El hombre en su totalidad, con todas sus facetas, es social; su aspiración no es el placer, sino la relación entre los hombres
Fruto de su Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales 2008, llega una hornada de obras de Todorov a nuestras librerías. Aquí nos encontramos de nuevo con su La vida en común, un ensayo rápido y certero, un ágil esbozo del pensamiento del lingüista búlgaro en lo referente a la antropología social. En síntesis: sentido común a raudales.
Comienza su itinerario intelectual con una advertencia que compartimos: se suele sostener, aún implícitamente, una visión no-social del hombre. Aquella marmórea afirmación de Aristóteles según la cual el hombre es un animal social ha sido fosilizada en el olvido de los museos y nuestra cultura parece encontrar aliento en otras estrategias y derroteros.
Sin embargo, la tradición ‘social’ a la que se adhiere el autor es la encabezada, según él nos cuenta, por Jean Jacques Rousseau. Viene a decirnos que pensar en el autor de El contrato social como en alguien que defiende una visión individualista es algo equivocado. Y su argumentación para defender este particular es que cuando Rousseau habla del ‘buen salvaje’ como del añorado hombre feliz pre-social tiene muy claro que es alguien hipotético, pues no existe ni ha existido nunca.
De la mano del ‘sentimiento de la existencia’ rousseauniano se nos conduce a través de todo el psicoanálisis relacional del S.XX a afirmaciones interesantes como que “nuestra incomplétude es no sólo constitutiva sino también incurable” (p. 131) o que “no sólo es social tal o cual faceta de nuestro ser, la existencia humana en su totalidad lo es” (p. 196), lo cual nos llevaría a que “tomar conciencia de que la meta del deseo humano no es el placer sino la relación entre los hombres puede permitirnos que nos reconciliemos con situaciones que aparecerían como insatisfactorias bajo la vara de otros criterios y, a la vez, actuar de modo que se mejore la vida de la sociedad de forma duradera y general” (p. 208).
Todo bastante equilibrado e interesante, más allá de su unívoca interpretación de Rousseau, que nosotros conocemos como mucho más equívoco en su política melancolía de la ‘pureza’ de la asocialidad primigenia.
Aunque en la antepenúltima página resbala cuando afirma que el cristianismo, como Kant, defiende que afirmar al otro significa negarse a uno mismo. Si estuviese haciendo crítica cultural le podríamos dar la razón. Muchas veces (en España, por ejemplo), el cristianismo ha tomado tintes protestantes y se ha asociado a la “resignación”. En su “Deus Caritas Est”, sin embargo, Benedicto XVI lo dice alto y claro: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.»
Desde este modesto lugar, querríamos recordarle a Todorov que de lo que él está hablando es de lo que propone el cristianismo, aunque, curiosamente, dicha tradición no sea mencionada a lo largo de todo el ensayo como fuente evidente de dicho modo de pensar. De hecho, sólo en el cristianismo se supera el último escollo intelectual en el que el mismo Todorov se queda encallado al final de su ensayo cuando dice: “la vida en común sólo garantiza, y en el mejor de los casos, una endeble felicidad” (p. 213) Mientras que el cristianismo, si no recordamos mal, habla del ciento por uno aquí, además de la vida eterna.
LA VIDA EN COMÚN. ENSAYO DE ANTROPOLOGÍA GENERAL
Tzvetan Todorov
Editorial Taurus
231 páginas
Fuente: http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=12547&id_seccion=13
Barcelona,Cataluña,Spain. 19 de diciembre de 2008