Ese postmoderno avant la lettre que fue Nietzsche zanjaba la norma existencial de cuadrícula cuando nos advertía sobre esas personas, que empeñadas en escribir su vida en verso rimado, terminaban por abusar del diccionario de rimas o peor, llenaban su poema de ripios. La vida inaugurada sería, por tanto, de verso libre y suelto y volandero
En la senda política, algunos lúcidos domésticos han insistido en ese fraude, que consiste en derivar desde unas premisas dadas (no sé sabe por quién) unas resoluciones necesarias, obligatorias; así, Sánchez Ferlosio, que distingue entre tener ideas y tener ideología, ya que aquéllas nos vienen, como las cerezas, de una en una y acaso pueden oponerse entre sí, mientras que las segundas se presentarían como un racimo que únicamente encuentra su consistencia en la agrupación indiscriminada y lela.
Si bien podríamos disculpar que en el ámbito político recurramos a esas agarraderas de hojalata, se hace más difícil el descargo en otras esferas, en las que la autonomía crítica parece una condición imprescindible; me refiero al juicio estético. Como el mal poeta de Nietzsche, seguimos empeñados en que nuestro gusto sea de trayectoria intachable, temiendo que un goce estético inconveniente arruine nuestra rayuela de baldosas amarillas. Siguiendo con Nietzsche diríamos que el pensamiento estético es un fuego y no un refugio, en vez de la trinchera en la que protegernos, el lugar en el que andamos y podemos hacerlo desnudos. No se pretende aquí cuestionar la jerarquía estética, mucho menos debatir sobre la discusión (tan divertida) sobre gustos literarios, cinematográficos y musicales; más bien, airearla para ver si se traspapela un poco.
¿No recuerda a aquella pretensión de coherencia, esa pregunta habitual de los cuestionarios literarios, que invita al lector a que revele su “vicio inconfesable”?; ¿O tal vez aquella otra, en la que se le obliga a admitir que no hubo manera de terminar “ese clásico”? No se pregunta el confesor que precisamente leemos para no tener que ir a él a contarle nada, leemos para ver cómo el verso se va escribiendo, libre de los anteriores y de nosotros mismos.
Fuente: http://www.spuntidifuga.com/en-entorno-a-la-hoguera/nietzsche-y-el-verso-libre
Posted in En torno a la hoguera
20 de abril de 2013