Más Plutón y menos Platón

Los argumentos ya manidos de la nueva religión y la pluralidad de realidades sobre un mismo hecho esgrimidos contra la ciencia reflejan debilidad de ideas e incapacidad para explicar el mundo que nos rodea. Es un error, repetido hasta la saciedad, aludir a lo que la ciencia aún no ha podido abordar, a sus titubeos frente a lo desconocido, con el fin de desprestigiarla y compararla así con la religión.

Pero ¿por qué no hablar de lo que la ciencia ha abordado ya? El mero hecho de que esta carta al director esté impresa en este periódico a través de un texto enviado por correo electrónico, significa que la ciencia no se ha desviado un milímetro de la realidad. No reconocer que la ciencia descubre realidades es estar ciego frente al avance de la tecnología. La ciencia ha hecho al mundo más inequívoco de lo que muchas personas se empeñan en creer. ¿Ha podido hacer esto la filosofía o la religión? Tanto una como otra han buscado soluciones sentimentalmente satisfactorias a las cuestiones que nos plantea la naturaleza, lo que ha hecho que sus conclusiones permanezcan a la sombra de los valores pretendidamente humanistas. Valores que han cambiado con el tiempo.

A la ciencia, por el contrario, sólo le interesa la realidad (que es única, estén seguros), y ha sido constante en su búsqueda, si bien sus medios han tenido que lidiar con esos valores humanistas cambiantes. La investigación científica trata de ser neutral, como lo es la realidad, y por ello unas veces gratifica, otras deja indiferente y otras veces duele, sin pretenderlo. Si el congreso de Praga y su conclusión sobre Plutón ha tenido gran repercusión es porque se ha hablado de algo que conocemos, que hemos estudiado en el colegio, es “cultura general”. El que otros congresos científicos no tengan la misma repercusión habla por sí mismo de nuestras carencias formativas.

Podemos seguir aferrándonos al “mito de la caverna” o a la idea de un creador todopoderoso, pero si hay una realidad que la ciencia demuestra cada día es que, aunque lo han pretendido, estas ideas no han sido necesarias para saber lo que sabemos del mundo en que vivimos.

Fuente: EL PAÍS – Opinión – 29-08-2006

1 comentario Más Plutón y menos Platón

  1. Juan Antonio

    Las cosas pueden ser compatibles. A mí me puede gustar la ciencia y disfrutar con la filosofía. Con la primera hemos logrado contrastes empíricos que no se dejan vencer por los ruegos y algunos vaticinios filosóficos los hemos popido palpar. ¿Quién no se conmueve con las Metamorfosis? O con la Ilíada, la Odisea, o la Eneida, por ejemplo. Estudioso de irrenunciables procesos, me han llevado hasta Darwin, y a científicos de contrastado cacumen, que hablan de Dios, al menos para no descalificarlo porque ¿ por qué no? existen dimensiones que el hombre todavía ignora y algunos de ellos dicen que ignonaremos siempre. Es uno de mis trajines en Ni el espíritu de los pámpanos, a pesar de ser una novela costumbrista e histórica (1880–1940) que, por sus páginas-mil-y espero que no por su calidad, todavía no se ha podido editar. Como hombre que soy, elemental pues, no suelo descartar casi nada y, por supuesto, tampoco a Plutón, que es palpable. De todas formas, ojalá que la juventud estuviera nutrida de gentes como este científico: Juan Antonio Fargallo Vallejo, hijo de Juan Antonio Fargallo Chacón, mi querido primo.

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