En el mito de la creación del hombre, contado por Protágoras en el diálogo de Platón, se da cuenta de la incapacidad de los humanos para convivir armónicamente, pues los hombres, cuyas cualidades fueron determinadas proporcionalmente por Epimeteo, eran diestros en la defensa y en el ataque, pero ignoraban el noble arte del gobierno: la política. Algo de lo que se dio cuenta su creador, Prometeo, sin poder corregirlo, pues su hermano había distribuido todas las facultades disponibles entre los animales irracionales, pero nada había sobrado para el ser humano.
El rumbo desastroso de los acontecimientos del Japón y del norte de África parece pues apuntar en este sentido de la carencia mitológica de los humanos. Según la “Antígona” de Sófocles, siguiendo a Epimeteo, el hombre está dotado de un ingenio técnico que sobrepasa todas las expectativas. Argumenta Sófocles que él es siempre libre de optar en su uso para la vida o por la muerte.
El mito de Prometeo, tantas veces contado en las tragedias griegas de la antigüedad, es la más primorosa enseñanza que heredamos de la sabiduría antigua sobre la intolerancia, y la dominación tecnológica desmesurada e imprudente del hombre contemporáneo.”El desastre, nos recuerda el coro de ‘Agamenón’ de Esquilo, es hijo de las osadías temerarias de los que se complacen en el orgullo desmedido cuando sus casas desbordan de opulencia”. Una conclusión lapidaria, hoy más cierta que nunca, aplicable a las opulencias económicas de los pueblos de la alianza de la OTAN y a las desmesuras tecnológicas observadas en Japón y en la guerra de Libia. Todo a nombre del capital.
El curso de los acontecimientos ha demostrado que los temores de Sófocles eran sobradamente justificados. El ingenio técnico en manos de algunos pocos y su utilización optativa para la vida o para la muerte, puesto a las órdenes del voraz apetito del capitalismo mundial, ha engendrado un déficit ético inquietante: una carencia epimetéica que ha provocado regularmente, a lo largo de la historia, grandes hecatombes bajo las formas de liberación desmesurada de la furia de los átomos, fieras guerras mundiales, injustificadas invasiones a indefensos pueblos milenarios, despiadadas masacres colectivas, insensatos desastres humanitarios y humillante explotación del hombre por el hombre. Consecuencias inevitables de la brecha que existe entre la poderosa minoría, dueña de la capacidad tecnológica destructora, y la indefensa mayoría indigente y tecnológicamente analfabeta.
Los gringos y sus aliados deberían saber, como supieron los griegos, que el dominio de la phrônesis, que los romanos tradujeron por prudentia, es lo que Aristóteles definió como la capacidad reflexiva del humano, aconsejada por el juicio ético o moral. O sea, discernir entre aquello que es bueno o malo para el ser humano.
¿Qué conclusión sacar de todo esto? El mundo tiene que crear un sistema de justicia social que no consista en el monopolio de las armas y del capital y que a la vez sea ético y justo. ¿Cuál es la forma de ese sistema? Esa es la pregunta que todos los pueblos deben plantearse libremente, con racionalidad, pues de su respuesta dependerá el futuro de nuestra civilización.
“!Insensatos, cantó el coro en la ‘Helena’ de Eurípides, todos aquellos que intentáis lograr la excelencia por medio de la guerra!”. Empero, ¿se compadecerá nuevamente Prometeo de los humanos para rectificar una segunda vez la desmesura de sus criaturas? O por el contrario, ¿habrá perdido definitivamente Prometeo la batalla por la preservación de la especie humana?
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Fuente: http://www.elmeridianodesucre.com.co/index.php?option=com_content&view=article&id=19271:las-criaturas-de-prometeo&catid=27:columnistas
COLOMBIA. Sucre. 26 de marzo de 2011