En fecha reciente se presentó, en la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (Ulacit), el foro “Ética y pensamiento crítico en la política”, con la participación de los profesores Irasema de Ahumada, Denis Allen Frías, Carlos Alberto Mendoza, Olmedo García y Gloria Young, como moderadora.
El objetivo era abordar la aversión de los jóvenes estudiantes a la actividad política y llamar la atención sobre la necesidad de que tomen parte en ella para evitar que los corruptos copen la plenitud del espacio político. Todo indica, de acuerdo a la opinión de los jóvenes asistentes, que los expositores lograron comunicarse de manera exitosa con su auditorio.
En la Ulacit se imparte en la actualidad la cátedra Pensamiento Crítico, que es una disciplina relativamente nueva. En cierto modo es menos rigurosa que la filosofía. No obstante, utiliza el método científico en un sentido práctico. Es filosofía práctica. Es una nueva forma de pensar la filosofía y verla aplicada a la vida real, la vida común de la calle: la vida objetiva con un sentido subjetivo. Su finalidad principal es que los estudiantes aprendan a pensar por sí mismos y no hagan coro a tantas ideas sin sentido que proliferan por todas partes.
En cuanto a lo político, se trata de que no acepten de buenas a primeras las ofertas políticas ni las opiniones de los medios de comunicación sin antes discernir sobre sus contenidos verdaderos. Forma parte de la cátedra el tema del arte de callar. Y ello viene a cuenta de lo que pasa en estos días en el país cuando las campañas políticas recurren al juego, no muy limpio, de enrostrarle al otro las cosas que dijo ayer, que no son las que dice hoy. Como si acaso lo dicho alguna vez fuera una camisa de fuerza que coarta el derecho a cambiar de opinión.
El arte de callar aconseja la cautela al hablar, puesto que somos esclavos de lo que decimos.
En Panamá tenemos la mala costumbre de hablar y nunca escuchar. Creemos que somos grandes oradores porque podemos hablar por horas sin parar ni para respirar. Luego, cuando se nos recuerda lo que hemos dicho, alegamos que se nos ha sacado de contexto. En esa condición nacional de habladores impenitentes, e irresponsables, nuestros discursos mayores resultan vacíos. Nuestros compromisos son efímeros. Tambalean nuestros valores. Todo pareciera tener la solidez del viento, que sirve para eso: para llevarse lo que decimos; lo que hablamos. Y ese es el ejemplo que damos a la juventud.
Algunos dicen con candidez que los políticos son el reflejo de la sociedad. Eso no es cierto. Que exista en nuestra sociedad una anomia espantosa, es algo distinto. Pero muchos de los que están en partidos, y otros que no lo estamos, no creemos en el “juega vivo”. Creemos que la política es sana y que vale la pena ejercerla.
También pensamos que los jóvenes están llamados a participar en la política de su país y que esto es un factor indispensable para revitalizar el tejido social. Y, sobre todo, para promover e identificar líderes capaces de interpretar tanto las aspiraciones de la sociedad en su conjunto. Y convertirlas en propuestas políticas transformadoras y renovadoras.
Llegado a este punto, y tras haber dicho tanto, lo dejo ahí para que nadie me saque de contexto.
El autor es docente universitario
Fuente: http://www.prensa.com/hoy/opinion/1495916.html
Panamá, miércoles 27 de agosto de 2008