“Si tuvieran un poco de paciencia y si quisieran que nuestros impromptus continúen, les diría que la aspiración revolucionaria no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios es a un amo.
Lo tendrán”.
Apelaciones a la gente de “bien” presagian otra escalada mayor de la grieta
En el contexto del Mayo francés de 1968, así el profesor Jacques Lacan pronosticó el futuro que les esperaba a los estudiantes que se manifestaban en el conurbano de París. Las protestas, que se iniciaron pidiendo más libertad sexual en los cuartos de las universidades, se extendieron a toda la sociedad llamando al fin del capitalismo y la sociedad de consumo. Incluía también un rechazo integral al sistema político que, salvando las distancias, podría traducirse en un “que se vayan todos”, sin tener muy claro con quiénes reemplazarlos, lo que derivó en el regreso de parte de los mismos, como sucede ahora con los nombramientos que Javier Milei viene produciendo para su futuro gobierno.
Herbert Marcuse sintetizó el clima de rebelión que atravesaba la época en “seamos realistas, pidamos (exijamos) lo imposible”, que en la medida en que se lo interprete como una metáfora, podría asociarse a la recomendación que Max Weber realizó a los jóvenes reunidos en la Libre Unión de los Estudiantes de Baviera en 1919 durante su conferencia convertida luego en ensayo bajo en nombre La política como vocación, cuando refiriéndose a la clásica enunciación “la política es el arte de lo posible”, Weber recomendaba una dosis de aspiración a lo imposible para conseguir lo posible.
Traducido a La Libertad Avanza: promover el cierre del Banco Central para conseguir que, con el tiempo, vaya dejando de imprimir dinero, la dolarización para lograr sumar al dólar como moneda de curso legal, pero junto con el peso, o en el déficit fiscal la motosierra para luego cambiarla por un bisturí. Y siguiendo el consejo de Maquiavelo –“todo el mal junto y todo el bien de a poco”–, pronosticar recesión con mayor inflación (estanflación) y hasta seis meses de falta de energía, para que luego resulte un alivio lo mismo en dosis menores.
Esa sería la explicación racional al voto de la mayoría de los simpatizantes de Milei que respondieron encuestas diciendo que lo votaron sabiendo que luego no haría (no podría hacer) todo lo que dijo, lo inverso a Carlos Menem, quien explicó su giro al asumir, porque si decía lo que iba a hacer no lo votarían. Siguiendo la idea de que los extremos comparten ciertas lógicas, también esta actual rebeldía electoral en contra del statu quo, pero de signo ideológico hipercapitalista podría ser un Mayo francés al revés.
Si la masificación de internet, sumada a las redes sociales, generó un cambio en las costumbres similar a la aparición de la electricidad a fines del siglo XIX cuando todas las actividades se concentraban a la luz del día y la noche pudo pasar a ser también un horario de actividad, el cambio de subjetividad actual que produjo la tecnología podría explicar los mismos fenómenos, aunque dentro de categorías nuevas.
Hablando de fin de siglo XIX, vale mencionar que cuando Milei sostiene que Argentina fue el primer país del mundo en producto bruto de 1885 superando a Estados Unidos, no hace visible que ese cálculo no es total, sino por habitante: 5.786 dólares contra 5.569 de Estados Unidos, omitiendo que Argentina tenía solo 4 millones de habitantes y Estados Unidos 65 millones, por lo que el producto bruto de Estados Unidos era 16 veces mayor. Ni mencionar que solo 4 millones de personas en un territorio de 2,8 millones de kilómetros cuadrados da 70 hectáreas por habitante, mientras que en Estados Unidos el producto bruto per cápita era con 15 hectáreas por habitante (con un territorio más de tres veces mayor: 9,8 millones de kilómetros cuadrados), lo que demuestra que, con un producto bruto per cápita casi igual, los habitantes de Estados Unidos hacían a su tierra cuatro veces más productiva.
Hoy el producto bruto argentino total es 50 veces menor que el de Estados Unidos; empeoramos mucho la relación de 16 veces menor de 1885, y quizás esa invocación a una Argentina número uno mundial que nunca existió también sea un imposible para lograr lo posible.
Por aquellos años, el prócer de los libertarios, Alberdi, se enfrentaba a Mitre diciendo: “Los liberales argentinos son amantes platónicos de una realidad que no han visto ni conocen: la libertad. Para ellos el adversario es un enemigo que merece la cárcel y la muerte.” O sea, esos “liberales” argentinos tenían poco de liberales.
Algo así me transmiten las continuas menciones de Javier Milei y los principales dirigentes de La Libertad Avanza a las “personas de bien” pareciendo trazar una línea que ubica a aquellos que no comparten sus ideas en el territorio del mal. En la columna de ayer titulada “¿Viva la libertad carajo?”, continuidad de otra anterior titulada “Falaz uso de la bella palabra libertad”, dedicamos varios miles de caracteres a definir con precisión qué se dice cuando distintas personas apelan a la palabra libertad. Imagino probable tener que dedicar el mismo espacio a la preocupante apelación al bien y al mal.
Es cierto que el kirchnerismo en su etapa de mayor poder quiso apropiarse de representar al bien adueñándose de la causa de los derechos humanos y lucha contra la dictadura, lo que no resulta mérito de ningún partido y, mucho menos, del peronismo conservador de la recuperación democrática. E investidos en pañuelos blancos acusar a todo crítico del kirchnerismo de ser parte de mal, lo que terminó generando en un sector de la población el efecto opuesto: rechazo a los organismos que defienden los derechos humanos, “el curro de los derechos humanos”, en palabras de Mauricio Macri, crítica que se eleva al paroxismo directamente con la elección de una vicepresidenta que reivindica la dictadura.
Nuevamente un cambio de subjetividad sobre valores que eran aceptados por toda la sociedad y dejaron de serlo, una nueva ontología donde hechos similares deban ser leídos con categorías distintas y no se trata ni de un segundo tiempo del macrismo ni de un regreso del menemismo de los 90, a pesar del nombramiento de ministros de uno y otro en el actual gabinete extendido de Javier Milei.
Y lo que La Libertad Avanza –¿Guillermo Francos?– esté haciendo al sumar halcones del PRO y peronistas menemistas sea distribuir los costos políticos de la crisis económica que van a producir afectando la calidad de vida de millones de personas con el macrismo y el peronismo no kirchnerista (sumando también al schiarettismo). Volviendo a dividir como hizo Néstor Kirchner en 2007 el mapa político argentino en dos al cooptar la parte más progresista del radicalismo y elegir como adversario a la derecha utilizando a Macri, por entonces aún no consolidado, como significante de otro campo político.
Y en las elecciones legislativas de 2025 puedan no ser de tercios y volvamos a tener dos alianzas claramente definidas ideológicamente. Valiendo ahora por los argentinos que al buscar un cambio regresen al punto de partida de siempre (la polarización) lo que les dijo Lacan a los rebeldes del Mayo francés:
Al sumar PRO y menemismo, Milei distribuirá el costo político del ajuste a producir
“Si tuvieran un poco de paciencia y si quisieran que nuestros impromptus continúen, les diría que la aspiración revolucionaria no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios es a un amo.
Lo tendrán”.
Notas
Jorge Fontevecchia es Cofundador de Editorial Perfil – CEO de Perfil Network.
Fuente: https://www.perfil.com/noticias/columnistas/mayo-frances-pero-al-reves-por-jorge-fontevecchia.phtml
3 de diciembre de 2023