Metafisica de lo bello en Schopenhauer (I): la influencia de Platon

Schopenhauer explica en El mundo como voluntad y representación (MVR I, § 30), que «si las ideas han de ser objeto del conocimiento, será solamente a condición de suprimir la individualidad del sujeto cognoscente». ¿Qué es, para nuestro autor, la “metafísica de lo bello”? La doctrina de la representación no sometida al principio de razón, es decir, la posibilidad de aprehender las ideas (objeto del arte). Schopenhauer no enseñará, por tanto, “estética”, es decir, aquella técnica que comprende los medios para promover lo bello y da reglas al arte; su pretensión no es analizar alguna práctica o ejercicio determinado, sino hacer filosofía, asumir entonces una actitud puramente teorética. En este sentido, la estética muestra el camino para alcanzar la producción de algo bello y ofrece a los artistas meras reglas, mientras que la metafísica de lo bello investiga la esencia íntima de la belleza desde dos puntos de vista: a) el sujeto que lo experimenta y b) el objeto que ocasiona tal experiencia. Así, leemos en el primer capítulo de su Metafísica de lo bello (lecciones traducidas por la inestimable labor del profesor Manuel Pérez Cornejo, publicadas por la Universidad de Valencia en 2004) que «aquí investigaremos qué es lo bello en sí, es decir, qué sucede en nosotros cuando nos conmueve la belleza o disfrutamos de ella».

Es interesante señalar que Schopenhauer considera esta metafísica como intermedia entre la metafísica de la naturaleza y la metafísica de las costumbres (o ética), es decir, el estudio de lo bello supone un tipo de conocimiento absolutamente específico que se da en nosotros, por lo que se hace necesario plantear qué consecuencias se derivan de él. Además, parece que el goce (Genuß) que proporciona la experiencia de lo bello se diferencia mucho de los demás tipos de placer, pues éstos tienen en común el ser satisfacciones de una voluntad individual (esto es, tal goce se encuentra en relación directa con una voluntad). Así, pueden reunirse bajo el concepto de “lo agradable” (Angenehmen): allí donde los sentidos y el cuerpo participan inmediatamente del goce. Sin embargo, la alegría que nos produce lo bello es completamente diferente, pues se basa siempre en el conocimiento puro y absoluto, de manera que los objetos que producen la experiencia de lo bello no esconden relación alguna con nuestros fines personales, es decir, con nuestra voluntad. Tal goce se encuentra desvinculado de cualquier interés personal, y la alegría que nos aporta es absolutamente desinteresada. En MVR I (§ 34) leemos: «Cuando un sujeto, elevado por la fuerza del espíritu, abandona la forma habitual de considerar las cosas, dejando de ocuparse únicamente de sus relaciones recíprocas […]; es decir, cuando no considera ya el dónde, cuándo, porqué y para qué de las cosas sino única y exclusivamente el qué [y] entrega a la intuición todo el poder de su espíritu, se sumerge totalmente en ella y llena toda su conciencia con la tranquila contemplación del objeto natural que en ese momento se presenta […] se pierde completamente en ese objeto, es decir, olvida su individualidad, y queda como puro sujeto, como claro espejo del objeto […] entonces lo así conocido no es ya la cosa individual en cuanto tal sino la idea, la forma eterna, la objetividad inmediata de la voluntad en ese grado: y precisamente por eso, el que está sumido en esta intuición no es ya un individuo, pues el individuo se ha perdido en ella: es un puro, avolitivo, exento de dolor e intemporal sujeto de conocimiento».

Como vemos, Schopenhauer pone coto a todo lo individual en la experiencia estética. Por eso precisamente lo bello es objetivamente bello (resulta bello para cualquiera, al contrario de lo agradable o provechoso, conceptos referidos a experiencias subjetivas). La alegría que produce lo bello no guarda ninguna relación con el individuo, sino con el sujeto en general, o lo que es lo mismo, sólo existe para el conocimiento -no para la voluntad. De ahí que exijamos que algo bello sea reconocido por todos, por cualquier sujeto (en caso contrario le negamos la sensibilidad adecuada para percibir la belleza).

La cuestión que Schopenhauer desea responder es la siguiente: ¿qué conocemos cuando algo bello se nos presenta? y, paralelamente, ¿qué sucede en nosotros al encontrarnos en tal situación? Además, el filósofo pretende explicar una triple experiencia al respecto de lo estético: a) por qué nos da la impresión de que el tiempo se detiene, b) cómo puede darse el conocimiento de lo universal (la idea) en lo particular (la obra de arte), y c) de qué manera el espectador sale de sí olvidando su propia existencia en beneficio de la pura contemplación.

Pero, ¿qué es una idea? En primer lugar hemos de recordar que el mundo como representación no es más que la objetivación (la encarnación, digamos) de la voluntad; los grados en que ésta se manifiesta conformarán las ideas (formas invariables, ingénitas y eternas), de donde nacen, cambian y perecen las cosas. Por eso nos explica Schopenhauer en el segundo capítulo de la Metafísica de lo bello que «si la idea ha de ser de algún modo objeto deconocimiento por parte del sujeto, esto sólo puede suceder si se produce la supresión de la individualidad del sujeto cognoscente, de manera que la idea deje de presentarse vinculada a la experiencia». Así pues, en la experiencia estética se da una “desestructuración” de la díada sujeto-objeto, que aquí devienen puros. Esta “pureza” se refiere a la pérdida de individualidad: las cosas individuales portan el carácter de la fugacidad, no tienen un ser verdadero y por ello son presa de un perenne devenir (son y no son al mismo tiempo). Un verdadero conocimiento, como en Platón, sólo puede serlo de lo inmutable, de lo que auténticamente es. En El Banquete leemos (211c-d): «con la mirada puesta en aquella belleza […], y a partir de los conocimientos [singulares] acabar en aquel que es conocimiento no de otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca por fin lo que es la belleza en sí.

En ese instante de la vida, querido Sócrates […], más que en ningún otro, vale la pena el vivir del hombre: cuando contempla la belleza en sí».

 

Como vemos, Schopenhauer identifica las ideas platónicas con los grados de objetivación de la voluntad, es decir, que la idea es una objetivación que no se ha insertado en el espacio y en el tiempo. ¿En qué se diferencian entonces la idea de la voluntad? Precisamente en que aquélla llega a ser objeto para un sujeto, mientras que la voluntad queda relegada a otro tipo de investigación (la posibilidad del conocimiento de lo en sí, que Schopenhauer trata en los libros Segundo y Cuarto de MVR y sus respectivos Complementos). En resumen: el mundo visible queda reducido a mero fenómeno, a “lo que deviene mas nunca es” de Platón (al “Velo de Maya” de los hindúes, al sueño de Segismundo en la obra inmortal de Calderón). Lo real, lo significativo, queda oculto. Así pues, la idea sólo conserva el esquema sujeto-objeto, aunque sea de manera pura. De este modo, las cosas particulares no constituyen una objetivación adecuada de la voluntad: su apariencia se encuentra turbada por las formas del conocimiento (espacio, tiempo y causalidad). Por su parte, las ideas no nos hablan aún de la completa esencia de lo en sí, y así lo leemos en MVR II, Capítulo 29: «[L]as ideas no revelan todavía la esencia en sí, sino sólo el carácter objetivo de las cosas, o sea, siempre tan sólo el fenómeno y no comprenderíamos este carácter, si no conociéramos de otro modo la esencia íntima de las cosas, aunque sea un sentimiento confuso. Esta esencia misma no puede comprenderse a partir de las ideas».

En una futura entrada hablaremos de dos asuntos importantes: a) la transformación que tiene lugar en el sujeto a la luz de la experiencia estética, b) lo sublime y c) la caracterización de la metafísica de la música.
http://apuntesdelechuza.wordpress.com/2011/05/08/metafisica-de-lo-bello-en-schopenhauer-i-la-influencia-de-platon/

12 de mayo de 2011

2 comentarios Metafisica de lo bello en Schopenhauer (I): la influencia de Platon

  1. Carlos Javier González Serrano

    Podéis ver las dos restantes entregas sobre la metafísica de lo bello en Schopenhauer pinchando en los siguientes enlances.
    Parte II (la caída del mundo fenoménico): http://apuntesdelechuza.wordpress.com/2011/05/14/metafisica-de-lo-bello-en-schopenhauer-ii-la-caida-del-mundo-fenomenico/
    Parte III (la revelación del genio): http://apuntesdelechuza.wordpress.com/2011/05/17/metafisica-de-lo-bello-en-schopenhauer-iii-la-revelacion-del-genio/

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  2. julio pablo wainerman

    Brillante síntesis de una seria complejidad teorética. Kant,Platón y Schopenhauer forman una tríada cuya presentación tan clara resulta difícil.Sin perjuicio de ello, es previo algún conocimiento experiencial de este último autor. Nunca pude encontrar una presentación tan breve y contundente.Ello también me dejó mudo, como podría dejarme “lo sublime”.Hay que agradecer

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