Por méritos académicos más que suficientes, el pasado 15 de febrero la Universidad Autónoma Metropolitana entregó el doctorado honoris causa a Pablo Latapí Sarre, miembro activo del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México, y quien fue hasta diciembre delaño pasado nuestro embajador ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Anteayer el pleno del Senado aprobó la designación de Homero Aridjis como nuevo representante de México ante ese organismo internacional, con sede en París.
El doctor Latapí, quien junto con otros destacados intelectuales iniciara de manera magistral hace 40 años las investigaciones interdisciplinarias sobre la educación en el país, agradeció el nombramiento con algunas reflexiones sobre los riesgos que hoy enfrentan las universidades mexicanas, las cuales constituyen verdaderas advertencias y señales de alerta para el cabal cumplimiento de su misión en la sociedad.
Con fundamento en la filosofía de la educación que ha venido construyendo después de tantos años de investigación y experiencia docentes, el doctor Latapí se refirió al objetivo de “excelencia” que hoy se proclama como obligatorio para las universidades; al concepto de calidad de la educación, del que todavía no se tiene una definición convincente; al conocimiento del cual se trata cuando se habla de la “sociedad del conocimiento”, y a la urgencia de romper con lo que él llama “la prisión del conocimiento racional”. Para el doctor Latapí hablar de excelencia en la educación sólo es legítimo si significa un proceso gradual de mejoramiento personal, pero es atroz si significa perfección, ya que la “excelencia” no es una virtud humana, conlleva la trampa de una secreta arrogancia, e irremisiblemente desemboca en el narcisismo y el egoísmo.
“La antinomia de ser mejor, sin por ello separarnos de los otros; de ser fuertes, sin por ello usar el poder para oprimir; de ser seguros, sin por ello ser arrogantes -afirmó el doctor Latapí-, seguirá siendo un reto educativo difícil, siempre irresuelto”. En congruencia con esta línea de pensamiento axiológico original, que valora la compasión y la solidaridad, el respeto, la veracidad, la sensibilidad a lo bello, así como la lealtad a la justicia y la capacidad de indignación, y a veces de perdón, como virtudes indispensables para nuestro desarrollo humano, para el doctor Latapí una educación de calidad es aquella que en la interacción personal y cotidiana entre maestro y alumno nos estimula a ser mejores, pero también nos hace comprender que necesitamos siempre de los demás, y que somos “seres-en-el-límite”, a veces triunfadores y a veces perdedores.
No es por tanto buscar cosas extravagantes, “como llenar las aulas de equipos electrónicos o multiplicar teleconferencias con premios Nobel”, y mucho menos debe confundirse con el “éxito” en el mundo laboral, entendido éste como referencia a los valores del sistema. Por lo mismo, no debe ser abordada desde teorías empresariales de la “calidad total”, como perversamente hoy se hace, ni desde la preocupación por mejorar la “oferta” comercial, para triunfar en la competencia del mercado, sino desde esas experiencias existenciales más profundas, que están ligadas con la dignidad del ser humano.
Con razón para el doctor Latapí el conocimiento que requieren las sociedades no es solamente aquel vinculado con la economía, sino también muchos otros conocimientos que tienen que ver con el sentido profundo de lo humano. “Las universidades -afirma el doctor Latapí- no existen sólo para crear y promover el conocimiento económicamente útil, sino todas las formas de conocer que requiere una sociedad.
“Por esto -añade- sostenemos que ellas son el hogar legítimo de la filosofía y las humanidades, de la historia, del teatro, la poesía y la música; defendemos también el profundo sentido humano de las ciencias naturales, y afirmamos el valor de lo inútil y de lo gratuito como parte de la misión de la universidad.
“Por esto también creemos en lo valioso de la convivencia de los diferentes en las comunidades universitarias, tan propia de nuestras universidades públicas. Por tanto, decimos sí a la sociedad del conocimiento que incluya la universidad de los saberes humanos, y advertimos contra la trampa de convertir a las universidades en fábricas de inventos prácticos; ellas son creaciones del homo sapiens, no las reduzcamos a talleres del homo faber.”
Por ello, igualmente el doctor Latapí advierte sobre la necesidad de que la educación universitaria profundice en la naturaleza del conocimiento científico, que busca explicaciones, y en sus limitaciones, y nunca desdeñe ni se cierre al conocimiento cultural, que busca significados. “Me horroriza -afirma con toda razón- una educación que excluya la compasión, que renuncie a la búsqueda de significados o que cierre las puertas a las posibilidades de la trascendencia”.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2007/03/03/index.php?section=opinion&article=017a2pol