Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior – Redes (Buenos Aires).
A la hora de hablar de la técnica, rara vez se considera que la filosofía tenga algo para decir al respecto. Será porque la técnica aparece ligada a los artefactos y la filosofía a la reflexión intelectual, o porque quienes se interesan en máquinas y aparatos no creen que algo les pueda aportar el detenerse a considerar cuál es la naturaleza de la relación que establecen con ellos, el hecho es que para el sentido común poco tiene que decir la filosofía acerca de qué es lo técnico y cómo influyen los artefactos en nuestra relación con el mundo. Sin embargo, ahí están, obstinados, quienes desde la filosofía han cuestionado la naturalización de la técnica y su papel en el mundo que habitamos.
El libro La respuesta a la pregunta. Metafísica, técnica y valores, editado por Diego Lawler y Jesús Vega, es una muestra de ello. A lo largo de los trabajos que lo componen, los editores y los autores invitados abordan diversas aristas de la cuestión de la técnica, desde una mirada filosófica actual que no rehúye el diálogo con otras disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales.
El campo de la filosofía de la técnica no es nuevo, si bien tampoco goza de demasiada visibilidad. Y no es que le falten precursores ilustres. Entre los más destacados por sus aportes a este campo se encuentran filósofos de la talla de John Dewey y Martin Heidegger. Fueron ellos quienes comenzarían a abrir el camino que llevó a la filosofía contemporánea a considerar la técnica como un objeto genuino de reflexión. El primero de ellos, desde una concepción instrumentalista, postuló a la praxis como una forma privilegiada de conocimiento y sostuvo el carácter esencialmente experimental y tecnológico de la ciencia. La obra de Heidegger, en tanto, daría el impulso decisivo para que la técnica fuera considerada a la luz de la filosofía. El pensador alemán ubicó a los objetos técnicos en el papel de mediadores fundamentales de la relación del ser humano con el mundo: nos situamos en la realidad de manera práctica y corporal, antes que conceptual, y eso se manifiesta día a día en diversas actividades mediadas por los artefactos que construimos. Así, para Heidegger, la técnica es lo que hace posible nuestra experiencia como humanos, al constituir el “lente” a través del cual se ve el mundo y se opera sobre él. El costo de ello es, sin embargo, que el planeta entero pasa a ser visto como un reservorio de recursos puestos a disposición del uso instrumental del ser humano.
Sabrá el lector disculpar esta digresión en torno de Heidegger, que viene a cuento puesto que ya desde su título el libro que nos ocupa propone una conversación con La pregunta por la técnica, la principal contribución heideggeriana en este terreno. Claro está que Lawler y Vega aclaran pronto que su propósito es más modesto que el de dar una respuesta definitiva a esa pregunta: su libro pretende hacer objeto del pensamiento aquello que suele estar oculto o velado por cierta naturalización, esto es, la relación humana con la tecnología. Los autores explicitan sus contrastes con el filósofo alemán: la mirada que proponen sobre la técnica los aleja de las concepciones que ven una marcha hacia la autodestrucción de la especie humana guiada por el paso ciego e incontrolable del desarrollo tecnológico. Para quedar a resguardo del pesimismo, Lawler y Vega se apoyan en las categorías de agencia humana y valor. El ser humano es, con su acción, el personaje central de nuestro mundo, y a través de su libertad determina el valor que han de adquirir los productos de su actividad, incluido el de la técnica.
Las nociones de agencia y valor atraviesan también varios de los trabajos que se incluyen en el libro: nueve artículos y cuatro simposios sobre obras publicadas en el ámbito de la filosofía de la tecnología en español a lo largo de la última década. Los autores de estos trabajos comparten la preocupación por la problemática de la técnica desde una perspectiva filosófica, si bien en La respuesta a la pregunta también tienen espacio puntos de vista como los de la historia y la sociología de la tecnología. Ello resulta lógico si se tiene en cuenta que la filosofía de la tecnología puede ser considerada, al mismo tiempo, como una de las aproximaciones que componen el campo más amplio de los llamados “estudios sociales de la ciencia y la tecnología”, o, indistintamente, “estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad”. Caracterizado por proponer un acercamiento interdisciplinario a la problemática de la ciencia y la tecnología en las sociedades contemporáneas, este campo ha sido capaz de trascender las barreras rígidas que suelen separar a los diversos compartimientos del saber, en pos de brindar abordajes que den cuenta de la complejidad intrínseca de este ámbito de cuestiones.
Libros como el que nos ocupa son un aporte más para traer a la técnica desde la periferia de la reflexión filosófica y humanística hacia el centro del escenario. Va siendo tiempo de hacerlo, si se tiene en cuenta que la tecnología es omnipresente en la mediación con el mundo material y en nuestras relaciones sociales: somos una especie que ha hecho de los artefactos una parte esencial de su medio ambiente y de sus habilidades sociales e intelectuales. Quienes se interesen en estos temas apreciarán, a través del libro, la variedad de enfoques desde los que la filosofía y las ciencias sociales en general abordan las problemáticas centrales de la cuestión técnica. La diversidad es un desafío que constantemente enfrentan quienes trabajan en este ámbito de problemas, ya que exige un esfuerzo por articular nociones no siempre coincidentes, miradas disciplinares provenientes de tradiciones distintas y aplicarlas a un objeto –la técnica– que permanentemente se actualiza y desafía las nociones preestablecidas. La respuesta a la pregunta nos muestra que ese desafío puede ser el puntapié inicial de un diálogo enriquecedor.
La respuesta a la pregunta Metafisica, tecnica y valores
Diego Lawler y Jesús Vega (editores)
Biblos
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/13-2437-2010-10-30.html
ARGENTINA. 30 de octubre de 2010