Manuel Cruz, J. J. Sebreli y Manuel Barrios, en torno a Lévi-Strauss.
“Desde niño me he sentido incómodo ante lo irracional y desde entonces he intentado encontrar un orden por detrás de aquello que se nos presenta como el desorden”. Así describía hace años, con iluminadora sencillez, el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (Bruselas, 1908) su quehacer intelectual y, por ende, el significado último de la corriente estructuralista de la que es principal referente: “buscar el orden tras el desorden”.
Lévi-Strauss cumple hoy cien años. Su indiscutible magisterio movilizó poderosas energías intelectuales durante toda la segunda mitad del siglo XX. El estructuralismo que aplicó a los estudios antropológicos, –receloso ante la moda en que se convirtió en los sesenta y que, como tal, pronto se marchitaría–, no era según él más que una tentativa de trasladar a la lingüística, la antropología y las ciencias sociales en general “lo que las ciencias naturales han venido realizando desde siempre” (Mito y significado, Alianza, 1987). Se trataba de fabricar instrumentos conceptuales que nos permitieran conocer las férreas estructuras que rigen las actividades de los hombres con independencia de su voluntad: parentescos, sistemas mitológicos, tabúes… ¿Qué balance hacen hoy filósofos y antropólogos de su legado? ¿Y qué fue del estructuralismo?
Para el filósofo y catedrático de la Universidad de Barcelona Manuel Cruz “la onda expansiva de la obra de Claude Lévi-Strauss desborda los confines de cualquier especialidad alcanzando a afectar por entero al imaginario colectivo de nuestra época”. Coincide con él el catedrático de Filosofía de la Universidad de Sevilla Manuel Barrios Casares, quien defiende que Lévi-Strauss “dotó a la antropología de una nueva dimensión en su labor de explicación y comprensión de la vastísima diversidad de los fenómenos culturales mediante la búsqueda de constantes universales. Y logró un marco institucional estable para una clase de estudios que en su momento no gozaban de suficiente reconocimiento académico”.
Generalizaciones abusivas
El sociólogo y filósofo argentino Juan José Sebreli recuerda que “Lévi-Strauss se lamentaba de que sus seguidores habían deformado sus ideas al extrapolarlas a otras disciplinas. Él mismo, sin embargo incurrió en generalizaciones abusivas al tratar de legitimar sus opiniones en cuestiones sociales, políticas, filosóficas y estéticas, por su seriedad científica como antropólogo. Pero algunos de sus colegas señalaron que también en antropología se basaba con frecuencia, en juicios apriorísticos, más que en observaciones directas”. Señala Sebreli que “el libro que le catapultó a la fama Tristes trópicos, le sobrevivirá, más que por sus cualidades científicas, por su belleza literaria y la originalidad del género, combinación de autobiografía, diario de viaje y filosofía rousseaniana”.
Tristes Trópicos (Paidós, 1988), el libro de viajes que abre con la expresiva afirmación “odio los viajes y los exploradores”, es un clásico del siglo XX. El etnógrafo relata en él sus experiencias en la amazonía con los caduveos, bororos, nambiquara o tupi-kawaib, aquellos “salvajes civilizados” como los bautizó, con los que atesoraría un ingente material etnográfico reelaborado sin cesar durante el resto de su carrera. En este libro puede hallarse además una vindicación apesadumbrada y bellísima de la renuncia al sujeto que sirve de basamento a la teoría estructuralista.
Con vistas a clarificar un panorama teórico algo confuso en el que con el adjetivo “estructuralista” se ha aplicado en ocasiones a teorías disímiles, Manuel Cruz aclara que, “aunque parezca obvio, conviene recordar que lo más característico del discurso estructuralista es su reivindicación de la noción de estructura”.
La noción de ‘hombre’
“O, si se quiere decir de otra manera”, prosigue Cruz, “su idea de que existen sistemas o dispositivos anónimos, supraindividuales, de difererente tipo –estructuras económicas, antropológicas, psíquicas, lingüísticas, históricas…– que, desde el punto de vista del conocimiento, sirven para explicar mejor de lo que lo hacían las nociones preexistentes –especialmente las de hombre, persona y similares– el transcurrir de los acontecimientos, y que, desde el punto de vista práctico, desarrollan una eficacia infinitamente mayor que la de los elementos más pequeños –como los correspondientes a la escala individual–”.
Por su parte, Sebreli niega novedad alguna al tipo de discurso que irradia el estructuralismo –cosa que, por cierto, ya hacía el propio Lévi-Strauss al localizar su génesis en el Renacimiento–: “La idea de que nada puede ser entendido sino en relación con todo lo demás no ha sido descubierta por Lévi-Strauss, puede remontarse a Aristóteles y encontrarse igualmente en concepciones como las de Hegel y Marx entre otros autores desdeñados por el estructuralismo francés”. Y recuerda irónico el argentino cómo “el propio Lévi- Strauss decía con ironía: ‘Tal como se lo entiende, el estructuralismo es una moda parisina como las que surgen cada cinco años y que ha tenido su tajada quincenal’. En realidad, la fiesta estructuralista duró cerca de veinte años. Durante su auge se llegó a aplicaciones ilegítimas como la interpretación estructuralista de los filmes por Cahiers du cinema o el anuncio del director técnico de la selección francesa de fútbol acerca de una reorganización estructuralista del equipo”.
Manuel Barrios reconoce que “el estructuralismo fue un movimiento de contornos imprecisos. La propia noción de estructura, tal como la empleó Levi-Strauss, carecía de la necesaria concreción y su estatus teórico oscilaba entre el de un mero modelo explicativo y una fiel descripción de la realidad. Pero su enfoque antihumanista fue algo más que una simple moda pasajera. Constituyó un revulsivo que, aglutinando herencias intelectuales dispares –psicoanálisis, marxismo, existencialismo– abrió paso a nuevas formas de entender los procesos de constitución de la identidad social de los sujetos y, con ello, a la obra de pensadores como Michel Foucault, Jacques Derrida o Pierre Bordieu. Aparte de su éxito notorio en Francia, la antropología estructural de Lévi-Strauss caló bastante en una Inglaterra que en los años sesenta se apartaba de la óptica tradicional del colonialismo, pero no llegó a sustituir del todo al funcionalismo precedente. Más bien lo complementó. En EE.UU. fue durante mucho tiempo una alternativa exitosa al materialismo cultural y por eso ha sido contestada con tanto virulencia por autores como Marvin Harris”.
Globalización e identidades
En un mundo globalizado y en crisis sistémica en el que, merced a una suerte de venganza de la historia, resurgen con violencia todo tipo de afirmaciones identitarias, ¿vuelven a tener sentido las conocidas tesis estructuralistas acerca de la equivalencia esencial entre las distintas culturas?
“El carácter contradictorio tal vez esté menos claro de lo que se acostumbra a señalar”, indica Manuel Cruz. “Ni la globalización tiene que equivaler a unauniformización de obligado cumplimiento –sería una excelente noticia la globalización de una democracia pluralista–, ni todas las identidades deben ser despachadas de un plumazo, como si sólo pudieran contener particularismos miopes o provincianos. Porque si en vez de mirar de reojo –como solemos hacer con demasiada frecuencia– a las identidades proclamadas desde los discursos de matriz comunitarista-nacionalista, nos fijamos en las identidades colectivas constituidas, en diferentes momentos de nuestro pasado reciente, por gays y lesbianas, por feministas o por cualquier grupo objeto de una injusticia, y analizamos sus reivindicaciones y luchas, probablemente interpretaremos la cosa de diferente manera, y no parecerá tan incontestable el conflicto entre lo particular y lo universal –incluso podría suceder que ya no apareciera–.”
“Hombre del siglo XX tardío”, Lévi-Strauss se encontraba, según cree Sebreli, “condicionado por la circunstancia histórica de su tiempo. Su rechazo del sentido de la historia y aún de la historia misma, ayudó a las izquierdas a eludir el colapso del comunismo. En tanto la exaltación del ‘pensamiento salvaje’ y de las ‘sociedades frías’ concordaba con el auge de los populismos tercermundistas. El siglo XXI con el avance de la globalización y a la vez de la individualización está muy lejos de las estructuras cerradas del estructuralismo, contrarias al universalismo y al actor individual. En cuanto a la exaltación de las identidades nacionales, étnicas o tribales que pareceráan dar la razón a los estructuralistas, pienso que no son sino la lucha desesperada de lo que está destinado a desaparecer”.
Robinsonadas genitales
Concluye Manuel Barrios: “Lévi-Strauss se despachó a gusto contra las ‘robinsonadas genitales’ de algunos estudios de género que pretendían reeditar la vieja tesis del matriarcado primitivo. Seguramente, las actuales exacerbaciones de la identidad no serían del gusto de quien siempre buscó un marco común para la multiplicidad de manifestaciones humanas. Pero el postestructuralismo ha acabado minando asimismo la fe en la constancia de una naturaleza humana. En este contexto, de modo curioso, la antropología vuelve a requerir, como en tiempos de Lévi-Strauss, el concurso de la filosofía”.
Legado complejo, profuso y polémico, pues, el de la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss, uno de los últimos maestros, inevitable hombre del siglo XX, que se adentra en el XXI con la misma perplejidad que le condujo a fundar una ciencia y a mostrarnos la infinita riqueza de un ser humano que no existe.
Cronología
-27 de noviembre de 1908. Lévi-Strauss nace en Bruselas, de padres franceses que regresan un años después a París.
– 1917. Estudia Derecho y Filosofía en La Sorbona.
– 1935. Tras ejercer como profesor de Filosofía de secundaria obtiene un puesto de profesor visitante en la Universidad de San Paulo de Brasil.
– 1935-1939. Realiza sus primeros trabajos de campo como etnógrafo en el Matto Grosso y en la selva tropical brasileña.
– 1939. Regresa a Francia en vísperas de la II Guerra Mundial y es movilizado.
– 1940. Tras la invasión alemana de Francia viaja a EE.UU e imparte clases en el New School for Social Research de Nueva York.
– 1945. Ya en París se doctora en La Sorbona con su tesis sobre Las estructuras elementales de parentesco, obra fundamental de la teoría antropológica.
– 1955. Publica Tristes Trópicos, crónica de sus viajes por Suramérica. Una obra maestra del siglo XX.
– 1958. Se publica Antropología Estructural, que compendia sus teorías científicas sobre la cultura.
– 1959. Es nombrado profesor de Antropología en el Collège de France, donde ejercerá hasta su jubilación en 1982.
– 1973. Miembro de la Academia Francesa.
– 1981. Los lectores de la revista Lire le eligen como el intelectual francés más influyente del siglo XX.
Daniel ARJONA
Fuente: http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/24335/La_busqueda_del_orden_tras_el_desorden
ESPAÑA. 27/11/2008
no me sirve de nada su informacion es una porqueria que asco me dan
pongan mas cabrones pendejos.