El último libro de André Glucksmann trata de temas más estrictamente filosóficos que otros anteriores del autor, que suele cultivar el ensayo político cargado de abundantes referencias literarias. En cualquier caso, es un libro de filosofía práctica, en el que Glucksmann opta decididamente por Sócrates frente a Heidegger. Trata de rescatar al filósofo griego en un mundo en el que se han perdido todas las coordenadas, seguramente desde que Europa vivió la gran tragedia colectiva de 1914.
Para Glucksmann, el trabajo de Sócrates consiste en preguntarse qué es lo que está podrido en la sociedad, pregunta incómoda en una atmósfera de nihilismo posmoderno que renuncia a cuestionarse nada. La ironía socrática se contrapone así al legado de Heidegger, cuya filosofía es, según nuestro autor, “un método para pensar la deconstrucción, piedra a piedra, de la civilización occidental”. Pero el espíritu dominante es el de Heidegger, aunque para sus partidarios sea incómodo recordar sus vinculaciones con el nazismo. Europa es hoy, sin embargo, el reino de Heidegger, un territorio posmoderno en el que la acción humana se asemeja a la novela de una novela, o al cine dentro del cine, por emplear las expresivas imágenes del autor.
“La nada reina, pero no habla” es la desoladora expresión de Glucksmann, que pide un Sócrates que ponga al descubierto las falacias de sofistas y nihilistas, capaces incluso de reducir al filósofo griego a un gentil portavoz de la bondad humana, pues dijo que nadie era malo voluntariamente. Sin embargo, Glucksmann nos descubre otro sentido de la cita: la maldad mata la voluntad. En cualquier caso, el mal está en el corazón del hombre. Sócrates nos diría que es imposible que el mal desaparezca.
No estamos ante un libro amable y tranquilizador, y probablemente sea uno de los más complejos de Glucksmann. Es una obra que nos recuerda que después de la caída del muro, la Historia sigue siendo trágica, por mucho que algunos se empeñen en olvidarlo. Toca, pues, al filósofo ser un héroe trágico, desempeñar el incómodo papel de Antígona y el de Casandra al mismo tiempo, pues predica el conocimiento de uno mismo, como Sócrates, lo que se da de bruces con la mentalidad posmoderna. Se diría que Glucksmann es uno de los últimos disidentes, del estilo de los que vivieron en los países comunistas, un espíritu perdido y contradictorio en su afán de atreverse a pensar libremente en un mundo al que le siguen molestando las preguntas socráticas.
Les deux chemins de la philosophie
Autor: André Glucksmann
Tusquets. Barcelona (2010).
261 págs.
18 €.
Traducción: Nuria Viver Barri.
filosofiaPI
Fuente: http://www.aceprensa.com/articulos/print/2010/jun/30/los-dos-caminos-de-la-filosofia-socrates-y-heidegger-ideas-para-tiempo-tragico/
30 de junio de 2010
Encoontré un buen día en la librería este volumen y me llamó la atención el título. Aún no lo leo, pero pensaba que, efectivamente, se trataba de una comparación. Sócrates frente a Heidegger, es un muy afortunado análisis pues, a pesar que ambos son filósofos, sus vidas revelan, en muchos aspectos, cuestiones radicalemente opuestas. Cuando uno mira a estos pensadores, salta inmediatamente la pregunta: entonces, ¿qué es la filosofía? ¿Es escuchar al daimón y vivir una vida de auto-examen para ser excelente? O, más bien, ¿es dedicarse al camino del pensar que busca el sentido y llega a nada? Si nada, ¿para qué ser excelente? He ahí las cuestiones.
Personalmente, prefiero a Sócrates, aunque, a veces, Heidegger me deja más pensativo.
Los invito a que lean el libro de proverbios y eclesiastes y van a encontar muchas respuestas a sus pregunatas y si se convierten al Señor Jesus, encontraran el proposito de nuestras vidas al pasar por este mundo.
Juan 8:32: y conoceréis la verdad, y LA VERDAD os hará libres.
Los caminos filosóficos de André Glucksmann
En su reciente ensayo “Los dos caminos de la filosofía”, el intelectual francés André Glucksmann confronta los pensamientos de Sócrates y Heidegger para postular dos maneras contrarias de entender y practicar la filosofía, ambas radicales y equivalentes a la hora de exigir desprenderse de los prejuicios y encarnar la verdad.
El último libro del autor de “Dostoievski en Manhattan” aborda temas más estrictamente filosóficos que otras obras anteriores, en las que supo cultivar el ensayo político cargado de abundantes referencias literarias.
“Los dos caminos de la filosofía”, editado por el sello Tusquets, es un volumen de filosofía práctica en el que Glucksmann opta decididamente por Sócrates -al que reivindica como el ateniense que incitaba a interrogarse a sí mismo sobre cómo hay que vivir y sobre la naturaleza de la justicia- frente al pensamiento de Heidegger.
Para el pensador -uno de los llamados nuevos filósofos franceses- el maestro de Platón representa la duda y la ironía, el antidogmatismo, el afán racional de justicia o la denuncia de las paradojas de la democracia y de la corrupción en la vida pública.
“Sócrates puso de manifiesto la podredumbre de la vida pública y reveló las paradojas de la democracia de su tiempo; para él, la filosofía es ante todo una invitación a la duda permanente de las propias convicciones, la antidogmatismo y al coraje individual ante los fanatismos y presiones sociales”, explica Glucksmann.
Al mismo tiempo, el intelectual se vale de la figura del autor de “Ser y tiempo” para denunciar el poder enajenador de la técnica y las relaciones del pensamiento con el mal a la vez que busca en la experiencia nihilista y de la angustia la naturaleza y el auténtico sentido de la existencia.
La ironía socrática se contrapone así al legado de Heidegger, cuya filosofía es, según el pensador francés, “un método para pensar la deconstrucción, piedra a piedra, de la civilización occidental”.
“La nada reina, pero no habla” es la desoladora expresión de Glucksmann, que pide un Sócrates que ponga al descubierto las falacias de sofistas y nihilistas, capaces incluso de reducir al filósofo griego a un gentil portavoz de la bondad humana, dado que dijo que nadie era malo voluntariamente.
Sin embargo, el autor ilumina otro sentido de la cita: la maldad mata la voluntad. En cualquier caso, el mal está en el corazón del hombre.
Glucksmann establece todo el tiempo un paralelo entre opuestos: consigna que Sócrates sobrevivió a la guerra del Peloponeso -en la que sucumbió el espíritu de Atenas- y al mismo tiempo que tras los horrores del siglo XX, Heidegger advierte que el desarraigo presente del hombre civilizado y democrático está a punto de dar el golpe de gracia a la Humanidad.
Las comparaciones siguen: Sócrates no escribió una sola línea, mientras que la inmensa obra escrita de Heidegger es hoy leída con veneración en las universidades del mundo entero. Ambos, sin embargo, interpelan hoy no sólo a profesores de filosofía sino a cualquiera que se atreva a pensar por sí mismo.
Lejos de ser una obra de lectura sencilla y efecto tranquilizador, “Los dos caminos de la filosofía” recuerda al lector que después de la caída del muro, la Historia sigue siendo trágica, por mucho que algunos se empeñen en olvidarlo.
El ensayo -heterodoxo y polémico como casi todos los del autor- logra algo más que poner frente a frente la ironía de Sócrates y el nihilismo de Heidegger, pues en él la filosofía aparece como la exigencia de pensar a fondo la finitud humana.
En realidad, para el autor de “Occidente contra Occidente” la filosofía exige pensar a fondo la finitud humana y las constantes tensiones entre el individuo y la comunidad.
Fuente: http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&idPub=193190&id=367894&dis=1&sec=1