En mi opinión, somos hijos de un pretérito que es el de la humanidad entera y el del Universo al completo, producto de unas normas naturales en las que el azar juega un papel primordial.
A la generación de mis nietos,
que deberá hacer y exigir mucho más que la nuestra
para reducir las crecientes diferencias sociales.
En mi opinión, somos hijos de un pretérito que es el de la humanidad entera y el del Universo al completo, producto de unas normas naturales en las que el azar juega un papel primordial. Lo diré con palabras extraídas de mis cuadernos juveniles, cuajados de referencias a la compleja identidad del hombre, a los innumerables lazos que unen a las personas entre sí y a su vinculación con el resto del Cosmos.
“Se creó el Universo en seis días, y se concibió imperfecto a sabiendas. Una Providencia solícita –nada distinto de las leyes iniciales de la Naturaleza- complejo entramado de órdenes inexorables -las mismas para todos pero adaptadas a cada especie y a cada individuo- quedó encargado de terminar la creación, mejorándola. De ello hace millares de millones de años; mucho si se compara con la duración de una persona, nuestra referencia más inmediata. O partía el progreso de una situación en verdad caótica o lleva un paso cansino, con desvíos que no añaden nada y retrocesos que restan. Costó lo suyo enfriar la Tierra; sopla que te sopla el viento, poniendo los labios en forma de o mínima, produciendo un silbido aterrador. Costó condensar los vapores en gotas que fluyeran juntas por arroyos y ríos hasta el mar. Costó iniciar la vida en las inquietas aguas de los océanos. Pero cuando la savia vital aleteó desorientada, ya fue coser y cantar sacarla a tierra firme para que se esparciera -cualquier clima, cualquier atmósfera oxigenada, cualquier geografía- dispuesta a poblar el aire.
“Ciñéndonos al planeta Tierra, donde nos consta la ocurrencia de tal fenómeno, se provocaron cataclismos que estuvieron en un tris de acabar con el trascendental hallazgo retrasando el proceso. La evolución derivó sin orden ni concierto abarcando muchos frentes, con la intención clara de sacar al menos uno de ellos a flote. Se logró; ese engendro es el hombre tal como hoy lo conocemos. Nació el envanecido con vocación de centro del cosmos, y el equilibrio reinante hasta entonces, destinado a sucederse aventajado sine die, per saecula saeculorum, se quebró. Ocurre que el hombre, desdeñando al resto de los animales, excluyéndolos de la configuración del futuro, sostiene que la lucha selectiva se organizó para procurarle cauce y atañe sólo a su propia especie.
“Contemplando de cerca a quienes formamos la familia humana, entre nosotros se observan diferencias, mínimas si se quiere, pero diferencias al fin y al cabo. El descubrimiento dio pie a los estudiosos para ahondar en las disimilitudes, divulgándolas. Nacieron en consecuencia comunidades de afines, dedicadas a preservar y acentuar esos delgados matices de la identidad común: rayas trazadas en las palmas de las manos, huellas de los dedos, factor Rhesus, dibujo del iris; y algún otro análogo, aunque de mayor trascendencia, como el color de la piel.
“La cosa no quedó ahí, fue a más. El lugar y las condiciones atmosféricas, uniformes en espacios reducidos, ahondaron las grietas abiertas entre los hombres. Eso mismo sucedió con la memoria de cada tribu desde su nacimiento; historia que perfila raleas bien diferencias, distanciadas al máximo cuando la jerga de sus parloteos, resultó ininteligible para quien no perteneciera al núcleo o a sus aledaños. Por si fuera poco, los distintos dioses –entes de razóndiseñados por sus adoradores para suplir las propias carencias- terminaron tomando partido y entraron en abierta liza, elevando el tono y la causa de la pendencia.
Este pensamiento de mi juventud pertenece, en una u otra medida, al anciano que soy. Forma parte de una herencia que hago mía no sólo por autor, sino también, y en mayor medida, debido a que formo parte de la raza humana. Las enseñanzas de los pensadores nos tienen a los demás como destinatarios; sus reflexiones, las conclusiones a las que logran llegar, la porción de verdad que atrapan, corresponden por igual a los actuales habitantes del mundo y a los venideros. El futuro se construye con los materiales que el presente añade a los recogidos del pasado; y no olvidemos que el hoy es tan sólo la línea que separa el ayer extinto del mañana esperado. El joven que fui pretendía en su juicio mostrar grosso modo el árbol de la historia, cuyas raíces, para asegurarse el abastecimiento de humedad y la resistencia al viento, se hunden en las profundidades del tiempo y del espacio. Nada se ha perdido, nada de cuanto cayó en desuso puede considerarse inútil; tanto los aciertos como los errores han servido al avance, al progreso. Yo mismo añadí otras reflexiones a mi reflexión primera, escrita en cuadernillos cuadriculados, al decir, años después, lo siguiente:
“Piedra, madera, arcilla, hueso, hierro, bronce: la necesidad aguza el ingenio. Mesopotamia, Egipto, China, Persia, Caucasia, Fenicia, Palestina y Etiopía. Sujetándonos al continente europeo, Grecia se yergue y camina; sus pasos dejan una marca indeleble. Roma toma el relevo e incrementa la cadencia del paso. La afición al comercio trae a los fenicios; todavía humean sus hogueras llamando compradores para las mercaderías desplegadas. Tras los cartagineses llega el momento de Roma, y sus legiones doblegan, arrasan, saquean, someten y preparan el terreno a la cultura común. Del Norte bajan los bárbaros como una marea desbordante que desbarata vidas y proyectos. Los visigodos sustituyen a los romanos, y son relevados por los árabes en la ocupación del terreno y en la formación de una impedimenta característica. Cristianos, musulmanes y hebreos coexisten y conviven. Castilla, bajel movido por el azar y la necesidad, se topa con América, nao anclada en medio de la mar océana. Del puente de mando surge con saña un grito miles de veces escuchado: ¡Al abordaje! Se da y se toma con palpable desequilibrio, pero el tiempo prosigue su andar imparable, y la paupérrima actualidad –construido y desmoronado el imperio- nos facilita la ocasión de enmendar yerros y despojos resarciendo a los herederos de los perjudicados.
“La teoría y la práctica, una enmendando la plana a la otra, marchan en zigzag tomadas de la mano. La filosofía griega procede, en parte, de Oriente: Egipto, Babilonia; mas Pitágoras y Demócrito son ya científicos originales. Un escultor y una comadrona engendraron a Sócrates: `Conócete a ti mismo´. Sócrates engendró a Platón. Platón fue vendido como esclavo por un tirano temeroso de que las ideas del filósofo se concretaran. Si Aristóteles no fue generado por Platón, sucedió porque el hijo no aceptó un progenitor único. Alejandro, en su juventud, tuvo a Aristóteles como maestro; pero puso en práctica las enseñanzas de la cuna. Teoría y acción, enfrentadas e inseparables.
“Un romano de Córdoba, estoico ecléctico y práctico, fue maestro y consejero de Nerón; y Nerón ordenó matarlo. Es indudable que se produjo un fallo en la progresión de la enseñanza: `amarás a tu maestro´ debió ser su primera sentencia o el punto en que coincidieran todas. Filosofía es estudio, análisis, búsqueda; y exige libertad para buscar, analizar y estudiar. De otro modo deriva en aleccionamiento y sujeción. La palabra de Cristo representa un peligro para la historia sagrada en la que se apoya, de ahí que se abran contra él tantos frentes simultáneos. El camino que conduce a Dios, para San Agustín, parte del hombre. El camino que lleva al hombre, para San Agustín, parte de sí mismo, de su palpable y palpada realidad. Juan Escoto pasa a través de las obras de San Agustín como las aguas de un chaparrón sobre la tierra desnuda; arrastra consigo un humus muy rico que, puesto al servicio de la lógica y distribuido a su alrededor, proporciona una copiosa cosecha. Abelardo posee el brillo del oro y la firmeza de la roca en la que funda su dialéctica: El Dios antropomórfico no da puntada sin hilo; del mejor hilo y la perfecta puntada nace la eterna costura. Las culturas árabe y hebrea se aproximan también en la filosofía; ambas forman parte de la escolástica latina, ambas se interesan por la relación existente entre lógica y fe, Dios y su obra, la inteligencia y el espíritu. Tomás de Aquino se hace cauce para que el agua del río aristotélico, filtrada por depuradoras musulmanas y hebraicas, pueda ser bebida con provecho y deleite.
“Sobre las turbulentas aguas del río que fue la Edad Media, sobre su corroído lecho, el Renacimiento eleva un puente que conduce al añorado mundo de griegos y latinos. El Renacimiento sale al campo y se encuentra, junto a las ovejas que pacen y al vigilante lobo, al hombre trazador de caminos que le hacen uno con la naturaleza madre y nodriza: el Humanismo ya tiene raíz, la hiedra ya puede elevarse sobre el tronco erguido del árbol muerto, reverdeciéndolo. Si Dante `renace´ del fundamento medieval, y Petrarca no desea otro señor que el Humanismo, Valla llega al extremo de considerar el placer como motor único del hombre. Maquiavelo, Erasmo, Lutero, Telesio, Bruno; Renacimiento y Humanismo propician la modernidad; nace la Ciencia hija del naturalismo renacentista: Leonardo, Galileo, Bacon; y la modernidad, sucediéndose a sí misma, se desentiende de ambos. La Economía sube a los altares y ocupa los tronos, dicta los códigos e impulsa las acciones. Y en tal momento nos encontramos, tras Descartes, Hobbes, Spinoza, Leibniz, Kant, Schopenhauer y otros muchos que contribuyeron al triunfo del materialismo o no fueron suficiente valladar, Kierkegaard, Marx, Proudhon, Nietzsche, Bergson, Unamuno, Ortega, Jaspers o Sartre.
El anciano en que me he ido convirtiendo -pesimista como los ancianos de cualquier época respecto al futuro- ve con desasosiego la realidad que le circunda, cerca y lejos; y teme que el economicismo actual culmine un largo proceso de evolución filosófica, cerrando el círculo del pensamiento humano al situarnos de nuevo en los duros principios de la humanidad, cuando la lucha por la supervivencia ocupaba gran parte del tiempo a la generalidad de las personas.
Capítulo segundo del ensayo “Ad memoriam” publicado en Madrid el año 2007
www.sevylla.com
Pedro Sevylla de Juana: Hijo y nieto de agricultores, nací en Valdepero, provincia de Palencia, el día 16 de marzo de 1946. Terminado el bachillerato superior en el colegio de La Salle de la capital palentina, me hice publicitario, ya en Madrid, en la Escuela Oficial de Publicidad. Cursé en ICADE los estudios de Dirección de Márketing, que pude compaginar con los de sicología, fotografía y diseño gráfico.
Fuente: http://www.canasanta.com/ensayo/la-historia-del-pensamiento-en-dos-zancadas-00001.html
Toronto, Canadá. 1° de noviembre de 2009