Es doctor en Ciencia Social con la especialidad en Sociología, por el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. Cuenta con una maestría en Ciencia Social, con especialidad en Ciencia Política, por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México. Desde agosto de 2006 es profesor investigador de tiempo completo en la Universidad de las Américas Puebla. Ha sido catedrático en instituciones como UNAM, Universidad de Sonora, El Colegio de Sonora, BUAP, El Colegio de Puebla y la Universidad Iberoamericana Puebla.
La esencia de la teoría popperiana está en sustituir la pregunta básica de la filosofía política platónica por otra.
Karl Popper es uno de los filósofos más influyentes del siglo XX. Presentó su teoría de la democracia en su libro La sociedad abierta y sus enemigos, escrito durante la segunda guerra mundial, en el exilio, mientras su país, Austria, estaba ocupado por los nazis. Polémica, original, y con sólidos fundamentos, dicha teoría da luz sobre la situación de las democracias contemporáneas, la mexicana incluida.
La esencia de la teoría popperiana está en sustituir la pregunta básica de la filosofía política platónica por otra. Para Platón la pregunta era “¿quiénes deben gobernar el Estado?” Parece una buena pregunta, pero como demuestra Popper es inútil porque no nos lleva a ningún lado. La respuesta es obvia: deben gobernar los mejores, los más sabios. La cuestión es dónde encontrarlos y cómo seleccionarlos. Hay además distintos tipos de sabiduría, y no todos son útiles para gobernar. Además, ¿qué sucede si el sabio, una vez en el poder, se corrompe y se torna en déspota?
Popper cambió la pregunta: “¿En qué forma podemos organizar las instituciones políticas a fin de que los gobernantes malos o incapaces no puedan ocasionar demasiado daño?” La complementó después con otra: “¿cómo podemos deshacernos de los malos gobernantes sin derramamiento de sangre?”
Parece una pregunta mexicana. Recuerda desde luego el aforismo callista: México debe pasar de ser el país de un hombre fuerte para ser un país de instituciones y leyes. Pero me interesa más lo que nos dice sobre las elecciones mexicanas del siglo XXI: ¿qué importa más, quién gane la elección, o el contexto institucional al que llega y desde el que va a gobernar? La respuesta agrupa las principales posiciones en torno a nuestras últimas elecciones presidenciales. Para algunos la persona que ganó, o más bien, que perdió, es lo decisivo. Para otros lo decisivo es el arreglo institucional del país, que abarca un amplio espectro (opinión pública, elecciones, división de poderes, federalismo). La teoría de Popper va con los segundos.
Pero el hecho de que lo fundamental sean las instituciones no significa, y el filósofo austriaco lo precisa, que las personas no cuenten. “Las instituciones son como las naves”, escribe, y con malos tripulantes las naves no llegan a buen puerto.
La teoría de Popper deja de lado visiones utópicas y perfeccionistas. Para él la democracia dista mucho de ser un sistema perfecto, pero es inmensamente preferible a su contrario, la tiranía. Habría que añadir que las instituciones democráticas, sin pretender nunca la perfección, son la mejor base conocida para ir resolviendo de manera eficiente los múltiples problemas públicos.
Fuente: http://www.e-consulta.com/2012/index.php/2012-06-13-18-41-29/articulistas/item/relectura
4 de octubre de 2012