El filósofo Platón en el siglo VI adC, describe que para llegar al conocimiento, al igual que los prisioneros de una caverna que sólo ven las sombras de los objetos, nosotros vivimos en la necedad cuando nuestras ansiedades se refieren al mundo que se ofrece a los sentidos. Sólo la Filosofía puede librarnos y hacernos salir de la cavidad al mundo verdadero o mundo de las ideas. Es la realidad de nuestra naturaleza respecto de su enseñanza y de su falta de educación.
Nosotros somos como unos cautivos que habitamos en una cueva profunda. Desde niños estamos atados e inmóviles de tal modo que sólo podemos ver el fondo del lugar. Por detrás, y en un plano más elevado hay un fuego que reluce; entre él y nosotros hay un pasaje más alto al límite del cual se encuentra un murete, como mampara que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima de él, los monicacos. Por el sendero pasan personas, algunas de las cuales hablan llevando unas figuras que representan distintos objetos: animales, árboles y ficticios. Dado que entre nosotros y los vagantes hay una pared, sobre el fondo sólo se proyectan las sombras de los objetos portados por tales.
En esta situación sólo creemos en las sombras que se ven y el eco de las voces que se oyen como realidad. En supuesto, Platón sostiene que si nos librásemos, daremos por vez primera con las cosas reales volviendo hacia la luz del otro lado de la caverna. Así, sería posible percibir las cosas cuyas sombras por antes, vimos. Estaríamos confundidos y creeríamos que ellas son más verdaderas que las cosas que ahora vemos, y si miramos hacia la luz misma irritarían nuestros ojos volviéndose la mirada hacia los objetos antes percibidos. Si nos forzaran hacia el exterior sentiríamos dolor y, acostumbrados a la oscuridad, no veríamos nada, pues, en la vislumbre, no lograríamos distinguir entre lo verdadero y lo que creemos.
En el mundo exterior nos sería másfácil mirar primero las sombras, después los reflejos de los hombres y de los objetos en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación, la noche lo que hay en el cielo y la luz de los astros y la luna. Finalmente el sol, pero no en imagen sino en sí mismo. Después concluiríamos que es lo que produce las estaciones y los años, que gobiernan todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de todo lo visto. Al recordar su antes morada, la sabiduría allí existente y a sus vecinos de cautiverio, se sentiría feliz y los compadecería. En el mundo ellos se daban honores y elogios unos a otros, y premiaban a aquel que percibía con más agudeza las sombras y capaz de adivinar lo que pasaba. Esa vida así, le sería insoportable.
Si bajara y ocupara de nuevo su lugar tendría cegado los ojos por las tinieblas, sería incapaz de calificar las sombras y aquellos lo harían mejor que él, se reirían y dirían que por haber salido se le han estropeado los ojos y que no vale la pena ir hacia arriba. Si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz se burlarían de él, lo perseguirían y lo matarían. Debemos comparar la región visible con la morada-prisión y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol. Así, mediante el razonamiento, se logra distinguir entre la idea que se tiene de las cosas y lo que realmente son. En diálogo con Glaucón, Platón hace una “relación simbólica”: Los prisioneros atados representan a los seres humanos en estado de ignorancia; las sombras proyectadas, son las apariencias, lo que creemos que son, el mundo sensible; lo que está afuera de la caverna, la luz (el sol) es el conocimiento verdadero.
El cautivo liberado representa al filósofo, el sabio, el que deberá guiar a los hombres simples hacia el conocimiento verdadero a través de la razón. El ascenso y vista de las cosas de arriba es semejante al camino del alma hacia el ámbito evidente. El objeto último y más difícil del mundo cognoscible: la Idea del Bien, causa de todas las cosas rectas y bellas; en el mundo visible que ha engendrado la luz y al sol, y en el ámbito perceptible que es la productora de la verdad y de la inteligencia; es la realidad que es necesario ver para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público. Utiliza la “mayéutica”, método socrático que consiste en hacer preguntas al discípulo para que éste vaya descubriendo el conocimiento oculto en él.
Recordemos que para Platón, nacemos sabiendo, lo que hay que hacer es sacar el conocimiento, con la guía de un maestro al que llama “partero de almas”, pues, “llegar al conocimiento es aprender a observar”.
Fuente: http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=657520
17 de febrero de 2015. ARGENTINA