Cuando Hitler subió al poder en 1933 Hannah Arendt tenía 27 años, había estudiado Filosofía con Heidegger -de quien fue amante-, Jaspers -con quien mantuvo una intima amistad durante toda su vida-, Hartmann, Bultmann o Husserl; había leído su Tesis Doctoral, dirigida por Jaspers, y publicado sus primeros libros (El concepto del amor en San Agustín) y artículos (La Ilustración y la cuestión judía); había trabajado como periodista, se había iniciado en los círculos sionistas y se había casado con el politólogo Gunther Anders. Asqueada por la pasividad de los intelectuales frente al nazismo, conmocionada por la afiliación de Heidegger al partido nazi, desconfiando de los comunistas y tras ser detenida por la Gestapo y después liberada, se exilió ese mismo año.
Barbara Sukowa, impresionante en su encarnación de Hannah Arendt.
Cuando Margarethe von Trotta nació en 1942 la Alemania nazi conocía su primera gran derrota en Stalingrado. Hacía un año que Arendt vivía exiliada en los Estados Unidos, tras ocho de azarosa supervivencia en Francia. El año en que Hannah Arendt murió, 1975, Von Trotta, tras haber trabajado como actriz y realizado obras menores en el clima del Nuevo Cine Alemán, se daba a conocer internacionalmente trabajando junto a su marido Volker Schlöndorff (con el que ya había firmado en 1971 La repentina riqueza de los pobres de Kombach) en El honor perdido de Katharina Blum. El encuentro entre estas dos mujeres alemanas -la pensadora judía exiliada y la cineasta aristócrata de izquierdas- tenía que ser necesariamente apasionante.
Se inscribe Hannah Arendt en la serie de biografías de excepcionales mujeres alemanas iniciada por von Trotta con Rosa Luxemburgo (1986) y proseguida tras un largo lapsus con Visión (biografía de la religiosa Hildegard Von Bingen, 2009) y ahora con este inteligente, riguroso, pedagógico y apasionante retrato de la gran Hannah Arendt. Se da la circunstancia de que a lo largo de 27 años estas tres mujeres excepcionales, tan distintas entre sí, han sido interpretadas magistralmente por Barbara Sukowa.
Con inteligencia Von Trotta realiza un retrato de Hannah Arendt centrado en su asistencia al proceso contra Eichmann, del que nació su impresionante, polémico e influyente Eichmann en Jerusalén. Ensayo sobre la banalidad del mal; y en la dura polémica que envolvió a su autora como un huracán de incomprensión y prejuicios tras su publicación, que llegó a enfrentarla incluso con destacadas personalidades judías. Se tardó mucho en asimilar el concepto, hoy imprescindible, de la banalidad del mal. Y las heridas eran demasiado recientes para plantear el complejo papel de los Consejos Judíos en el Holocausto. Arendt pagó muy caro su valor, lucidez e independencia.
Von Trotta plasma con sensibilidad y talento esta personalidad fieramente lúcida en los planos de una fabulosa Barbara Sukowa ensimismada, apasionada, solitaria, buscándose, perdiéndose y reencontrándose en sus poderosas reflexiones con su eterno cigarrillo entre los dedos. Este sentido introspectivo se funde con las vigorosas partes narrativas y las escalofriantes imágenes reales sin incurrir en el docudrama televisivo ni en el verbalismo. Muy al contrario: Hannah Arendt es gran cine de visión, más que recomendable, imprescindible.
Drama, Alemania, 2012, 109 min.
Dirección: Margarethe von Trotta.
Guión: Margarethe von Trotta, Pam Katz.
Intérpretes: Barbara Sukowa, Axel Milberg, Janet McTeer, Julia Jentsch.
Fuente: http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/1550720/la/pasion/hannah/arendt/vision/imprescindible.html
23 de junio de 2014