No me estoy inventando un historicismo escrito a la hora de avisar sobre el funcionamiento de la polis -Platón- o del Estado -Hobbes- en relación con la decisión de que cualquier gobernante debe poseer una teoría del conocimiento -epistemología- o una metafísica -Aristóteles- con el objetivo de ejecutar la sabiduría como único remedio para la reconstrucción política. Estamos acostumbrados -desde la más remota historia- a que tras el nacimiento de las naciones tal y como hoy las conocemos -las grandes invasiones que se abatieron sobre el Imperio romano desde finales del siglo IV hasta mediados del siglo VI por parte de los bárbaros, como los godos Alarico y Alboino, los cuales constituyeron el objeto privilegiado de la historiografía alemana desde el siglo XIX, es decir, la nación alemana o deustsche- a que éstas sean gobernadas por una jerarquía o clasismo que por lo natural tiende a la mediocridad. La política, la filosofía de la política, siempre ha estado emulsionada por la ausencia de justicia, de ética, de distinción entre el bien y el mal, de pragmatismo social, cultural, científico, etc. Todo esto a lo largo de los siglos nos ha conducido al clariver de la barbarie o a la búsqueda del poder y el expansionismo -guerras, genocidios, religión, Cruzadas o imposición entre las distintas civilizaciones-. Y yo me pregunto: ¿a qué se debe toda esta violencia, todo este sufrimiento, todo este cesarismo, todo este imperialismo? Yo lo diré: a la visible concreción de la mediocridad.
Fue Platón y luego Aristóteles los primeros en anunciar que para que la república ateniense funcionara ordenadamente donde los principios de equidad, de moralidad, de justicia se anquilosaran bella y democráticamente en la gobernabilidad de los distintos pueblos se hacía necesario que fueran los hombres sabios, esto es, los filósofos, los que se encargaran de imponer el bienestar y la suavidad política con el objetivo de evitar la oligarquía, el totalitarismo, la militarización, etc. de lo que en lo sucesivo iba a ser el Estado. La filosofía tiene más capacidad de aproximación a la hermenéutica de la virtud, y sobre todo, a la aclimaticación de la justicia.
Desde Platón han pasado los milenios y nos encontramos que ya en este siglo XXI la política internacional continúa encendida por la mediocridad. Entre la mediocridad y la sabiduría, sólo media una cultura estelar nacida de los acontecimientos propiamente filosóficos. Basta con ojear nuestra contemporaneidad para darnos cuenta que lo político se ha convertido no en una vocación o una profesión, sino en un filibusterismo que poco a poco se va extendiendo hasta ocupar todo el horizonte.
Conceptos como la verdad, el ser como individuo único y libre, la visión del mundo, la estética, la ética, la propia filosofía política, la convulsión de las actuaciones justas y definitivas en estos momentos -sincrónicamente evolucionados desde las más remotas civilizaciones- no se aprovechan en beneficio de la humanidad como idea universal -de nuevo Platón-. Por el contrario estamos asistiendo al fracaso de cualquier intervención política porque como nota común se alista la vulgaridad de sus dirigentes por no decir el completo agrafismo.
La política contemporánea denota la deconstrucción -ya lo vieron los filósofos posmodernos, por ejemplo, Derrida- de las distintas sociedades internacionales en beneficio de la voluntad de poder -sin confundir esta “voluntad de poder” con la máxima nietzscheana-. Por ello deben ser los hombres sabios, conocedores del interior y del exterior del ser humano, los que gobiernen las naciones, los Estados o las civilizaciones con el fin de que en plena justicia puedan aplicar la siempre confundida virtud que posibilite la cosmología de la salvación definitiva de toda la humanidad. Quien lo dude que vaya a consultarlo con el Oráculo de Delfos.
Fuente: https://www.elimparcial.es/noticia/177560/opinion/la-politica-en-manos-de-los-filosofos.html
13 de mayo de
Bien, me parece que los políticos han olvidado que las ideas son necesarias para poder gobernar.