Las notas epistolares sobre la guerra entre Freud y Einstein son dramáticas. La competencia de Freud con el doctor Frederick van Eeden no tiene desperdicio. Libia se descuartiza entre un dictador sanguinario y unas potencias en contubernio tras la riqueza petrolera y acuífera del país norafricano. Guerra que confirma las ideas filosóficas de Jacques Derrida sobre el “mal de archivo”.
Dice Freud a Van Eeden: “Esta guerra hace que me atreva a recordarle dos tesis sustentadas por el psicoanálisis que indudablemente han contribuido a su impopularidad. Partiendo del estudio de los sueños y las acciones fallidas que se observan en personas normales, así como de los síntomas de los neuróticos, el psicoanálisis ha llegado a la conclusión de que los impulsos primitivos, salvajes y malignos de la humanidad no han desaparecido en ninguno de sus individuos sino que persisten, aunque reprimidos, en el inconsciente, y que esperan las ocasiones propicias para desarrollar su actividad. Nos ha enseñado también que nuestro intelecto es una cosa débil y dependiente, juguete e instrumento de nuestras inclinaciones pulsionales y afectos, y que todos nos vemos forzados a actuar inteligente o tontamente según lo que nos ordenan nuestras actitudes (emocionales) o resistencias internas. Ahora bien, si repara usted en lo que está ocurriendo en esta ‘guerra’ –las crueldades e injusticias causadas por las naciones más civilizadas, el diferente criterio con que juzgan sus propias mentiras e iniquidades y la de sus enemigos, la pérdida de toda visión clara de las cosas– tendrá que confesar que el psicoanálisis ha acertado en esas dos tesis. Es posible que no haya sido totalmente original en ello; son muchos los pensadores y los estudiosos de lo humano que han formulado afirmaciones semejantes a éstas, pero nuestra ciencia las ha elaborado detalladamente, empleándolas a la vez para descifrar muchos enigmas de la psicología”.
En línea con el pensamiento freudiano, el prolífico filósofo de la deconstrucción, Jacques Derrida, en su libro, Mal de Archiveé, hace un llamado al sicoanálisis a una revolución potencial en la problemática del archivo. No por azar Derrida privilegia las figuras de la imprenta y de la huella y se instala en la escena de la búsqueda arqueológica en un discurso que lleve sobre el stock las impresiones y la escritura de las inscripciones, pero también la censura, la represión, la supresión y la lectura de las inscripciones.
Y se preguntaba: ¿qué futuro tendrá el sicoanálisis en la era del correo electrónico, de la carta telefónica, del multimedia, del Internet y del cd-rom (twitter)? ¿Cómo hablar de una comunicación de los archivos, sin tratar primero del archivo y de los medios de comunicación (de arriba abajo y de abajo a arriba, como ha sucedido en las revueltas de los países árabes: Túnez, Egipto y hoy Libia)? ¿Qué se vuelve el archivo cuando se inscribe al igual que el propio cuerpo? ¿Por ejemplo en la circuncisión, en su carta o sus figuras?
Mal de Archiveé recuerda sin duda un síntoma, un sufrimiento, una pasión, pero también lo que excluye y lleva hasta el principio del archivo, es decir, el mar radical, infinito, fuera de proporción, espera sin horizonte, impaciencia absoluta, deseo de memoria.
Derrida no comienza por el principio, ni aun al estudiar el archivo. Porque el principio según la naturaleza o la historia, allá donde las cosas comienzan, son también principio físico, histórico, pero igualmente el principio según la ley, allá donde los hombres y los dioses ordenan, allá donde se ejerce la autoridad y el orden social, donde el orden está dado como principio.
¿Cómo pensar ese allá? Allá donde hemos dicho y en ese lugar precisamente. Derrida se pregunta, ¿cómo este tener lugar tomará el lugar del Arkhe (del arqui) si existen dos órdenes, el secuencial y el jurídico? Una serie de discrepancias desde entonces no terminará de dividir cada átomo de nuestro léxico. En el Arkhe del principio, según la naturaleza o la historia, está ya para Derrida introducida una cadena de oposiciones, tardías y problemáticas que se encuentran en las obras en todo principio.
El principio nomológico del Arkhe, el principio del orden. Todo sería simple si sólo existiera uno de los principios. Nosotros lo suponemos, desde hace mucho tiempo, pero lo olvidamos siempre. Siempre hay más de uno y más o menos que dos, en el orden del principio, también, como en el orden de la orden.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/04/08/index.php?section=opinion&article=a06a1cul
MEXICO. 8 de abril de 2011