Cuando contemplamos los bisontes de Altamira y los caballos de Lascaux, pensamos en la necesidad humana de plasmar su visión del mundo y la unimos a otra necesidad superior: la de sobrevivir a su propio tiempo. Es decir, a una huella de la voluntad de eternidad. Por eso, ante la belleza de esas imágenes, pensamos también en el carácter mágico del arte, un denominador que une al hombre primitivo con los frescos de Giotto, por mucho que Giotto fuera ya un hombre del Renacimiento. Arte, espiritualidad y hechicería estuvieron relacionados durante muchos siglos, bastantes más de los que llevan separados. Y el pensamiento mágico que entonces dominaba el cerebro humano, no le impedía avanzar por el territorio que lo caracteriza frente a los demás animales. Me refiero a la senda de la lógica y de la razón, a la superioridad de su intelecto. La satisfacción „tan intelectual como emocional„ del simio rompiendo huesos con una quijada Kubrick, 2001„ no es inferior a la postración y el temor ante la idea de Dios, reflejada también por Kubrick„ en el monolito oscuro y perfecto.
Cuando truena y cae la lluvia y los relámpagos estallan en el cielo, los bonobos y otros primates se ponen a danzar. Ante lo numinoso se protegen mediante bailes rituales. Como protegen la debilidad de sus congéneres y organizan funerales „el sentimiento del duelo compartido„ ante la muerte de uno de ellos. Lo ha contado el primatólogo Frans de Waal esta semana en Barcelona, afirmando que el sentido de la ética no es sólo humano, sino que sus parientes más cercanos también lo poseen. No sólo la ética; también ciertos recursos espirituales como esa danza ritual en la tormenta. Pero ni siquiera acaba la cultura del bonobo en la ética, la compasión, o lo religioso. También existe el erotismo donde, según explica De Waals, son tan perfectos en cuanto a sus arquitecturas muchas de ellas imposibles para los humanos„ que el Kama-Sutra parece un cuento de niños. Y subraya el primatólogo: “la moralidad no es una innovación tan exclusivamente humana como nos gustaría creer”.
Ante una afirmación así, sólo nos quedan dos cosas: o como dice un amigo mío„ preguntar en el Vaticano (y la respuesta suele tardar), o echar mano de Kant, padre de la moralidad moderna. Es sabido que cuando Kant salía a pasear por la ciudad de Könisberg, sus ciudadanos ponían el reloj en hora al verlo pasar. Es sabido que tomaba bastante café y “dicen” se masturbaba “como también hacen los bonobos y demás primates” antes de ponerse a trabajar porque así pensaba mejor. Es sabido que confiaba más en la razón que en la voluntad y que superpuso a una ética de la voluntad “antigua” otra de la razón “moderna”, paradójicamente más rígida y menos permisiva. De ahí el invento del imperativo categórico que, en cierta forma, contribuyó al derribo del pensamiento mágico e hizo avanzar el derecho como nunca había avanzado desde el tiempo de los romanos.
Es posible que Kant se riera de nosotros, o se pusiera de un humor de perros pensando si había valido la pena su vida para llegar a esto de los bonobos en el siglo XXI. Él tenía un criado llamado Lampe, pero no un bonobo, ni un mandril. Es posible también „y todo esto es ficción pura„ que pensara que las drogas han hecho mucho daño en el pensamiento contemporáneo, pero si le dijéramos que los hombres prehistóricos de Europa consumían opiáceos y hongos alucinógenos y que las drogas jugaban un papel esencial a la hora de interpretar su sentido de la espiritualidad, ya no sabemos si se tomaría otro café o saldría a pasear por Könisberg para despistar a sus habitantes y volver locos sus relojes, como ha de ocurrir el día del fin del mundo.
En distintos yacimientos arqueológicos se han encontrado residuos de bebidas alcohólicas, alcaloides psicoactivos, semillas de cannabis y dibujos que los científicos asocian al uso ritual de setas alucinógenas. Los bonobos ante la tormenta, los primeros europeos ante el uso de las drogas: ¿dos formas de cruzar el umbral de la espiritualidad? Alterar la conciencia y lograr el trance, ¿no era una manera antigua de vivir lo espiritual? La cuestión es: de los chimpancés al hombre de Atapuerca, ¿existe una ligazón entre lo que era pensamiento mágico y lo que sería la moral kantiana? Yo no tengo ni idea, pero lo que resulta evidente es que en asuntos como el erotismo o el arte seguimos donde siempre. Y respecto a la espiritualidad, esperaremos como dice mi amigo la respuesta del Vaticano al enigma de los bonobos. Que no deja de ser un reto.
Fuente: http://www.diariodemallorca.es/opinion/2014/05/18/mas-alla/933364.html
19 de mayo de 2014. España.