Aunque no aparezca en revistas musicales ni programas de televisión, la sombra de Brian Eno es más alargada de lo que parece en la música actual. Coprodujo el último disco de U2 y producirá el nuevo de Coldplay; que es como entrenar a la vez al Arsenal y al Chelsea.
Su prestigio como asesor de sonidos lo tiene siempre ocupado, pero ayer estuvo en Barcelona (¡siete horas!) para presentar 77 million paintings, una instalación audiovisual que se exhibe en el foro de FNAC Triangle.
Cabía esperar a un Eno incómodo ante tanto periodista y curioso, pero todo lo contrario. Menudo aunque con un intimidante aspecto de lugarteniente de familia mafiosa, se transformó en un hábil monologuista y severo moderador. Con un aura de gurú multimedia, pero con grandes dotes de entertainer, pese al rumbo que tomó la charla: filosofía, teoría del arte, cultura medioambiental… Todo sustancia (aunque algo new age), comparado con las naderías que cacarean las pop stars.
Tras cuatro décadas en activo, Eno concluye que sus intenciones son básicamente dos: “Plantear con mi música una posición filosófica” y “crear obras suficientemente seductoras para que la gente se pregunte cómo han surgido”. Lo primero tuvo que matizarlo tanto que la rueda de prensa casi se convierte en una conferencia sobre autoayuda. Zanjó el tema definiéndose como un ateo que abraza el pragmatismo y suplicando: “Mi intención no es crear una nueva religión. Por favor, que nadie ponga algo así en el titular”.
Permutaciones
77 million paintings se compone de 360 pinturas permutadas de cuatro en cuatro mediante un software que genera 77 millones de combinacionesdistintas. Eno, que estudió pintura antes de fundar Roxy Music, ha creado esas 360 obras a lo largo de dos décadas y las ha entregado a un programa informático. Ha delegado el control sobre la obra final. Cada segundo su instalación cobra un aspecto distinto. Es lo que ha definido como “arte generativo: arte que se crea a sí mismo mientras es visto”.
Eno también inventó hace tres décadas el concepto de ambient: “Una música que siempre está ahí, pero no tiene principio ni final”. Ayer aclaró que “discos como Music for airports eran pequeños extractos de piezas musicales teóricamente infinitas”. La instalación sería la versión audiovisual e íntegra de esa teoría. Como el río: siempre igual y siempre distinta. Claro que para ver todas las posibles combinaciones serían necesarios 438 años. Y instalación se clausurará el 24 de marzo.
Concluido el turno de preguntas, Brian Eno suspiró agotado: “Esa sobre las descargas de internet ha acabado con mis fuerzas”. Él ya no está para cuestiones tan mundanas.
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