Friedrich Nietzsche no fue un pensador absoluto, sino alguien que combinó la prosa, la función del intelecto y la lógica, con el mensaje de la poesía. Bajo su prosa latía un mensaje, un impulso poético. No fue de hecho un poeta en actos; no tuvo la dicha, como Zarathustra, de encontrar un discípulo; no tuvo a mano un receptor activo, a una persona en quien depositar directamente sus dardos, sus reflexiones poéticas, pero en cambio nos dejó un tesoro en bruto, uno de esos libros imprescindibles que no se escriben todos los días.
“Así habló Zarathustra” es toda una disertación de la escritura sobre la poesía en actos: es el deseo infinito de un alma anhelando, por ese medio comunicativo, que se comprendiese por qué el poeta sólo puede ser reconocido como Poeta cuando está en comunión íntima con un discípulo, con un receptor activo. Es decir, Zarathustra es portavoz, en la imaginación de Nietzsche, de un poeta en el sentido estricto del término, que sólo puede existir si a su lado está dispuesto un receptor activo de la poesía. De lo contrario, el arquero fallará. Lo intentará, pero sabiendo inevitablemente que sus flechas no alcanzarán la diana. Esta es la desgracia de la poesía actual. No encuentra un receptor activo (vivo), sino un receptor pasivo (muerto).
Otros grandes escritores han intentando hacer lo mismo que Nietzsche. Kahlil Gibran lo intentó con “El profeta”. Aurobindo con “Savitri: una leyenda y un símbolo”. Mabel Collins con “Luz en el sendero”. Max Ehrmann con “Desiderata”. Lugones con “El crespúsculo del jardín”. Jorge Luis Borges con “Siete noches”. Todos han fracasados en principio, porque ningún receptor activo se ha presentado ante estos textos. Se han presentados curiosos lectores, intelectuales y filósofos, pero nadie interesado en la transformación interior. Lezama sintió el fracaso en carne propia y por esa razón creo el Curso Délfico, pensando en la revelación Nietzsche-Zarathustra. No consiguió algo extraordinario con el curso porque quienes establecieron la relación “maestro/discípulo” lo asumieron intelectualmente y esto sólo produjo seguidores y exegetas.
La poesía actual, el poeta moderno, no tienen un receptor activo a su disposición. No crean un receptor activo, no les interesa. Hay un mercado disponible, pero no hay un receptor activo. El poeta actual escribe para los intelectuales, los filósofos, los humanistas y también para cierta tradición del arte, pero nunca lo hace para un receptor activo, para alguien que pueda sentir la avidez del discípulo. De hecho, tener un receptor activo disponible permite inmediatamente que el poeta se convierta en poeta en actos.
La poesía moderna no cree en la posibilidad de un receptor activo porque ha perdido el contacto con la esencia de la inocencia poética. No necesita compartir la flecha directamente con nadie en específico. Lanza la flecha y sabe que también existe una gran posibilidad de que se pierda en el vacío. Sabe que no tiene la certeza de que alguien pueda recibirla. Por eso el poeta vive en el temblor, en la angustia, en la zozobra; vive con miedo de que su poesía no encuentre a fin de cuentas a nadie allá afuera que se encargue de leerla.
Y ese es uno de los problemas fundamentales de la poesía actual, que los poetas por lo general sienten la necesidad de crear una especie de “fraternidad mutua”, como aquella sindical de “ayuda mutua obrera”. ¿A quién leer sus poemas? De ahí los “estupendos” talleres literarios de poesía, encuentros entre poetas, eventos por la poesía. Son algunos de los parámetros para medir la tendencia de ese fracaso que Nietzsche evidenció con su Zarathustra.
Hoy se ha potenciado en extremo lo que Nietzsche dijo sobre ese fracaso de la modernidad (la falta de un receptor activo) que se advierte magistralmente en “Las mil y una noches”:
¡Oh poeta! ¡Nunca soplará hacia ti el viento de la fortuna! ¿Ignoras, hombre ingenuo, que ni tu pluma de caña ni las líneas armoniosas de la escritura han de enriquecerte jamás?
¡Anda! ¡Libérate, amigo, y salva a tu alma de la tiranía! ¡Deja que las casas sirvan de tumba a quienes las han construido!
¡Anda! ¡Podrás encontrar otras tierras que las tuyas, otros países distintos a tu país, pero nunca hallarás más alma que tu alma!
¡Piensa que es muy insensato vivir en un país de humillaciones, cuando la tierra de Alah es ancha hasta lo infinito!
¡Sin embargo… está escrito! ¡Está escrito que el hombre destinado a morir en un país no podrá morir más que en el país de su destino!
Pero, ¿sabes tú cuál es el país de tu destino?
¡Y sobre todo, no olvides nunca que el cuello del león no llega a desarrollarse hasta que su alma se ha desarrollado con toda libertad!
Fuente: http://www.neoclubpress.com/letras/ensayo/2976-nietzsche-y-el-receptor-activo-de-la-poesia.html
3 de febrero de 12