La reflexión filosófica florece en torno a la problemática de la naturaleza.
1.-La naturaleza
La reflexión filosófica florece en torno a la problemática de la naturaleza. En griego physis alude etimológicamente al crecimiento (y, en particular, al brotar) de la vegetación. La metafísica que ha imperado en la tradición occidental se ha fijado mucho más, sin embargo, en el mundo animal. De hecho Platón caracteriza al ser humano como un animal bípedo implume. Por cierto, esta definición provocó, según se cuenta, la hilaridad de Diógenes el cínico, que se presentó ante el filósofo con un gallo desplumado diciendo: “He aquí, pues, el hombre”. Platón presenta también el alma con la imagen de un auriga que intenta gobernar un carro alado arrastrado por dos caballos. Aristóteles, por su parte, define al ser humano como un “animal racional”.
Es probable que este predominio que la tradición metafísica ha concedido a lo animal situándolo por encima de lo vegetal haya hecho que el pensamiento metafísico se contraponga a la physis-natura, estrechamente vinculada al mundo de las plantas. Paradójicamente, la dimensión más etérea o espiritual del pensamiento metafísico se despliega contra natura, contra la naturaleza, es decir, contra las plantas. Destacamos lo paradójico de esta tendencia, especialmente en lo que respecta a la filosofía de Aristóteles, pues éste se propone pensar cada ser de acuerdo a lo que es, de acuerdo con su naturaleza, kata physin.
Pero ¿qué significa “de acuerdo a la naturaleza” si se despoja a esa palabra de sus connotaciones vegetales? Quizás se pueda decir que la metafísica piensa la naturaleza contra la naturaleza y que capta a los seres singulares, y al ser como totalidad, en consonancia con esa “naturaleza contra natura” privada de sus atributos vegetales.
2.-Vegetal y animal
La expresión aristotélica kata physin contiene, curiosamente, una doble alusión velada a la vida vegetal. Ya hemos mencionado la primera de estas connotaciones -el origen de la palabra physis en los procesos de las plantas y de los fenómenos de crecimiento. La segunda alusión se oculta en la palabra kata, que significa de acuerdo con …, en conformidad con … Kata implica una continuidad del pensamiento con el asunto pensado, de tal modo que el primero tendría que seguir estrictamente todo lo que el segundo presenta y dicta. El pensamiento aristotélico no puede resistirse al objeto de su investigación, pensar contra él.
De hecho, si consideramos el objeto como una construcción proyectada frente al sujeto, el pensamiento no tendría propiamente objeto, pues de ser así se violaría la continuidad del kata physin. Así pues, y sin saberlo, Aristóteles nos invita en dos ocasiones a pensar la vida de las plantas en relación con el entorno, con los elementos tierra, agua, aire y fuego celeste, y con todo lo que tiene algo que ver con el crecimiento. No se trataría de pensar por oposición, situando algo frente a nosotros y convirtiendo lo conocido en objeto, con lo que sólo se imitaría la relación que entabla el animal con el mundo, sino por seguimiento, al modo como un girasol sigue el curso diario del sol.
La atracción de la metafísica por la figura del animal puede ponerse en correspondencia con el predominio clásico en nuestra cultura de lo patriarcal-masculino. Aunque la inteligencia se suele considerar como algo propiamente humano, en cierto modo se acepta hablar también de “inteligencia animal”, pero hay mucha resistencia a considerar la posibilidad de una inteligencia vegetal. ¿A qué se debe esta resistencia? ¿Será porque la inteligencia patriarcal, que sustenta nuestro mundo técnico-instrumental, está más cerca del activismo animal y, por ello, lo vegetal le resulta demasiado pasivo, demasiado extraño o ajeno como para que se pueda considerar que está dotado de inteligencia?
3.-Matriarcal y patriarcal
En este sentido botánicos como S. Mancuso y F. Baluska que investigan la inteligencia de las plantas nos han recordado la idea darwiniana de que las plantas tienen en las raíces una especie de “cerebro” que detecta numerosas variables del entorno relevantes para su supervivencia, propiciando una respuesta adaptativa de la planta. Mientras que el animal tiene el cerebro “arriba”, en el aire, las plantas tendrían su equivalente abajo, en la oscuridad de la tierra. Podemos recordar en este contexto que Max Scheler habla de la pulsión afectiva como originariamente vegetal.
En este sentido cabe asociar esa “inteligencia vegetal” a lo que el psicólogo E. Neumann llama “conciencia matriarcal”, que actúa desde el interior del inconsciente, en estrecha conexión con él y con sus procesos, a diferencia de la conciencia patriarcal, que rompe con el inconsciente y lo combate heroicamente.
Esa conciencia matriarcal genera un tipo peculiar de actividad que no se deja reducir a la del animal, por lo que si se la mira desde la perspectiva patriarcal-animal queda invisibilizada como una mera pasividad. Por el contrario, la “conciencia patriarcal”, que se separa del inconsciente contraponiéndose a él de un modo violento, se asociaría más bien al modo en que el cerebro animal responde a los requerimientos del entorno natural.
4.-Animal y vegetal
Se plantearía así una compleja oposición entre un modo de actuar contra natura, (asociado con el conocimiento objetivo-objetivante, la masculinidad, la subjetividad metafísica y la vida animal) y un modo de vida en contigüidad con el mundo (asociado con el saber subjetivo, la feminidad, la subjetividad pre- y post-metafísica y la vida de las plantas.
En las mitologías y culturas patriarcales el ser humano suele tender a interpretarse a sí mismo desde el animal, como el animal superior o espiritual que, asumiendo su movilidad y reactividad proyectiva, consigue domesticarlo o cazarlo. Pese a su insistencia en la racionalidad pura y en la ilustración, la metafísica occidental hereda esta tendencia, sintiendo una necesidad inconsciente de hacer valer la independencia respecto al mundo vegetal, al origen biológico del seno femenino y a un tipo de pensamiento basado en la continuidad entre el pensamiento y la existencia.
Por el contrario, las mitologías matriarcales provendrían del modo de vida de los recolectores y plantadores, que se identifican con el ciclo de muerte y regeneración de la vegetación y con su modo de adaptación al entorno sin transformarlo violentamente. El proceso de nuestra evolución habría ido, pues, de lo vegetal a lo animal, pero no se debería detener en la hominización, sino acceder a la humanización, lo cual implica la asunción o integración de lo vegetal reprimido o sobreseído culturalmente.
5.-Conclusión: lo humano
El vegetal dice aferencia, y el animal dice interferencia. Pero el ser humano dice “conferencia”, es decir, mediación de lo vegetal y lo animal, de lo matriarcal y lo patriarcal en la persona o interpersonalidad humana. La cual se define por la dialogía del animus y el anima, de lo masculino y lo femenino, como afirman C.G. Jung y L. Irigaray.
Por otra parte, lo vegetal se ancla en la igualdad asuntiva y el animal en la libertad proyectiva. Pero lo humano es la comunidad de la igualdad y la diferencia, tal y como se articula en el lenguaje. El lenguaje encarna la asociación del sentido intersubjetivo en su dialogía mediadora de el/lo uno y el/lo otro, a través de su remediación política democrática.
-Michael Marder (Ikerbasque-UPV/EHU): The philosopher´s plant, Columbia University Press 2014.
-Luis Gargagalza (UPV/EHU): El sentido de la hermenéutica, Anthropos, Barcelona y México 2014.
-Andrés Ortiz-Osés (Universidad de Deusto-Bilbao): Amor y sentido, Anthropos, Barcelona 2003.
Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/fratria.php/2016/02/27/lo-humano-entre-lo-vegetal-y-lo-animal
2 de marzo de 2016