El Quijote, símbolo sagrado, constituido como mito del mundo hispánico heredado a las letras y al pensamiento universal, escapa al razonamiento lógico, escapa a esa clase de razones que la razón no entiende, busca enigmática verdad en la sinrazón, el ámbito de las oscuras verdades que no llegamos a descifrar del todo; siempre habrá un resto que permanece en el ocultamiento, como el nudo-sueño freudiano, donde se alojan lo insondable, lo incognoscible, el sinsentido, esa parte del deseo inconsciente que escapa a la traducción.
Apoteosis de la locura en Foucault, quien aborda la locura en el sentido husserliano del peligro amenazador de la razón y el sentido bajo la forma del objetivismo, el olvido de los orígenes y el recubrimiento mediante la propia develación racionalista y trascendental, como movimiento de la razón amenazada por su propia seguridad.
Disociación del discurso del poder, que según Jacques Derrida, interpretando a Foucault, es filosofía del terror. “El terror confesado de estar loco”. En que la razón está más loco que la locura, más racional que la razón, más cerca de la fuente viva, aunque silenciosa y murmuradora del sentido.
Contradicción que existe desde siempre, no tiene principio, es interminable. Foucault nos enseña a pensar que existe la crisis de la razón extrañamente cómplice de lo que el mundo llama “crisis de locura” (según la manera de interpretarlo de Derrida, alumno de Foucault).
Contradicción, según Foucault, en que existe la sospecha de que el lenguaje no dice exactamente lo que dice. Sentido formal que protege y encierra un sentido, pero, en realidad, encierra, a pesar de todo, otro sentido. El sentido engendrado de otra sospecha, que rebasa la forma propiamente verbal. Existen muchos otros registros que hablan y no son lenguaje. Lenguajes que no son verbales, formas que aparecen desde los griegos y aún tienen vigencia.
Todo esto determina para Foucault, que “cada cultura, cada forma cultural de civilización ha tenido sus sistemas de interpretación, sus técnicas, sus métodos, sus formas propias de sospechar en que lenguaje quiere decir algo distinto de lo que dice y deja ver que hay otros lenguajes además del mismo lenguaje”.
Para Foucault, las técnicas de interpretación quedaron en suspenso a partir de los siglos XVII y XVIII. De aquí la sentencia de Montaigne: tan sólo somos intérpretes de interpretaciones. La apertura del texto cervantino también serviría como ilustración de la enunciación de Foucault. En el siglo XX, Freud, Nietzsche y Marx nos sitúan, según Foucault, ante nuevas posibilidades de interpretación.
Cueli J., Cervantes y Freud; La Jornada Ediciones, México, 2013.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/01/14/opinion/a04a1cul
14 de enero de 2016. MÉXICO