éxito en vida, pero sigue presente en las obras de numerosos filósofos. Gracias a «Matrix» entendemos mejor su tremendo pesimismo

    Discúlpenme si por un momento les invito a ponerse metafísicos. Imagínense que se suspenden en un ánimo contemplativo, dejan de hacer lo que están haciendo –esa rueda de actividad infernal de la que nos hablará nuestro protagonista– y se plantean la hipótesis de que la vida de sus esperanzas y desvelos no es más que un sueño. ¿Recuerdan la película «Matrix», cuando Neo se veía obligado por Morfeo a elegir entre la píldora de la realidad y la del sueño feliz? ¿Qué escogerían ustedes? Arthur Schopenhauer (1788-1860) siempre lo tuvo más claro: la vida no vale la pena salvo, quizá, por el empeño intelectual de llevar a cabo un despiadado conocimiento de sus ilusiones. El alivio cierto de la muerte le llegó el 21 de septiembre de 1860 en su casa de Frankfurt tras una intensa vida dedicada a la reflexión filosófica al margen de la academia.

    Dinamitar la razón
    Aunque Schopenhauer escribió mucho, su obra principal: «El mundo como voluntad y representación» (1818), brinda la auténtica síntesis –metafísica, ética y estética– de todo su pensamiento. Sin duda, el carácter anómalo de esta obra dentro de la historia de la filosofía se explica por la heterogeneidad de sus influencias: la síntesis de doctrinas budistas e hinduistas, Platón y la doctrina kantiana. Influido por la filosofía hindú, que por entonces se había hecho accesible al lector occidental, Schopenhauer recoge la canónica distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno desde un sesgo original. Mientras que el mundo de la representación es identificado como un velo de Maya –volvamos a «Matrix»–, la voluntad de vivir –el fondo último– es una dimensión perpetuamente absurda e irracional.

    La ilusión de la historia
    Ahora bien, la «voluntad» de Schopenhauer es un principio metafísico infinito, pero también amoral. Su falta de determinación o de finalidad última es además índice de su libertad absoluta. No hay tampoco progreso en la historia, pues ésta es incapaz de «enseñar» propiamente nada importante al hombre. El cambio histórico es una mera ilusión superficial que nos hurta el conocimiento de lo eterno. «Ni las máquinas de vapor, ni los telégrafos pueden hacer jamás del mundo ‘‘algo esencialmente mejor”», afirmaba.

    Querer más al perro
    La respuesta de Schopenhauer consiste en negar el valor de la existencia de modo categórico: la vida es dolor, caducidad y miseria; la existencia, un completo sinsentido. La única salvación que el hombre puede esperar es la de su reposo en la nada para siempre. No en vano, afirmó que cuanto más conocía a los hombres más quería a su perro. Una anécdota revela su profunda misantropía. Se cuenta que el filósofo, rentista a lo largo de su vida, recibió en su apartamento a soldados leales al gobierno para que éstos pudieran disparar mejor contra la chusma durante la revolución liberal de 1848 en Frankfurt.

    No cabe duda de que para Schopenhauer el hombre era un lobo para el hombre. Su ética, claramente influida en este punto por el budismo, gira por consiguiente en torno al problema fundamental –básico en las religiones– de cómo contrarrestar con posibilidades de éxito el todopoderoso y ubicuo egoísmo. «El móvil principal y fundamental en el hombre, lo mismo que en el animal –dejó escrito–, es el egoísmo, es decir, el impulso a la existencia y el bienestar». Muy glosada (Cernuda, por ejemplo) es su famosa –y maliciosa– comparación del hombre con un puercoespín: un animal miserable deseoso de acercarse a otros para calentarse y buscar refugio en la intemperie, pero que corre el riesgo de pincharse con las espinas de los otros congéneres.

    Conforme a su intuición básica de que «toda vida es sufrimiento», Schopenhauer afirma la anterioridad ontológica del dolor respecto al placer; éste, a la postre, no es sino la ausencia momentánea de sufrimiento. De ahí también la fuerte carga ascética de esta reflexión: su búsqueda filosófica de un anonadamiento capaz de anular por completo todos los deseos egoístas del hombre, preso en los límites de su propia e ilusoria individuación. Prescindiendo de la muerte, sólo hay dos modos de escapar del círculo vicioso de esta voluntad incesantemente instigada a desear: la compasión y el arte.

    De Wagner a Houellebecq
    La obra de Schopenhauer ha ejercido influencia no sólo en filósofos y pensadores importantes (Nietzsche, Wittgenstein), sino en numerosos literatos y artistas. Caso especial merece Richard Wagner, quien reconoció en parte de su obra («El anillo») su enorme deuda con la cosmovisión pesimista del filósofo y su consideración de la música como arte metafísico por antonomasia. Freud, por su parte, no pudo por menos de reconocer en la crítica del autor alemán a los engañosos motivos conscientes del yo un destacado precedente del psicoanálisis y de la teoría del inconsciente que luego plasmó. En el mundo literario tampoco pasó desapercibido a escritores que van desde Borges, que aprendió alemán sólo para leer al filósofo, o Thomas Mann y muchos otros: Cioran, Proust, Bergson y, entre los vivos, Michel Houellebecq.

    Mal karma: Su obra tuvo poco eco editorial y académico
    Schopenhauer conocía la filosofía oriental e incorporó muchos de sus conceptos al pensamiento occidental, por lo que no se enfadaría si se aplica con él una de las doctrinas con más predicamento en Asia: el karma, una energía universal que convierte nuestros actos en sufrimiento para las próximas reencarnaciones. Schopenhauer tenía un carácter hosco que rozaba con la sociopatía. Mantuvo una mala relación con su familia y coetáneos del mundo académico y una confrontación con Hegel, al que intentó desbancar como el filósofo oficial de Alemania. Su examen para acceder a la docencia de la Universidad de Berlín estuvo marcado por el enfrentamiento con el propio Hegel, que formaba parte del tribunal que decidía su acceso. Aprobó, pero no cejó en su empeño: hizo coincidir sus clases con las del autor de la Dialéctica, con el fracaso como recompensa. Su labor docente apenas duró seis meses. Tampoco le fue mejor a su obra. «El mundo como voluntad y representación», que apareció en 1919, pasó desapercibida. La editorial, Brockhaus, apenas vendió 600 ejemplares en nueve años.

    Fuente: http://www.larazon.es/noticia/5048-schopenhauer-para-novatos

    SPAIN. 17 de septiembre de 2010

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  2. JM

    Sandra Ortega, escribio en El Mundo/Reuters:

    Se cumplen 150 anos de la muerte de Arthur Schopenhauer

    – A 150 anos de su muerte, la obra filosofica del pensador aleman Arthur Schopenhauer, autor de piezas como “El mundo como voluntad y representacion”, se mantiene como tema de estudio en escuelas de ensenanza media y superior de Mexico y Latinoamerica.

    Arthur Heinrich Floris Schopenhauer, por su nombre completo, fue tambien conocido como “El filosofo del pesimismo”, y su obra influyo definitivamente en portentos del pensamiento universal como Federico Nietzsche y Sigmund Freud, entre otros mas de su epoca.

    “Cuando queremos algo, sufrimos porque no lo tenemos.

    Podemos lograrlo, desear otra cosa (nuevo dolor) o ya no desear nada (hastio)”, es una frase que cifra el pensamiento que le valio a Schopenhauer el titulo de “El pesimista de Frankfurt”, donde vivio las ultimas tres decadas de su vida.

    Nacido el 22 de febrero de 1788, en Danzig, Gdansk (hoy Polonia), su padre lo preparo para el negocio familiar llevandolo en sus viajes por toda Francia y gran parte de Inglaterra, durante los cuales Arthur aprendio idiomas y adquirio una cultura general muy amplia, que reforzada con sus estudios y lecturas.

    Tras la muerte de su padre, el aprendiz de filosofo comenzo sus estudios clasicos, para pronto interesarse en la obra de Emmanuel Kant y del orientalista Maier, fuentes basicas de su filosofia.

    En 1919 publico su obra mas importante, “El mundo como voluntad y representacion”, que termino vendida como papel usado, ante su fracaso editorial.

    Luego quiso competir en Berlin con Georg Wilhelm Friedrich Hegel, quien se encontraba en lo alto de su prestigio como profesor de Filosofia.

    Ante un segundo fracaso, Schopenhauer abandono la Universidad con un gran desprecio por los “filosofos universitarios”, en general, y por Hegel, en especial, cuya filosofia la consideraba desquiciada.

    Pronto comenzo a estructurar su pensamiento con algunas ideas de Emmanuel Kant, de quien retomo la diferencia entre lo que percibimos (el fenomeno) y la cosa en si, que en el mundo se percibe como resultado de las representaciones humanas.

    A diferencia de Kant, el entendio que por el intelecto se accede al fenomeno, mientras el cuerpo acerca a la cosa en si y permite conocer el mundo en si mismo: “Voluntad, necesidad y deseo”.

    Para Schopenhauer, el instinto de conservacion (agresividad) y el instinto de conservacion de la especie (sexualidad) son los modos principales de esta voluntad de vivir, pues en el fondo, el mundo no es sino voluntad, deseo insatisfecho y anhelo insaciable.

    Respecto a la existencia, el filosofo aleman afirmaba que la vida oscila como un pendulo entre el dolor y el castigo, realidad para la que tiene una propuesta: “Huir del mundo sin que ello conlleve al suicidio, ademas de la contemplacion artistica y la vida etica”.

    Su filosofia influyo en el joven Federico Nietzsche, quien luego de leer “El mundo como voluntad y representacion” se hizo ferviente discipulo suyo, aunque sin conocerlo personalmente, porque para ese entonces ya habia muerto.

    Arthur Schopenhauer ejercio influencia sobre el pensamiento del entonces joven Sigmund Freud, quien antes de convertirse en el padre del psicoanalisis, se reuniera con otros colegas para leer a este filosofo aleman.

    Huellas de la filosofia de Schopenhauer tambien pueden distinguirse en las operas del compositor aleman Richard Wagner y en muchos de los trabajos filosoficos y artisticos del Siglo XX.

    Arthur Schopenhauer fallecio el 21 de septiembre de 1860, hace 150 anos, en Frankfort del Meno, Alemania, debido a una complicacion cardio-respiratoria.

    NTX/JCP/MCV

    Fuente: http://enelshow.com/news/2010/09/20/36995
    (Notimex).

    MEXICO.

    Reply
  3. JM

    La Agencia EFE publica:

    Llegan los últimos pensamientos de Schopenhauer 150 años después de su muerte

    Madrid, 20 sep (EFE).- Entre los papeles del legado póstumo de Arthur Schopenhauer había un volumen de 150páginas titulado “Senilia” en las que el maestro del pesimismo dejó sus últimas gotas de sabiduría, un libro inédito en España que ahora lanza Herder, junto a otras ediciones, para conmemorar el 150 aniversario de su muerte en Alemania, que se cumple mañana.

    “Esforzarse y luchar contra algo que se resiste es la necesidad más esencial de la naturaleza humana”, pensaba este genial filósofo que en “El arte de ser feliz” -otro título del lanzamiento- invita a lograr la felicidad mediante el ingenio y la prudencia práctica.

    El sello editorial publica también la biografía de Volker Spierling (Frankfurt, 1947) uno de los mayores expertos mundiales en Schopenhauer, y un libro de Manuel Suances Marcos que explora la concepción religiosa del filósofo alemán.

    “Schopenhauer nos enseña que sentir la desgracia ajena es algo estructural del ser humano, una parte esencial de la naturaleza en su máximo esplendor que es el hombre”, explica a EFE Suances, pues “estamos constituidos -dice- en el daño, previo a la felicidad que llega después”.

    A partir de este mensaje ético “fundamental”, Schopenhauer “dignifica la existencia”, añade Suances, profesor de Historia de la Filosofía moderna y contemporánea de la UNED, pues coloca a la compasión como “el norte de la verdadera actuación humana”.

    “Que antes que seres felices seamos seres dolientes es una realidad clave que nos hermana radicalmente -subraya-, algo que el filósofo alemán, buen conocedor del budismo, vio desde su profundo pesimismo ante lo absurdo del mundo y del ser concebido como voluntad ciega e insaciable”.

    “La compasión aparece cuando superamos, por el conocimiento, ese general egoísmo innato”, señala Suances, y desde ese sentimiento de identificación con el dolor se explaya toda la moral. Por eso, a su juicio, Schopenhauer tiene mucho que decir en nuestra época.

    “Senilia” contiene los pensamientos y meditaciones cotidianas de los últimos días de vida de Schopenhauer, anotaciones del día a día que dejó en páginas de reflexiones, recuerdos, consideraciones científicas, observaciones psicológicas, improperios e invectivas, esbozos y planes, reglas de buenos modales y máximas para la vida.

    Arthur Schopenhauer (1788-1860) es uno de los filósofos más representativos del idealismo alemán. De padre comerciante y madre escritora, ya de joven entró en contacto con personalidades como Goethe y Wieland.

    Su trayectoria como profesor universitario estuvo marcada por su confrontación con Hegel, quien gozaba de gran popularidad. Su influencia fue decisiva en Nietzsche y abrió camino a Freud y al psicoanálisis.

    Después de varios viajes a Italia y de intentos poco fructíferos para enseñar en la Universidad de Berlín, el filósofo acabó en Frankfurt los últimos 28 años de su vida.

    “El arte de ser feliz” es una auténtica joya con 50 reglas para la vida, pero que se excluyó de su legado filosófico por venir de un pensador que partía de una concepción pesimista, si bien Schopenhauer muestra la compatibilidad del pesimismo metafísico con el poder llevar una vida feliz.

    El libro reúne sentencias y máximas que el pensador de “El mundo como voluntad y representación” empezó a recopilar en 1822.

    “Ustedes piensan que todas las cosas del mundo estarían ahí incluso cuando nadie las viera ni se las pudiera representar”, se dirigía Schopenhauer a sus estudiantes cuando procuraba explicarles que no hay mundo fuera de la representación (que el mundo está en la cabeza del que lo imagina) y que el ser de las cosas consiste en “la forma de su representación”.

    Resumidas, esas palabras sintetizan el pensamiento del gran filósofo que Spierling desgrana en su biografía, desentrañando el fundamento pesimista a lo largo de toda su obra.

    Para Manuel Suances, autor de “Arthur Schopenhauer. Religión y metafísica de la voluntad”, el hecho de que el pensador pasara a la historia como el maestro del pesimismo no ha ayudado a ver que su teoría del conocimiento resulta genial.

    A la hora de responder a los grandes problemas como el mal, el dolor, la libertad humana o la inmortalidad, Schopenhauer se centró en la metafísica y la religión.

    Buscaba dibujar un mensaje ético válido para el hombre en su devenir. Según Suances, vio en el budismo a “un magnífico aliado”, y eso explica su influencia en la filosofía, la cultura y la concepción de la vida en todo el mundo.

    Fuente: http://www.google.com/hostednews/epa/article/ALeqM5g1LeHbB9kZ94-oSTHs7iSjJLzgew

    20 de septiembre de 2010

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  4. JM

    DW: publico:

    Arthur Schopenhauer: un pesimista con sentido del humor

    No esperar mucha felicidad para no ser muy infeliz, recomendó Schopenhauer, un pesimista por excelencia. Los académicos prefieren a Hegel o Nietzsche. Sus seguidores insisten en su legado, 150 años después de su muerte.

    “La vida se presenta como una continua mentira”, suspiraba el filósofo Arthur Schopenhauer, de cuya muerte en Fránkfort del Meno, el 21 de septiembre de 1860, se cumplen ahora 150 años. El secreto “para no ser demasiado infeliz”, recomendaba, estaría en “no esperar ser demasiado feliz”.

    Con sus aforismos, Schopenhauer se ganó el sitio del pesimista y huraño entre los filósofos de todos los tiempos pero, eso sí, su obra es considerada una piedra angular en la historia del pensamiento humano. Para mostrar nuevas facetas de este filósofo, la Sociedad Schopenhauer y el Instituto de Historia de la Ciudad de Fránkfort han organizado la exposición “Lo que mueve al mundo – Schopenhauer en Fránkfort “. Al mismo tiempo, la Universidad de esa ciudad celebra un congreso internacional en el que se discute su significación y vigencia.

    Sufrir, sufrir… y compadecerse

    El escritor alemán Thomas Mann lo consideraba “el más racional filósofo de lo irracional”. En su obra maestra “El mundo como voluntad y representación”, concluida en 1818, Schopenhauer dice haber descifrado el secreto de la existencia, con poco por lo cual alegrarse, por supuesto. En relación con los ideales de la Ilustración y la filosofía del siglo XIX, se le ve como un modernizador, que arremete escéptico contra la idea del ser humano racional que se desarrolla positivamente en virtud de su capacidad de aprendizaje moral.

    “Cambió radicalmente la visión sobre el mundo y el hombre”, dice Mathias Kossler, presidente de la Sociedad Schopenhauer y director de un centro de investigación sobre el filósofo en la Universidad de Maguncia. Cada historia de vida es para Schopenhauer una “historia de sufrimientos”, la libre voluntad sólo una ilusión y el hombre un ser regido por sus emociones y deseos. Consuelo y paz interior sólo pueden hallarse por la vía del ascetismo, o contribuyendo a aliviar el sufrimiento de otros. Sólo con compasión – el principio del bien – puede uno sobreponerse al egoísmo – el principio del mal.

    Sin embargo, que viva la alegría

    Schopenhauer se convierte así en pionero de una moderna ética de la compasión, que extiende hacia “todo lo que tiene vida”; pues el hombre no debe situarse por sobre la vida vegetal o animal, sino vivir en armonía con la naturaleza. Como filósofo ateísta, Schopenhauer es uno de los primeros en integrar a sus lecturas obras del budismo, el hinduismo y el brahmanismo, con los que comparte el reconocimiento de la futilidad de la dicha terrenal. Schopenhauer sería luego además una fuente de inspiración para el psicoanálisis.

    En el disfrute de las artes plásticas y la música sitúa el filósofo el camino hacia la salvación. A través del “gusto estético por lo bello” puede abolirse toda voluntad, deseo y pena. Pero, a pesar de su típico pesimismo, Schopenhauer es conocido también por inteligentes aforismos de signo positivo, como aquel que recomienda “abrir la puerta a la alegría cuando quiera que aparezca, pues ella nunca es inoportuna”.

    Vivir para la filosofía, no de ella

    “Lo considero ingenioso, agudo, del resto me abstengo”, diría el poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe en 1813 después de su primer encuentro con el veinteañero en Weimar. Goethe era visitante habitual de las noches de té en casa de la escritora Johanna Schopenhauer, madre de Arthur – cuenta Rüdiger Safranski, biógrafo de Schopenhauer. También ella se quejaba a menudo sobre el descontento de su hijo y terminó disgustándose con él.

    Schopenhauer nació en Danzig, en 1788, y creció en Hamburgo. Conoció Europa viajando con sus padres. El padre quería que fuera comerciante, como él, pero murió temprano y Schopenhauer se hizo filósofo, con ayuda de su madre – relata Safranski en su biografía “Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía”. Gracias a la herencia paterna, Arthur pudo estudiar en Berlín y Gotinga, para luego hacerse profesor y más tarde mudarse a Fránkfort del Meno – donde vivió para la filosofía y no de ella, como la mayoría de los profesores universitarios que odiaba.

    La fama lo alcanzó más tarde, pero una parte de la primera edición de su obra de juventud, “El mundo como voluntad y representación”, tuvo que ser destruida por falta de demanda. Al final de su vida, sin embargo, era venerado en Frankfurt como una rareza, con sus patillas y sus perros pudel, llamados sencillamente “Butz” o “Atma” (repiración o alma en sánscrito). Richard Wagner le envió una copia dedicada de su ópera “El anillo del nibelungo”.

    Fuente: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,6027200,00.html?maca=spa-newsletter_sp_Titulares-2358-html-nl

    ALEMANIA. 21 de septiembre de 2010

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