La rebelión de las virtudes: MacIntyre contra el vacío moral moderno, Por Maiona Gumpert

Por Maiona Gumpert

Imagina una sociedad donde la amistad sea más que una simple elección individual: bienvenido al mundo de Alasdair MacIntyre. Este filósofo escocés, de su barba blanca y mirada penetrante, no es un simple académico más en el vasto panorama del pensamiento contemporáneo. Es un agitador de conciencias, un crítico incisivo que nos obliga a cuestionar las bases mismas de nuestra sociedad liberal.

MacIntyre (Glasgow, 1929) ha recorrido un camino intelectual fascinante. Del marxismo al catolicismo, MacIntyre forjó un camino intelectual que transformó su filosofía. Esta conversión no fue un mero cambio de etiqueta, sino una metamorfosis que impregnó su pensamiento, dando origen a una visión que desafía las categorías convencionales. A lo largo de décadas ha desarrollado una crítica mordaz al liberalismo moderno, convirtiéndose en una figura central del movimiento filosófico conocido como comunitarismo.

La crisis moral de nuestra época

El diagnóstico de MacIntyre sobre nuestra época es contundente: vivimos en un tiempo «después de la virtud», un mundo moral en ruinas donde los valores flotan a la deriva, desconectados de cualquier fundamento sólido. Para entender esta afirmación es necesario adentrarse en su análisis histórico del pensamiento ético occidental.

Según MacIntyre, el problema comenzó con el proyecto ilustrado de fundamentar la moral únicamente en la razón. Este intento, a su entender, estaba condenado al fracaso desde el principio. Al desconectar la ética de las tradiciones y prácticas comunitarias que le daban sentido, los filósofos de la Ilustración crearon un vacío moral que el liberalismo moderno no ha podido llenar.

El resultado, según, MacIntyre ha sido una sociedad con un panorama ético donde los juicios morales se han reducido a meras opiniones personales. Para ilustrar esta crisis, el filósofo examina el debate sobre el aborto. En este controvertido tema, observamos un choque de posturas éticas irreconciliables, donde cada bando defiende su posición sin posibilidad de entendimiento. Esta situación, argumenta MacIntyre, es sintomática de una carencia más profunda: la ausencia de un marco ético común que nos permita sopesar y evaluar argumentos morales de manera sistemática y coherente. Sin este terreno compartido, los debates éticos se convierten en diálogos de sordos, donde cada parte habla desde su propia isla moral, incapaz de tender puentes hacia las demás

Crítica al individualismo liberal

Pero la crítica de MacIntyre va más allá de la fragmentación moral. Apunta directamente al corazón del individualismo liberal. Para él, la idea del ser humano como un átomo social, desligado de toda tradición y comunidad, es una peligrosa ficción. «Somos animales narrativos», insiste MacIntyre, «nuestras vidas solo tienen sentido dentro de las historias que nos cuentan nuestras comunidades».

Esta visión choca frontalmente con el ideal liberal del individuo autónomo. MacIntyre argumenta que esta concepción no solo es falsa, sino que tiene consecuencias devastadoras. Ha erosionado el sentido de comunidad, ha vaciado de contenido nuestras instituciones y ha dejado a las personas a la deriva en un mar de opciones sin brújula moral.

Para ilustrar este punto, MacIntyre a menudo se refiere al concepto de amistad. En la visión liberal, la amistad se reduce a una relación voluntaria entre individuos autónomos. Sin embargo, MacIntyre argumenta que la verdadera amistad solo puede florecer en un contexto comunitario donde existen virtudes compartidas y un entendimiento común del bien. La amistad, en su visión, no es solo una elección individual, sino una práctica social que requiere un marco ético compartido.

La universidad y su papel en la fragmentación del conocimiento

La crítica de MacIntyre se extiende también a las instituciones educativas, en particular a la universidad liberal moderna. Según el filósofo, estas instituciones están atrapadas en tres ficciones perniciosas: la especialización extrema como sinónimo de profundidad, la neutralidad imposible y el culto a la «excelencia» vacía.

MacIntyre argumenta que la fragmentación del conocimiento en disciplinas aisladas impide una comprensión holística de la realidad. Señala, por ejemplo, cómo la ética se ha convertido en una disciplina aislada en las universidades, desconectada de la política, la economía o la historia. Esto impide comprender la naturaleza integral de los problemas morales que enfrentamos como sociedad.

Además, MacIntyre cuestiona la pretensión de neutralidad de la universidad liberal. Argumenta que esta supuesta neutralidad es en realidad una ficción que encubre los presupuestos morales y filosóficos del liberalismo. En su lugar, aboga por una educación que reconozca abiertamente sus raíces en tradiciones específicas de investigación racional.

Frente a este panorama desolador, MacIntyre no se limita a la crítica. Propone una vuelta a la ética de las virtudes, inspirada en Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Su visión es la de comunidades locales donde puedan florecer las prácticas y virtudes que dan sentido a la vida humana.

Un ejemplo que MacIntyre a menudo cita es el de las comunidades de pescadores en Nueva Inglaterra. En estas comunidades las prácticas compartidas y los valores comunes crean un sentido de propósito y solidaridad que el individualismo liberal no puede proporcionar. Estas formas de vida ofrecen un modelo de cómo podríamos vivir de manera más auténtica y moralmente coherente.

MacIntyre también contrasta la concepción liberal de los derechos con la idea aristotélica de la justicia. Mientras que el liberalismo ve los derechos como atributos de individuos aislados, la tradición aristotélica entiende la justicia como una virtud que solo puede desarrollarse en el contexto de una comunidad que comparte una visión del bien común.

Convergencias y divergencias con Patrick Deneen

Es importante señalar que MacIntyre no está solo en su cruzada contra el liberalismo. Comparte trincheras con pensadores como Patrick Deneen, aunque con matices importantes. Mientras MacIntyre aboga por comunidades a pequeña escala como alternativa al Estado liberal, Deneen busca una renovación desde dentro de las instituciones existentes.

Ambos comparten una crítica profunda al liberalismo y sus efectos desintegradores en la sociedad contemporánea. Sin embargo, sus enfoques presentan diferencias notables. MacIntyre enfatiza la importancia de tradiciones específicas de investigación racional (como el aristotelismo o el tomismo) para superar las limitaciones del liberalismo. Deneen, por su parte, apela a una noción más amplia de tradición cultural y cívica, especialmente en el contexto estadounidense.

En cuanto a sus propuestas políticas, MacIntyre es más radical en su rechazo al Estado liberal moderno. Aboga por comunidades locales autónomas como alternativa. Deneen, aunque crítico del estatismo liberal, no rechaza por completo el marco del Estado-nación y busca una renovación desde dentro de las instituciones existentes.

Las ideas de MacIntyre son un desafío directo al statu quo. Nos obligan a preguntarnos: ¿Es posible una sociedad que no esté basada en el individualismo extremo? ¿Podemos recuperar un sentido de propósito común en un mundo fragmentado?

Una llamada a redescubrir nuestras tradiciones

Para muchos conservadores y católicos, MacIntyre es una voz profética en el desierto del relativismo moderno. Sus ideas resuenan con fuerza en un momento de crisis de valores y desintegración social. Su crítica al liberalismo ofrece un marco teórico para aquellos que buscan alternativas al individualismo dominante.

Sin embargo, es importante señalar que MacIntyre no es un simple nostálgico del pasado. Su crítica es una invitación a volver a imaginar nuestro futuro, a construir comunidades donde la vida ética y la búsqueda del bien común no sean reliquias del pasado, sino realidades vivas.

En un mundo obsesionado con el «yo», MacIntyre nos recuerda que somos, ante todo, seres sociales. Su filosofía nos invita a redescubrir las virtudes, a reconectar con nuestras tradiciones y a construir comunidades con sentido.

Las propuestas de MacIntyre plantean desafíos significativos. ¿Cómo formar comunidades virtuosas en un mundo globalizado? ¿Es posible recuperar un sentido compartido del bien común en sociedades pluralistas? Estas son preguntas que MacIntyre nos obliga a considerar.

En última instancia, la obra de Alasdair MacIntyre es una invitación a la reflexión profunda sobre los fundamentos de nuestra vida social y moral. Nos desafía a cuestionar las premisas del individualismo liberal y a imaginar formas de vida más ricas y significativas.

En un momento en que muchos sienten la falta de un horizonte moral compartido, las ideas de MacIntyre ofrecen una alternativa provocadora. Nos recuerdan que la búsqueda de una vida buena y virtuosa no es un proyecto individual, sino una tarea compartida que requiere comunidades fuertes y tradiciones vivas.

El debate que MacIntyre ha iniciado está lejos de concluir. Sus ideas seguirán siendo una espina en el costado del pensamiento liberal dominante, un recordatorio incómodo de que quizás, en nuestra búsqueda de libertad individual, hemos perdido algo esencial para nuestra humanidad compartida.

Notas

Fuente: https://www.eldebate.com/cultura/20241228/rebelion-virtudes-macintyre-contra-vacio-moral-moderno_256481.html

28 de diciembre de 2024

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