Nietzscheano y cristiano. Por Ignacio Vera de Rada

¿Es incompatible la filosofía nietzscheana con la doctrina cristiana? En principio, sí, pues en varios textos el filósofo alemán se enfrentó directamente al cristianismo por considerarlo mojigato y —con la frase Dios ha muerto— sugirió que la idea de Dios había dejado de tener vigencia en la mentalidad colectiva. Sin embargo, el atento lector del “Así habló Zarathustra” puede darse cuenta de que, a despecho de ateos y del mismo autor de aquel libro, los postulados de esta magnífica obra no necesariamente tienen que chocar con los principios de la vida individual según la concibe el cristianismo más razonado y espiritual. Veamos por qué.

En el Zarathustra, Nietzsche aconseja al hombre recluirse en la soledad, a disfrutar de su aislamiento, so pena de que, mezclado con los demás, se haga partícipe de la vulgaridad popular que campea en todo colectivo, que siempre tiende a ser ramplón.

En realidad, la soledad de la que es profeta Zarathustra y que él mismo practica es una analogía de la vida espiritual (que puede ser cristiana), que no de la religiosidad. A lo largo de la historia del ser humano, la espiritualidad (la búsqueda del sentido de las cosas, el ascetismo) ha sido un fuego vivo en algunos cristianos notables, como los reformistas protestantes o los católicos místicos. La religiosidad (el rito, el respeto acrítico de las formas, el cumplimiento cabal de la liturgia) ha sido y es masiva.

En este sentido, Nietzsche deplora el placer de ser rebaño y ama el placer del ser yo. Ahora bien, si en el catolicismo el sentido de comunidad es fuerte, este no es tan relevante en las derivaciones protestantes, que dan más importancia a la relación personal con Jesucristo. La soledad, entonces, es una de las cosas que el credo de Zarathustra y el cristianismo sobre todo protestante pueden compartir.

En las primeras páginas del Zarathustra, el predicador del Superhombre habla de un sentido universal que una todas las partes: “Mil metas ha habido hasta ahora, pues ha habido mil pueblos. Solamente falta la cadena que ate las mil cabezas, solamente falta la única meta. La humanidad no tiene aún su meta”. Si se tiene en cuenta la cualidad ecuménica del catolicismo y la característica misionera del cristianismo, se puede distinguir un sentido de unificación universal que entienda la vida a partir de una verdad que, aunque misteriosa y tal vez inalcanzable, debe existir. Esto obviamente puede ser compartido también por otras religiones y otros credos misioneros no siempre cristianos.

Por otra parte, uno de los conceptos más trabajados en esta obra de Nietzsche es el orgullo personal, que es el resultado del vuelo alto, de la conquista de la cima, de la realización individual, y la correlativa envidia que enciende en el pecho de los mediocres. En este sentido, hay un paralelismo con la vida del mismo Jesucristo, la cual, si bien fue servir y amar, fue también el arquetipo de la realización autónoma, orgullosa y más plena que puede conquistar un ser humano en la tierra. Si se analiza sin religiosidad ni beatería la biografía del nazareno, se nota en ella un desdén por la muerte, una autoestima elevada y una fuerza vital que reprende mediocridades y vulgaridad, igual que Zarathustra en su vida.

Huelga decir que el galileo fue un hombre con un sentido de reverencia por la humanidad, pero, al mismo tiempo, un solitario, un aislado por voluntad propia. (Hay varios pasajes bíblicos, como el del desierto o el de Getsemaní, en los que Jesucristo está completamente solo, ya sea física o espiritualmente.)

Es por eso que la soledad es importante para la realización individual y la creación; sin ella, el ser humano no tendría ni el tiempo ni el espacio para una reflexión razonada sobre los acontecimientos de su medio social y su interioridad. Pero no se trata de una soledad absoluta, pues, como en Zarathustra, esta debería cesar cuando se debe compartir conocimientos con los seguidores o se debe predicar, igual que en Jesús.

En el Zarathustra también se habla del matrimonio y los hijos, los cuales solo deberían ser buscados por el hombre hambriento de vitalidad y deseos de superación personal. Matrimonio e hijos no deberían ser ansiados a cualquier costo, al menos no por quienes no han llegado a domeñar sus instintos y ser señores de sus virtudes. El hijo y el matrimonio son solo para quien ansía la libertad y la victoria, y además para quien está “cuadrado de cuerpo y de alma”, es decir, para quien se ha vencido primero a sí mismo.

La procreación se da bien a quien ama la vida y ha crecido espiritualmente, o al menos lo suficiente como para dar al mundo un nuevo ser libre en potencia. No se puede crear sin haber madurado el creador. En el cristianismo, el asunto del amor de pareja, si lo entendemos como amor maduro y razonado, es similar a estos conceptos de Zarathustra. En el Cantar de los cantares, pero sobre todo en las cartas paulinas, la unión debe ser fruto del amor invencible, y este no puede ser posible sin que se haya vencido el amante primero a sí mismo.

Es, en suma, una filosofía que apuesta por la vida. En estos aspectos, y en algunos otros más tal vez, es similar a los postulados del cristianismo, para el cual la vida lo es todo.

Notas

Fuentehttps://www.lostiempos.com/doble-click/cultura/20230730/nietzscheano-cristiano

11 de agosto de 2023

 

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