Popper y los populistas

En el fondo, las cosas son muy sencillas. Sota, caballo y rey. No hay mucho más. Y, para los que no lo tengan claro, sirvan estas líneas para recomendar la lectura de Popper y su disección en La sociedad abierta y sus enemigos de lo que allá por los años cuarenta (escribió el libro en plena Segunda Guerra Mundial) entendía él que era el totalitarismo y sus orígenes. Sea dicho esto a raíz de las exégesis que del populismo se hacen en el presente. Quepa partir de un punto no por polémico, menos evidente a poco que se reflexione: el populismo es la siguiente vuelta de tuerca de las perpetuas tendencias oscurantistas y tribalistas humanas que en los años veinte y treinta parieron el totalitarismo. No es que el populismo sea lo mismo que el totalitarismo, del mismo modo que un automóvil no es lo mismo que un carruaje con caballos, pero ambos forman parte del mismo todo, tienen idénticas raíces y, en última instancia, se mueven alrededor de las mismas motivaciones y objetivos.
La exégesis del populismo, desde la victoria de Trump el pasado noviembre, se materializa en el esfuerzo de no pocos autores por diferenciar dos tipos de populismos: el de derechas, que sería el malo, yel de izquierdas, que para dichos autores, no sería tan malo. Si por ellos fuera, el populismo de izquierdas no sería considerado populismo, porque son conscientes que la palabra tiene hoy en día connotaciones negativas en el imaginario popular. Pero como, tristemente, los propios populistas de izquierdas se definen a sí mismos como tales e incluso hacen motivo de orgullo de ello, no queda otra que asumir el término y proceder, como mal menor, a tratar de vituperar como populistas malos a unos (los de derechas) y buenos a otros (los de izquierdas).

Bueno, a Popper también le caía en principio bastante mejor Marx que Hegel, pero no por ello se engañaba acerca del origen marxista del totalitarismo de izquierdas del siglo XX, como tampoco lo hacía del origen hegeliano del totalitarismo alemán de derechas del siglo XX. Es decir, tratar de establecer supuestas fronteras entre el populismo de izquierdas y el de derechas considerando que uno es mejor (o menos malo) que el otro es, en el mejor de los casos, una ilusión y me temo que, en la mayoría de ellos, un ejercicio de tendenciosidad derivada de un análisis puramente ideológico e interesado de los hechos. Pretender, como he leído hoy mismo en una columna como esta, que el populismo de izquierdas es mejor que el de derechas porque no es racista es como decir que una rosa amarilla no es una rosa porque su color es raro. ¿Dejará de ser el mismo tipo de flor sea cual sea su color? Igual con las ideologías. El populismo de derechas acostumbra a organizar la dialéctica amigo-enemigo entre el pueblo/raza elegido frente a los extranjeros/inmigrantes/refugiados/razas que lo contaminan. El de izquierdas organiza esa misma dialéctica entre el pueblo/gente buena y oprimida frente a la casta/ricos y explotadores. Pero ambos hacen lo mismo, dividir la sociedad en grupos impermeables, necesariamente enfrentados, que no pueden dialogar y que están condenados al conflicto. ¿Qué más dará que la excusa sea el color de piel o la cantidad de dinero en el banco? La lógica es la misma.

El populismo es un modelo político alternativo a la democracia liberal que adopta unos u otros ropajes en función de dónde se desarrolle. En los países ricos suele ser racista, xenófobo, nacionalista, lo que vulgarmente conocemos como de derechas. En los países pobres es descamisado, revolucionario y altermundista, lo que vulgarmente conocemos como de izquierdas. En ocasiones, puede incluso ser independentista. Se adapta a las circunstancias del medio, pero siempre comparte unas características comunes: concebir a la sociedad como un todo uniforme y homogéneo (el pueblo, la gente), localizar a un enemigo causante de todos los problemas de dicha sociedad (el México de Trump o la Unión Europea de Farage, pero también la casta de Pablo Iglesias), negar todo posible diálogo y transversalidad política y concebir la vida pública como una lucha en la que necesariamente ha de haber vencedores y vencidos, organizarse alrededor de un movimiento popular que dice no ser un partido y que se funda en la denigración de la vida parlamentaria e institucional propia de la democracia liberal, establecer una relación carismática (mesiánica, incluso) entre el líder populista y el pueblo fortaleciendo con ello el poder Ejecutivo y debilitando el resto de poderes del Estado (el ejemplo venezolano es de manual), apelar por el cierre de fronteras, el enrocamiento en la identidad nacional y la ruptura con todo tipo de multiculturalismo en lo social, multilateralismo en lo político y libre comercio internacional en lo económico.

Es la misma música de tantas y tantas veces en el pasado. Cambian los intérpretes, pero se mantiene la partitura. Por eso, a tantos totalitarios de izquierdas les ha gustado siempre tanto el ideólogo por excelencia de los totalitarios de derechas: Carl Schmitt. Porque la verdadera diferencia nunca ha sido entre derecha e izquierda, sino entre libertad y tiranía. Como dijo el Señor, por sus actos los conoceréis. Por tanto, recomendación: ignoren las formas y vayan al fondo. Y, en el fondo, Trump apela a la misma gente que Pablo Iglesias (los empobrecidos por la globalización), denigra a muchos de los mismos (las élites) y ofrece la misma solución (destrozar el libre comercio y confiar en él como salvador de la patria).

Por esto llevo tanto tiempo pensando que el Derecho no es una ciencia o, cuando menos, no es tratado como tal por la mayoría de sus propios actores. Pues en ninguna ciencia se aceptaría que, tras haberse comprobado un hecho, siguiera habiendo personas que sostuvieran ideas manifiestamente contrarias y, aun así, fueran escuchadas y valoradas como opiniones respetables. Que en el siglo XXI se defienda el populismo (en cualquiera de sus modalidades) es como que se defienda el sistema ptolemaico. Una sandez como un piano.

Lo malo es que a muchos de los que defienden el populismo se les toma en serio.

Fuente: http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2016/12/10/popper-populistas/789531.html

10 de diciembre de 2016. ESPAÑA

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