Está tan mal todo, que cualquier crítica no se equivoca. Todo lo que digamos que está mal es un acierto político, ético y filosófico.
Los paraísos propios o imaginarios se construyen argumentando que el otro es peor, y si se dice un pro, habrá una mayoría que dirá que nada es posible. Lo correcto hoy es decir, preguntando: Qué mal está todo, ¿verdad?
Es sin duda un tiempo oscuro y de confusión general que sólo puede funcionar olvidando lo que éramos y dividiendo el mundo entre los malos y los buenos. Por ello, hoy hay más profetas de la ruina y el colapso que diseñadores gráficos, como cuando éstos acabaron con el imperio de los economistas y éstos, a su vez, con el de los licenciados.
Con la crisis permanente se nos hizo una mentalidad contradictoria que se disputa un mismo y pequeño espacio: unos quieren vivienda, otros que ya no se construyan. Unos quieren obras y otros que paren. Unos quieren estacionarse rápido y otros que desaparezca el valet parking. Unos quieren seguridad y todos sospechan de la policía. Unos quieren conservar y otros transformar. Unos quieren conservar selvas y pirámides, mientras que otros quieren hacer negocios con ellas. Unos quieren reglas estrictas, otros no reconocer ninguna. Todos quieren tener un coche, nadie desea una gasolinera cerca. Existe el salario mínimo constitucional, que la economía hace ilegal, porque no logra la satisfacción de las necesidades básicas del obrero y su familia, pero en el fondo es aceptado por todos: gobierno, patrones y sindicatos.
Hoy pareciera que la derecha se apoderó del sentimiento de cambio, en tanto que la izquierda se aferra a la idea de resistir los cambios y reformas. Hay contradicción en el pensamiento ideológico con el sentimiento de rebeldía, pues mientras los dialécticos, que deberían ser por esencia transformadores, ahora han puesto la máquina al final del tren y jalan en sentido contrario bajo el llamado a la resistencia, la derecha promueve cambios para mantener un sistema de desigualdad y privilegios.
Bajo estas contradicciones que permean todo están los Puntos de reflexión, manual del progresista, de George Lakoff, quien dice en su prefacio que el objetivo del texto es traducir nuestros sentimientos (contradictorios) al lenguaje.
Entre la izquierda es frecuente encontrar personas que han tomado la decisión de comprometerse políticamente llevadas por un sentimiento de rebeldía ante la explotación, ante la opresión (los fraudes, como en México), afirma el lingüista y fundador de la semántica generativa. Pero este sentimiento de rebeldía y esa intuición de justicia deben encontrar caminos de expresión, y en democracia ese cauce son los argumentos, las ideas y las palabras, pero, ¿cómo hacer esto en una sociedad que ha destruido su tejido social, ya no cree en el valor social del trabajo y sus comunidades son de permanente contradicción y conflicto?
Las ideas o las palabras no son resultado espontáneo de los sentimientos de rebeldía, sino que necesitan elaboración, requieren documentarse y, sobre todo, debatirse porque las palabras compiten con otras de manera permanente. Por eso la derecha, dice Lakoff, se ha hecho experta en utilizar contra la gente los mismos sentimientos de rebeldía frente a la injusticia. Se ha desarrollado todo un sistema de comunicación por los sectores conservadores, para usar nuestras esperanzas contra nosotros mismos, manipulando los recursos lingüísticos. Frente a esto, la izquierda debe construir sus propios marcos conceptuales, liberando de la contradicción entre los sentimientos de rebeldía y justicia con formas de expresión, ideas, propuestas y programas que no sean simplemente para resistir o declarar a la esperanza como un fin, sino para construir y reconstruir la vida social y política bajo ideas democráticas.
Bajo este manual del progresista, George Lakoff plantea que el centro político no existe, sino que los ciudadanos son biconceptuales, es decir, que abrigan una parte conservadora y otra liberal, progresista, transformadora. Por eso hay quienes desde la izquierda promueven políticas ultraconservadoras y no se dan cuenta de que han asumido inconscientemente las ideas de los contrarios y hasta de sus propagandistas.
El asunto es cómo la izquierda construirá esa base conceptual para sortear la contradicción existente.
Entender este biconceptulismo entre la búsqueda del ciudadano a conservar su situación y arriesgarse a cambios, formas nuevas y un nuevo lenguaje nos llevaría a encontrar en la crítica algo más que el no equivocarnos, que ahora es fácil de hacer. Nos haría hacer de la crítica una práctica también, y un activismo que junte de nuevo la idea dialéctica transformadora con los sentimientos de justicia, derechos, convivencia e igualdad ante una sociedad y una política, que, aun polarizada en siglas, vive bajo el esquema impuesto por las derechas conservadoras que promueven cambios para retroceder.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2009/02/24/index.php?section=opinion&article=016a2pol
MEXICO. Martes, 24 de febrero de 2009