Con motivo de las Primeras Jornadas de Filosofía, realizadas del 19 al 21 de septiembre de 2011 y con las que la Universidad Autónoma de Chiapas pone en marcha la licenciatura en Filosofía, en su Facultad de Humanidades
«Pero ahora, después que empecé a confiar a los documentos literarios las cosas que aprendí en común contigo, e ilustrar en letras latinas aquella antigua filosofía nacida de Sócrates, te pregunto qué razón hay para que, escribiendo muchas cosas, pases por alto este género, sobre todo cuando tú mismo sobresales en él y este estudio y todo este asunto mucho aventaja a los demás estudios y artes.» (Cicerón, Cuestiones Académicas.)
«A la Filosofía no le corresponde informar sobre el presente –aunque algunos profesores de Filosofía piensan que ésta es la única tarea sustantiva que puede reclamar la Filosofía; esta tarea, por importante que sea, es desempeñada por la Enciclopedia. La Filosofía debe suponer esa información ya dada, en una medida nunca colmada, para proceder al análisis de la misma. Es en este análisis donde encontramos sistemas de Ideas objetivasque, en parte, estuvieron ya presentes en los tiempos de Demócrito o de Platón. Es únicamente sobre el supuesto de la efectividad, históricamente dada, de estas Ideas objetivas (es decir, no subjetivas, simples «pensamientos», o «contenidos mentales»), Ideas objetivas dadas en el material mismo constitutivo de la realidad, como puede ser entendida la posibilidad de una filosofía académica, en cuanto disciplina dotada de rigor sui generis, forjado en una tradición milenaria. No es preciso, para nuestro propósito, decidir si estas Ideas –Causalidad, Estructura, Espacio, Identidad, Posibilidad, &c.– son buenas o malas, verdaderas o falsas, odiosas o agradables. Basta constatar que están dadas, que nos envuelven y que no podemos considerarnos liberados de ellas (quien ordena científicamente huesos jurásicos, trabaja dentro de la Idea de Tiempo y puede tener una representación de esta Idea completamente mitológica, sin perjuicio del rigor científico de su tarea de ordenación).» (Gustavo Bueno, Ensayos Materialistas.)
El fragmento de las Cuestiones Académicas de Cicerón que presiden este artículo consigna el diálogo entablado por éste y Varrón, a quien pregunta en efecto Marco Tulio al inicio mismo del libro sobre las razones por las que no se había abocado aún al tratamiento de cuestiones filosóficas, cuyo estudio y meollo en ‘mucho aventaja a los demás estudios y artes’. El evento al que recientemente hemos podido asistir puede acaso ser interpretado a la luz de esa pregunta crucial de Cicerón.
En efecto, convocadas con un título desde el que se quiso indagar sobre La importancia de la filosofía y las humanidades en la actualidad, tuvieron lugar las Primeras Jornadas de Filosofía en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Chiapas, del lunes 19 al miércoles 21 de septiembre. El evento se organizó en el marco de la puesta en marcha de la licenciatura en Filosofía de la misma facultad y universidad.
Fueron tres días de actividades en el que se dieron cita académicos, investigadores y alumnos procedentes fundamentalmente de las carreras que conforman la oferta educativa de la Facultad de Humanidades: Bibliotecología, Comunicación, Lengua y Literatura Hispanoamericana, Pedagogía y, en efecto, la recién inaugurada licenciatura en Filosofía (en la que están inscritos, como primerísima generación de la carrera, un aproximado de veinte a veinticinco alumnos). Fue notable la participación y presencia de mujeres a lo largo de las actividades programadas.
En virtud del carácter literalmente introductorio tanto de las Jornadas como de la carrera misma de filosofía, el contenido de las ponencias y presentaciones fue diseñado con el propósito de acercar de manera pre-ambular al ánimo de los estudiantes la pluralidad de perspectivas, escuelas, temas, contenidos, ideas y ángulos problemáticos que conforman el corpus sustantivo de la filosofía, las ciencias sociales y las humanidades en general: cuestiones relativas a ideas como memoria, sujeto, vida, felicidad, historia o praxis política; perspectivas desde las que se conjuga dialécticamente la filosofía con la educación, la poesía, la literatura, las humanidades y las ciencias sociales; cuestiones implicadas en la enseñanza de la filosofía en las instituciones de Educación Superior; la historia de la filosofía en Hispanoamérica y en México; la exposición de contenidos de carácter constitutivo del estudio de la filosofía como lo son el de la historia de la metafísica occidental (a este respecto, quiero felicitar al maestro Rigoberto Martínez, cuya exposición sobre la historia de la metafísica fue en verdad ejemplar y consistente: la más filosófica de todas las comunicaciones de las Jornadas, en definitiva); o la exposición de diversas plataformas o Escuelas de filosofía, como lo son la plataforma indigenista desde la que se estudia la por sus promotores así llamada «cosmovisión maya prehispánica» (y en la que nos ha sido difícil, si no es que imposible distinguir el plano mitológico-ideológico del estricta y rigurosamente filosófico-crítico y dialéctico), la plataforma del materialismo filosófico de Gustavo Bueno desde la que se ha constituido lo que se conoce como Escuela de Filosofía de Oviedo, o la plataforma aristotélico-tomista, es decir, católica, desde la que, en amena presentación por parte de don Alejandro Martín, se ofrecieron algunas consideraciones en torno la filosofía y la vida moderna.
Y fueron varios también los formatos con arreglo a los cuales fueron dispuestas las actividades: ponencias presenciales, conferencias virtuales (por Skype) desde la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, proyección de videos (el programa que sobre la filosofía en México formó parte del programa especial Discutamos México, fragmentos de una entrevista con el profesor Gustavo Bueno) o lectura en voz alta de textos filosóficos.
Nadie podría poner en cuestión el hecho de que los alumnos y participantes de las Jornadas hayan sido puestos en contacto –y para muchos muy seguramente por vez primera– con autores fundamentales de la tradición filosófica y humanística occidental: Parménides, Platón, Aristóteles, Francisco Suárez, Leibniz, Espinosa, Hegel, Marx, Vasconcelos, Caso, Zea, Revueltas, de Gortari, Steiner, Heidegger, Gustavo Bueno.
El evento estuvo marcado, nos parece, por un muy característico interés del público participante, que, sin perjuicio de estar en muchas ocasiones escuchando términos de carácter acaso árido o abstracto en demasía –lo que termina por producir desafortunados aunque acaso inevitables efectos disuasorios o de aburrimiento–, no podríamos considerarlo como desprovisto de un entusiasmo y de una energía en las que, a través de la participación y atención de muchos, nos fue posible captar una avidez intelectual genuina y encomiable.
Es evidente, por lo demás, que mentiríamos si dijéramos que el cien por ciento del auditorio estuvo atento a todas y cada una de las exposiciones de estas nuestras primeras jornadas (es prácticamente imposible que algo así suceda en cualquier foro o encuentro académico), o si dijéramos que, de principio a fin, todos y cada uno de los alumnos estuvieron al borde de su asiento, sometidos en tensión teorética ante la totalidad de las ponencias, pero lo cierto es que, como ya decimos, sí que nos fue dado advertir un ambiente –digamos que– generalizado de interés filosófico de noble catadura: uno de los jóvenes participantes de las Jornadas, de nombre Gabriel, se nos acercó por ejemplo para preguntarnos sobre la filosofía de Gustavo Bueno, a quien ya había visto con gran interés y sacudimiento intelectual en los videos disponibles en Youtube (sobre todo los videos en donde discute cuestiones relativas a las profecías, a la religión y al ateísmo, aunque conocía también, por ejemplo, la interesante entrevista de 1978, con Fernando Sánchez Dragó). Además de eso, Gabriel había dado ya inicio a la lectura de José Revueltas, al que llegó a través de las referencias hechas por mí a su obra y legado intelectual y político. El ejemplar de ¿Qué es la filosofía? del profesor Bueno que llevaba conmigo quedó en sus manos.
Pero había más alumnos que manifestaron un gran entusiasmo. Uno de ellos, cuyo nombre nunca supe, se acercó al estrado preguntando sobre el programa de las Jornadas, manifestándonos su interés desbocado por la filosofía al que había llegado a través de las clases fascinantes de un profesor suyo que había tenido. El profesor era cura, nos dijo, pero le había literalmente removido las estructuras de su entendimiento al hablarle de Espinosa, de Leibniz, de Hegel, de la idea de Dios.
Había otro alumno también en las jornadas, proveniente directamente del seminario (iba para cura), que a la postre decidió abandonar para inscribirse en la carrera de filosofía. Me dijo que todas las discusiones que en el seminario tuvo, como no puede ser de otra manera, eran de carácter filosófico: ‘para entrarle a la teología –me dijo más o menos– sólo lo puedes hacer desde la filosofía’.
Había un tercer grupo de estudiantes. Dos o tres jóvenes y otro tanto de chicas. También estaban inscritos en la carrera de filosofía. Luego de una intervención que hice tras la presentación del programa dedicado a la filosofía en la serie Discutamos México, los jóvenes se me acercaron en el intermedio, atraídos por la manera en que arremetí contra algunos de los comentarios y juicios que sobre el papel de la filosofía se hicieron en dicho programa (el tenor de la supuesta discusión en cuestión era de un nivel retórico y sofístico literalmente clásico: no se movió nadie de los contertulios fuera de los límites del fundamentalismo democrático, del idealismo político, del relativismo y de la sofistería ramplona desde la que se defiende la tesis de que lo que la filosofía propicia, o debe propiciar, tal sería entonces su papel, es el «diálogo democrático»). Estos jóvenes encontraron interés en la tensión crítica que se produjo al contradecir dialécticamente el contenido del debate referido. Se quedaron a mi parecer con un gran entusiasmo intelectual y crítico, presos de alguna manera del fascinante nervio filosófico de la dialéctica.
En realidad, y para decirlo todo, con que estos siete o nueve o diez alumnos hayan quedado en efecto atrapados por la razón apasionada de la filosofía se podrá considerar que el propósito de las Jornadas habrá colmado con soberanía y soltura sus expectativas.
El programa se ordenó en función de los siguientes temas y cuestiones:
Lunes 19 de septiembre: Sujeto, memoria e historia (por Daniel Hernández), Filosofía y praxis política en las Instituciones de Educación Superior (por Octavio Reza Becerril), La filosofía en la educación superior (por Raúl Trejo Villalobos), Lectura en voz alta (Sobre la filosofía, con textos de Leopoldo Zea, Luis Villoro y Mauricio Beuchot) y Filosofía y poesía (por Gustavo Ruiz Pascasio y Ricardo Cuéllar).
Martes 20 de septiembre: Proyección del video La filosofía en México (de la serie Discutamos México), Referencias temáticas y bibliográficas para el entendimiento de la metafísica (por Rigoberto Martínez), Elementos filosófico-educativos en la cosmovisión maya prehispánica (por José Luis Madrigal), Introducción al materialismo filosófico de Gustavo Bueno (por Ismael Carvallo) y 70 años de enseñanza de la filosofía en México (videoconferencia desde la FFyL de la UNAM por Victórico Muñoz).
Miércoles 21 de septiembre: La filosofía de las ciencias sociales y humanas (por Juan Carlos Cabrera), Filosofía y vida moderna, ¿necesidad o incompatibilidad? (por Alejandro Martín), La incidencia de la filosofía en la sociedad mexicana (videoconferencia desde la UNAM por Gabriel Vargas Lozano), Filosofía y literatura (por José Martínez Torres y Antonio Durán Ruiz) y Teoría y filosofía de la educación (por Leticia Pons Bonals).
Sin perjuicio de reconocer que es largo el derrotero que como institución ha de recorrer la Facultad de Humanidades de la UNACH, es lo cierto que con la puesta en marcha de la carrera de filosofía se ha dado un paso decisivo en el proceso de decantación y maduración histórica de la facultad y de la propia Universidad Autónoma de Chiapas. Porque el surgimiento y la presencia de la filosofía como disciplina institucionalizada y consolidada doctrinaria y académicamente no es en modo alguno un fruto de la generación espontánea, sino que se nos ofrece históricamente como el índice de la madurez y consistencia orgánica y, vale decirlo, política, de una entidad determinada (de una universidad, de una sociedad política, de un Estado nacional): la filosofía, al constituirse como saber de segundo grado que se abre paso y se implanta políticamente entre medio de los saberes de primer grado, se talla por tanto a la escala de la dialéctica general de configuración política e histórica (e intercalada con los saberes de orden científico, militar, religioso, tecnológico) de la ciudad. Dice el profesor Gustavo Bueno:
¿Por qué llamamos política a la implantación de la filosofía a la que hemos llegado como consecuencia de la crítica de la conciencia gnóstica? El motivo puede exponerse de un modo muy sencillo: «política» se toma aquí en su sentido clásico –el de Platón–, como adjetivo de las estructuras de la conciencia dadas en la república, en la ciudad. La tesis de la implantación política de la filosofía quiere decir, sencillamente, que la conciencia filosófica, lejos de poder ser autoconcebida como una secreción del espíritu humano que, por naturaleza y desde el principio (in illo tempore), tiene un afán de saber, o como el impulso de una «existencia arrojada» que, según su constitutivo ontológico, se pregunta por el ser (Sein und Zeit, & 2 y 3), debe ser entendida como una formación histórico-cultural, subsiguiente a otras formas de conciencia también históricas, y precisamente como aquella forma de conciencia que se configura en las constitución de la vida social urbana, que supone la división del trabajo (y, por tanto, un desarrollo muy preciso de diversas formas de conciencia técnica), y de la conexión con otras ciudades en una escala, al menos virtualmente, mundial, «cosmopolita». De este modo, la conciencia filosófica se nos aparece, diaméricamente, vinculada con otras formas de conciencia, y formalmente con la conciencia política, que, a su vez, está interferida con la conciencia moral y con la razón económica.» (Ensayos Materialistas., págs. 254 y 255.)
En este sentido, queremos felicitar muy sentidamente a nuestro querido amigo, el Dr. Raúl Trejo Villalobos, cabeza y motor tanto de la licenciatura en filosofía como de las Primeras Jornadas de Filosofía que aquí muy brevemente hemos querido reseñar.
No pudo haber sido sino alguien como él para que, en su carácter de apasionado vasconcelista (preso como pocos privilegiados lo son de la «desesperación vasconcélica»), haya tenido la altura suficiente de miras como para, primero, preguntarse como Cicerón por las razones merced a las cuales se había pasado por alto este género de saber que ‘mucho aventaja a los demás estudios y artes’, y, después, para poner en consecuencia las manos a la obra como hombre de acción.
Es a través suyo que, a nuestro juicio, la Universidad Autónoma de Chiapas y su Facultad de Humanidades pueden pasar a considerarse como parte de esa clase de personas o de instituciones que podrían definirse parafraseando la fórmula canónica de José Revueltas según la cual el hombre y su pensamiento, como cualquier otra materia, obedecen a una ley de perpetuación dialéctica. El hombre superior hace consciente en sí mismo esta ley y encuentra la filosofía.
¡Enhorabuena!
Fuente: http://www.nodulo.org/ec/2011/n115p04.htm
El Catoblepas • sumario del número 115 • septiembre 2011
SPAIN.