Muertos, heridos graves, policías embestidos. Vandalismo. Cientos de detenidos. Confrontaciones entre autoridades y ciudadanos en decenas de ciudades. Afectaciones económicas muy graves. Bloqueos, desabasto. Rumores de golpe de Estado. Incitaciones a derrocar al gobierno. El hilo conductor es claro: la violencia como fórmula para canalizar el enojo. Aún peor, la violencia como factor de orgullo.
Recurro al excelente libro de Pablo Boullosa “El corazón es un resorte”, (Taurus). El autor retoma la construcción ética como cimiento de la educación. Enkrateia, el gobierno de uno mismo, así lo llamó Aristóteles. Mucho después Kant habló del control sobre los propios impulsos como la única vía racional para alcanzar la libertad. Norbert Elías con su propuesta del autocontrol como eje del proceso civilizatorio. Lo que vivimos la semana pasada es una clara expresión de la barbarie, la barbarie instalada como mecánica de ciertas organizaciones políticas que siguen creyendo en la violencia como el gran estímulo del cambio. La violencia como “partera” de la mejoría que antes debe propiciar la explosión de las instituciones. Eso se pensaba en el lejano siglo XIX. Pero hoy, en el XXI, miles de conciencias son todavía esclavas de ese pasado cavernario.
Perversa combinación
Por supuesto que hubo provocadores y que los más bajos intereses políticos llevan a esta degradación. Pero quizá lo más grave es la perversa combinación entre un pensamiento violento y retrógrada y la modernidad. Miles de mensajes bien articulados por grupos como 100TIFIKOS, HOLKL (El Financiero, 09-01-2016). Ya no hay novedad, #YoSoy 132, Ayotzinapa, la CNTE o simplemente el vandalismo del uno de diciembre de 2012. El sedimento de violencia potencial está allí. Sus defensores conviven a diario entre nosotros, crían cuervos. Están en las aulas, en los sindicatos, en los partidos y, aun siendo minoría, han tenido la capacidad para sembrar pánico, para alentar rumores absurdos —¿Golpe de Estado?— para confundir y la confusión tiene un enorme costo.
El gobierno tiene una enorme responsabilidad. Ni con todos los dineros y millones de mensajes, fueron capaces de lanzar una campaña previa y eficaz explicando el brutal sentido regresivo del subsidio a las gasolinas. Terminar con el subsidio es una de las medidas de justicia social más importantes en muchos años. Pero les ganaron las redes, les ganaron los rumores, les ganaron los profesionales del miedo, les ganaron los defensores de la sin- razón y la mentira. Vaya derrota. Convencer a la población de que esos subsidios trasladan dinero público que sirve para hospitales, escuelas, becas, carreteras, programas contra la pobreza, justo a los más ricos, no pareciera la teoría de la relatividad. Fueron insensibles frente a una sociedad molesta, incrédula y dominada por la mentira.
Los medios de comunicación tradicionales pierden peso, el periodismo profesional se empequeñece, los argumentos se debilitan, los números están de modé, lo de hoy son las redes. Xavier Velasco, con su habitual ingenio e irreverencia, escribió un notable artículo La mentira serial. Allí afirma: “Las calumnias tienen alas. Van y vienen sin freno ni control, se reproducen igual que las bacterias en la credulidad de quienes sin saberlo ya forman parte de un ejército de cómplices activos”. Esos cómplices ignorantes de la verdadera discusión son los que reproducen mensajes, retuitean, esparcen sin reflexión, sin autocontrol, sin gobierno de sí mismos, para regresar a Aristóteles.
Nación aturdida
¿Cómo gobernar a un país regido por ligerezas, por mentiras y exabruptos? Nadie, ni siquiera los que hoy favorecen esa versión apócrifa de hacer política, podrían encaminar a una nación aturdida por los rumores perversos sembrados desde el anonimato. Eso es lo que está en juego. Cuidado con los cuervos. Cómo discutir asuntos —el precio de las gasolinas— que irritó a muchos, de forma pacífica. La violencia equivale a cortar las bridas al corcel y pegarle de fuetazos estando arriba de él. La palabra conducción tiene muy mala fama, sobre todo por un autor, B.F. Skinner. Pero la discusión sigue allí. Si a cada inconformidad social corresponde la violencia, la que genera muertes irreparables, heridos, daños y siembra un terrible ejemplo para las futuras generaciones, el escenario es la ingobernabilidad con una estación final, la represión.
Si los exámenes de PISA nos preocupan por español y matemáticas, igual de preocupados deberíamos estar por el muy popular desapego a la verdad, por la tolerancia arrinconada, por el mermado autocontrol, centro de toda civilización. Gane quien gane en el 18, lo que está en juego es la convivencia social y una gobernanza medianamente racional. Todos somos responsables de ella, los que escribimos una columna o los que envían un tuit. Los cuervos merodean.— Ciudad de México.
Investigador y analista político
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Fuente: http://yucatan.com.mx/editoriales/los-cuervos-merodean
13 de enero de 2017. MÉXICO