Muchos renuncian a pensar para evitarse conflictos: basta con hacer lo que hace la mayoría.
No es infrecuente escuchar que la culpa de los males que en el siglo XX han afligido a la humanidad se encuentra en la filosofía moderna, sea por el individualismo de Descartes, el colectivismo de Marx o el nihilismo de Nietzsche. Quienes hacen afirmaciones así suelen añadir que el problema más grave del momento presente es que la cultura ha adoptado una mala filosofía, un sistema erróneo de pensamiento. Esta posición resulta relativamente cómoda, pues traslada la solución de los problemas al trabajo de unos especialistas, los filósofos, que son quienes deberían proporcionar las soluciones, mientras que se estima que el individuo de a pie, lamentablemente no puede hacer nada.
Sin embargo, esta manera de enfocar las cosas, de considerar que hay filosofías buenas y malas como si fueran mantelerías de fiesta o de diario, colonias de lujo o a granel, no es la mejor manera de abordar esta cuestión crucial. No es que no sepamos lo que nos pasa, como decía Ortega, ni tampoco que pensemos mal o que hayamos optado por una mala filosofía. Lo que nos pasa es más bien que en nuestra sociedad se ha renunciado a pensar. Quien se para un momento a reflexionar advierte de inmediato que en la aldea global cualquier forma de pensamiento libre y creativo ha caído víctima del ensordecedor ruido general. Aquello que escribió Pascal de que «toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: el no saber quedarse a solas en su habitación» es ahora más verdad que nunca. Pensar es difícil. No proporciona una gratificación instantánea como la mayor parte de las cosas que consumen los jóvenes. Quien piensa es considerado a menudo como un ser extraño, como un extraterrestre.
Precisamente somos los filósofos quienes tenemos como profesión recordar a la humanidad que no se puede vivir sin pensar, que no podemos trasladar nuestras decisiones a otros, sean las modas, las mayorías o la tradición. Sócrates, el primero de los filósofos, se veía a sí mismo como un tábano puesto sobre su ciudad, Atenas, para que no se amodorrara. Su tarea era enseñar a pensar con libertad. «Más vale padecer el mal que cometerlo», decía, y afirmaciones como ésta le llevaron a ser condenado a muerte. Posiblemente nunca ha estado de moda pensar.
La conflictividad es un rasgo inevitable de la convivencia humana en todos sus niveles: desde la familia hasta la comunidad internacional, pasando por la comunidad de vecinos, la organización profesional o, por supuesto, el Parlamento de una sociedad democrática. Muchos renuncian a pensar precisamente para evitarse conflictos: basta con hacer lo que hace la mayoría. «Lo hacen todos» es el argumento moral definitivo en favor de una posición cualquiera porque nos exime de pensar. Cuando en mi infancia usaba yo este argumento ante mi madre, ella siempre me respondía con enorme convicción « ¿si todos se tiraran por la ventana, tú te tirarías?». Ante esa pregunta, yo me asomaba tímidamente a la ventana para mirar, «por si acaso» —decía—, pero sólo llegué a entender la fuerza de su argumento muchos años después.
Lo importante era la convicción de mi madre y quizá se encuentre en ella el origen de mi vocación filosófica. Sólo vale la pena dialogar —como ha escrito Rhonheimer— «donde las convicciones se toman en serio, como expresión de la convicción subjetiva de que la propia convicción corresponde a la verdad». Mi madre me daba sus razones porque estaba convencida de la verdad de su posición, pero sobre todo porque quería enseñarme a pensar por mi cuenta. Transferir las decisiones personales a «lo que hacen todos» equivale a tirarse por la ventana, esto es, a dejar de pensar.
*Jaime Nubiola es doctor en Filosofía y Letras, profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Navarra y Vicepresidente de la Sociedad Internacional Charles S. Peirce. Autor de Filosofía del lenguaje (Herder 2002), El taller de la filosofía (EUNSA 1999), entre otros.
Estimado Dr Jaime Nubiola
Gracias por ayudarme a reflexionar sobre la actividad esencial del ser humano, aunque no la única. Quisiera tan sólo agregar una cosa: las mismas estructuras materiales, simbólicas, mentales que hemos construido los hombres, entre ellas, el poder, se han convertido en un podero instrumento para impedir el pensar. Pensemos tan sólo en la escuela: reproducir, contestar, acatar, subordinarse al poder del profesor, el profesor al poder del director, del partido politico; generar un pensmiento parametral, conformista que cuando se condiciona uno a estas situaciones, nos convertimos en subordinados-tiranos de otros a quienes los subordinados a la misma lógica en la que nos encontramos atados; y es una cadena que sólo el interés personal, el egoismo, la ignorancia y la estupidez humana lo permiten: ARturo Basaldúa
muy interesante la pagina , la acabo de conocer
la importancia de pensar es tan necesaria como la importancia de la respiracion.
esta “lectura”, nos ayuda…
esta muy interesante ya que la importancia de pensar es escencial en el ser humano!!!
te mando saludos y besos amigo mio…
chida tu pagina… tienes 100 de calificacion… jejeje!!! cuidate bye!!!
Doctor Jaime, egresada en Ciencias de la Educaciòn, especialidad: filosofìa, en la universidad Nacional “San Luìs Gonzaga” de Ica y ahora estoy haciendo el proyecto de tesis en maestria, la mencion es Docencia Universitaria, y buscando antecedentes encontre su artìculo me gustaria contactarme con Ud. ya que me gustaria demostrar que es necesario, que en el diseño curricular nacional (DCN) peruano de deba seguir incluyendo a la filosofia, ya que actualmente se excluyo esta ciencia de nuestro DCN, no reconociendo la importancia de esta ciencia en el desarrollo critico de los estudiantes.
En efecto, dejar de pensar por uno mismo es como arrojarse por la ventana. Si bien a Sócrates le costó la vida el atreverse a cuestionar, la diferencia avismal es que su muerte fue hermosa, consciente y probechosa para otros, mientras la de un seguidor de rebaños será siempre desafortunadamente inutil, la grán perdida de lo que pudo ser y quedó en potencia. Bien por los que se atreven a pensar y a vivir en consecuencia.
los comentarios y exposiciones filosoficas de mi maestro andres merejo, en la universidad autonoma de santo domingo (uasd), me han hecho imbolucrarme en este mundo del pensar y razonamiento espero algun dia expresar como los grndes filosofos mis pensamientos espero que sigan filosofando…..
Estimado Don Jaime;
He sido una alumna suya en el Doctorado de Filosofia de la Universidad de Navarra 2001-2002. Estoy aun en el periodo de investigacion. Tengo muy vivas y presentes sus clases de Metodologia de la Investigacion Filosofica ¡Buenisisimas!
Le escribo desde Lima-Peru, sus acotaciones son muy pertinentes y necesarias frente al dominio de una cultura del “pensamiento debil” en esta aldea global. En Peru concretamente, con las complicaciones de los rasgos y matices propios de la cultura de nuestros paises en “vias de desarrollo”…
Pienso que una de las claves para dar el salto “hacia el verdadero desarrollo de la excelencia humana” en latinoamerica es precisamente enseñar -eso que tal claramente, lo dice en su articulo o como, cuando nos lo enseñaba y motivaba a decirlo escribiendo a los doctorandos en la Universidad de Navarra -a poner en marcha nuestra capacidad mas vital humana: pararnos a pensar, escribir sobre nuestra realidad, con la verdad en las manos…Otro
“cantar tendria el gallo”…
Reciba mis saludos cordiales desde Lima y espero saludarlo pronto en Pamplona.
¡Muchas gracias !
Mª del Carmen Barbosa Brou
Dr. Jaime Nubiola:
¿qué pasaría si el ser humana perdiera su propia esencia? no seríamos distintos de los animales irracionales. Por ello, remarco también que la Filosofía es esencial en nuestras vidas, para aprender a vivir mejor. Ahora que todo está hecho y hasta las ideologías. Nos corresponde con mayor responsabilidad y compromiso CUESTIONAR, Problematizar, repensar, y yacer en nosostros mismos para encontrar nuestro verdadero sentido. Ya lo decía el sabio SÓCRATES: “Cónocete a tí mismo” piedra angular del autoconocimiento y reflexión, de la libertad y la autonomía moral. Me pareció muy importante al artículo y me encantaría seguir encontrando artículos suyos, me ayudan mucho para mis clases de filosofia. Siempre converso con los alumnos y les digo: “Si Uds. que son jóvenes pierden las ganas de vivir, el mundo entero tiembla”…para vivir, hay que pensar, hay que filosofar…..
Gracias.
Cañete-Perú.
Pienso que es imposible negar la funesta influencia de muchas de las ideas procedentes del campo de la filosofía. Marx y Nietzsche son ejemplos sobresalientes, pero sin duda la lista es interminable. Quizás lo que sucedió fue que tales hombres se tomaron demasiado en serio sus visiones de la realidad, creyéndose al mismo tiempo ser los amos de la verdad y los únicos capaces de ofrecer las mejores soluciones ante los problemas de la sociedad de su tiempo; aunque, evidentemente, lo que no creyeron fue que mediante sus ideas, teorías o doctrinas hacían exactamente lo contrario, ya que para empezar, en no pocos casos sucedió que ni siquiera pudieron cambiarse a sí mismos. Por eso tal vez sea mejor para quien pretendiera cambiar positivamente su vida o mejorarla, ignorar las opiniones de los filósofos eminentes; primero, porque la filosofía pareciera ser un arma de doble filo, que bien puede proporcionar algunas ideas buenas y saludables, pero que de la misma manera, puede atiborrarnos con otras que podrían fácilmente decepcionarnos; y en segundo lugar, no es una exigencia como de la que no se pueda prescindir, el volverse un experto en el razonamiento lógico para saber lo que tiene uno que hacer en su vida en vista de hacerla virtuosa. De aquí que pensar no debiera resultarnos un problema o una dificultad para lograr tal objetivo. Naturalmente debemos pensar, no hacerlo es imposible, pero debemos hacerlo en la porción suficiente que nos ayude a decidirnos a ACTUAR. Y es esta voluntad lo que, según mi ver, hace más falta hoy en día para sacar a la sociedad actual del estado en que lamentablemente se encuentra; y para hacer las cosas que debemos hacer, no hace falta pensar demasiado, ni estudiar en una universidad, ni leer y leer muchos libros. Y es que, como todo el mundo comprenderá, la vida, en su mejor sentido, es algo que se encuentra en los sentimientos positivos que nos pueda dispensar las buenas acciones, antes que en las bibliotecas o los laboratorios.