Ha fallecido Rafael Alvira (1942-2024), ese filósofo sabio y culto, de voz rasgada y argumento original, que hacía pensar y disfrutar al mismo tiempo a todos cuantos se acercaban a él. Políticamente incorrecto, amante del diálogo y la tertulia, firme defensor de la libertad, políglota empedernido, de trato exquisito y entrañable, Rafa Alvira, como era popularmente conocido, fue capaz de generar, con Leonardo Polo, Alejandro Llano y Álvaro d’Ors, entre otros muchos, un debate intelectual en el campus de la Universidad de Navarra de similar altura a los que luego me he encontrado en las mejores universidades americanas.
Siendo un joven estudiante de bachillerato, tuve la enorme fortuna de poder asistir a un curso que impartió en Pamplona sobre historia de la filosofía antigua. Me cautivó entonces su capacidad de dialogar ficticiamente con Tales de Mileto, Anaximandro, Heráclito de Éfeso, Pitágoras, los sofistas, Sócrates, Platón o Aristóteles, como si fuera uno más. Desde entonces, mi amor a la filosofía, aunque no me haya dedicado profesionalmente a ella, no ha hecho sino crecer. Posteriormente, coincidimos muchos lustros como colegas del claustro de la Universidad de Navarra e incluso como decanos, él de Filosofía y yo de Derecho. Fue entonces cuando pude comprobar que su deseo de servir a los demás (profesores, alumnos, personal no docente), se había convertido en el auténtico motor de su vida.
Alvira supo atraer talento a la universidad española e iberoamericana, contribuyó a la internacionalización de la Universidad de Navarra, conectó brillantemente la empresa con el humanismo a través del Instituto de Empresa y Humanismo y llevó su amor apasionado por la filosofía a todos los rincones del mundo. Conferenciante de campanillas, Alvira se ganaba los auditorios con su silencio, sus sencillos gestos, su ingenioso humor, su fina ironía, su anécdota y categoría.
Aunque Rafael Alvira nos dejó una importante obra escrita, que no es el momento de evaluar, lo que realmente le caracterizó fue la excelencia de su magisterio oral. Allí brillaba con luz propia, como los filósofos más originales. Sin servirse de papeles, sus argumentos fluían espontáneamente, por connaturalidad, quizás porque Rafa siempre fue un lector infatigable, un minucioso observador de la realidad y un verdadero experto en humanidad.
Las deliciosas palabras escritas por Eugenio d’Ors en su Flos sophorum, sobre los maestros resuenan hoy, con una armonía singular, en honor del Rafael Alvira: «¡Bienaventurado, no me cansaré de repetirlo, quien ha conocido maestro! Porque ese sabrá pensar según cultura e inteligencia. Habrá gozado, entre otras cosas, del espectáculo, tan ejemplar y fecundador, que es el de la ciencia que se hace, en lugar de la ciencia hecha, que los libros nos suelen dar. Quien aprende ciencia en el libro, corre peligro de volverse escientista, es decir, dogmático de lo sabido; quien, al contrario, recibe lección de maestro sabrá más fácilmente conservarse humanista, porque no se olvidará de la relación entre el producto científico y el hombre que arbitra y crea: y así él tendrá el culto del espíritu creador; no la esterilizante superstición del resultado».
Gracias, profesor Alvira; gracias, Rafa. Descansa en Paz.
Notas
Rafael Domingo Oslé es Jurista y catedrático, especialista en Derecho romano, Derecho comparado, Derecho global, derecho y religión, y teoría del derecho. Actualmente, Domingo Oslé es titular de la Cátedra Álvaro d’Ors de la Universidad de Navarra. Coedita el «Journal of Law and Religion» (Cambridge University Press) y la colección «Raíces del Derecho» (Aranzadi).
Fuente: https://www.nuevarevista.net/rafael-alvira-y-su-magisterio-oral/
8 de febrero de 2024