Notas adicionales a la charla sostenida entre Ismael Carvallo, Alfonso Vázquez y David Gómez en el mes de abril del presente año
A Ismael, Alfonso y David:
para continuar el diálogo…
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Plaza de armas es un canal de televisión por internet, dirigido por Ismael Carvallo, que transmite sus programas desde febrero del año en curso. Las dos secciones en las que se compone éste son: «El debate» y «Las evocaciones requeridas». De éstas, la más nutrida hasta la fecha, es la primera, la del debate, con quince programas. La segunda, por su parte, cuenta con dos.
Uno de los programas que nos ha llamado la atención, de manera particular, es el que se le dedicó a la filosofía en México. Este se emitió el 3 de abril y desde esa fecha está disponible en el ciberespacio. Además de Ismael Carvallo, los contertulios del debate fueron David Gómez y Alfonso Vázquez, ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Dicho programa consta, en términos generales, de dos partes. La primera, en la que se hace una semblanza de la filosofía en México en el transcurso del siglo XX; y, la segunda, en la que se revisan y analizan algunos programas de estudios de filosofía de algunas instituciones educativas privadas. El hilo conductor de ambas partes, el debate en cuanto tal, consiste en el papel y la incidencia que ha tenido (y quizá tenga hoy) la filosofía en lo social y en lo político. Para ello, Ismael Carvallo inicia el programa con una serie de citas y referencias de filósofos, que van desde Platón hasta Hegel y desde Marx hasta Gustavo Bueno.
Los comentarios que ahora presentamos, antes que otra cosa, tienen el propósito de ser complementarios a lo ya dicho por quienes ahí participaron. En este sentido, lo que enseguida exponemos –aludimos, muy sucintamente, sin ahondar demasiado en ello– consta de tres partes: una semblanza de la filosofía en México, desde una perspectiva de la teoría de las generaciones; la evolución de las universidades públicas en México, con énfasis en aquellas que cuentan con programas de filosofía; y, por último, una referencia a un conjunto, muy pequeño por cierto, de textos que tienen por tema la historia de la filosofía en México.
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El punto de partida de este apartado está en tres trabajos realizados por historiadores, Luis González y González y Enrique Krauze{1}. Uno de ellos, el de Luis González, dedicado a la historia social y política; y dos de ellos, los de Krauze, dedicados a la cultura mexicana y a la Universidad Nacional. Según estos trabajos, en una síntesis muy apretada, el siglo XX mexicano consta de cinco a seis generaciones: la generación del centenario, a la cual pertenecen los del Ateneo de la Juventud, nacidos entre 1875 y 1890;la generación de 1915, a la cual pertenecen el grupo de «Los siete sabios» y el grupo de «Contemporáneos», nacidos entre 1890 y 1905, aproximadamente;la generación del 29, nacidos entre 1905 y 1920; la generación del medio siglo, nacidos entre 1921 y 1935; la del 68, nacidos entre 1935 y 1950. De acuerdo al último trabajo de Krause, el dedicado a la universidad, entre 1950 y 1965, nació la generación «Marquista», haciendo con ello alusión al subcomandante del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Aun cuando no pretendemos extendernos en la teoría de Ortega y Gasset, si queremos precisar que para determinar a una generación es necesario considerar, ademásdel lapso de tiempo en el cual nacieron, un acontecimiento que los haya marcado en el transcurso de su infancia o de su juventud. Asimismo, queremos señalar que una generación tiene al menos cinco ciclos, divididos éstos por un lapso de quince años (infancia: 0-15; juventud: 15-30; primera madurez: 30-45; madurez plena: 45-60; y senectud: 60-75), lo cual hace ver que en un determinado acontecimiento o en un conjunto de ellos, coexisten distintas generaciones.
Vistas así las cosas, el panorama que se nos presenta de la filosofía es el siguiente: Antonio Caso (1883-1946) y José Vasconcelos (1882-1959), son los filósofos de la primera generación; Samuel Ramos (1889-1959), es el filósofo de la segunda, a la cual le agregamos, como transterrado, a José Gaos (1900-1969), y a toda una pléyade de intelectuales españoles; Leopoldo Zea (1912-2004), Elí de Gortari (1918-1991), Adolfo Sánchez Vázquez (1915), Antonio Gómez Robledo (1908-1994) y Francisco Larroyo (1912-1981), pertenecen a la tercera generación, la del 29 –año en que Vasconcelos fue candidato a la presidencia de la república-; Luis Villoro (1922), Jorge Portilla (1919-1963) y Emilio Uranga (1921-1988), todos ellos pertenecientes al grupo Hiperión, son los filósofos de la generación de medio siglo; Enrique Dussel (1934), Bolívar Echeverría (1940), Roger Bartra (1942) y Gabriel Vargas Lozano (1947) pertenecen, desde esta perspectiva, a la generación del 68; y, por último,Horacio Cerutti (1950), León Olivé (1950), Antonio Zirión (1950) y Mauricio Beuchot (1950), si bien pueden incluirse en la del 68, también podemos situarlos en la siguiente generación.
Hacen falta, por supuesto, muchos otros pensadores, pero creemos que los aquí mencionados son los mínimos necesarios para mostrar tanto la coexistencia de orientaciones filosóficas al interior de una misma generación así como los cambios de orientación en algunos de ellos. Este sentido, si bien es cierto que Vasconcelos y Caso son los fundadores del pensamiento filosófico –bajo una orientación del espiritualismo bergsoniano–, también es cierto que, para cuando ellos van saliendo de la escena, entre las décadas de los 30 y los 50, la filosofía en México ya cuenta con representantes muy significativos en el tomismo (Gómez Robledo), el neokantismo (Larroyo), el materialismo dialéctico (De Gortari y Sánchez Vázquez), la fenomenología, el existencialismo y la historia de las ideas (Gaos).Por otro lado, con respecto, a los cambios que ha habido en un mismo pensador, el que cabe destacar en este sentido es, precisamente, Luis Villoro, uno de los filósofos más longevos: inició en lo que se llama la filosofía de los mexicano; posteriormente, en la década de los 60, dio un viraje hacia la filosofía analítica; y, últimamente, de los 90 a la fecha, se ha tornado a los problemas de la ética, la política y la cultura.
Hablamos anteriormente de la coexistencia de generaciones. Desde esta perspectiva, si bien es cierto que no pocos vienen produciendo su pensamiento desde los 60 y los 70, como los de la generación del medio siglo y la del 68, también es cierto que los que están en la etapa de su madurez plena y tienen más probabilidad de seguir produciendo e influyendo en el ambiente son los nacidos en el cincuenta: Cerutti, en la filosofía latinoamericana; León Olivé, en la filosofía analítica; Zirión, en la fenomenología; y, Beuchot, en la hermenéutica –con ascendencia en el tomismo–.
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Como ya señalamos, la segunda parte del programa se dedicó, en gran medida, a revisar y analizar programas de estudio de algunas instituciones educativas privadas. Una característica ha destacar tanto de estas instituciones –las que fueron aludidas– como de los filósofos que se mencionaron en el apartado anterior, consiste precisamente en el carácter centralista de los mismos; en un centralismo que se padeció en el país durante casi todo el siglo. El centralismo, en efecto, es una cuestión de más antes y se extiende a varios aspectos de la vida nacional, pero no es momento para profundizar en ello.
A propósito de esta cuestión, creemos conveniente señalar algunos puntos con respecto a la universidad pública, haciendo énfasis en aquellas que ofertan la licenciatura en filosofía.
Uno de los puntos a mencionar tiene que ver con la siguiente cuestión. México, para 1910, contaba con apenas una universidad, la Universidad Nacional de México, refundada, en cierta manera, a partir de la que fue la pontificia y duró clausurada por varias décadas. Un elemento de suma importancia en esta relación consiste en que ésta –la más nueva– ya se ubica en un ámbito laico y liberal.
Otro de los puntos a señalar consiste en la historia de la universidad pública. En este sentido, David Piñera Ramírez{2} considera que hay cuatro etapas o periodos para hacer una revisión. El primero, que denomina «Lento desarrollo» y que cubre el periodo de 1917 a 1950; el segundo, que denomina «Pasos a la estructuración» y corresponde a los años de 1950 y 1970; el tercero, el del «Crecimiento intensivo y sistematización», que ocupa el tiempo de 1970 a 1982; y, el cuarto, el de la «Evolución cualitativa» y que ocupa del año de 1982 hasta la fecha.Al decir de Piñera Ramírez, dentro del primer periodo se fundaron 11 universidades; en el segundo, 16; y, en tercero, al menos otras cuatro. Lo que podemos agregar al respecto es que, a la fecha, todos los Estados de la República cuenta con una y a veces con dos o tres universidades publicas estatales, incluyendo al mismo Distrito Federal y sin considerar las federales, como la misma matriz que representa, de alguna manera, la Universidad Nacional Autónoma de México.
Ahora bien, de acuerdo al tema que estamos tratando, no solamente es necesario advertir el crecimiento y la extensión de las universidades a la vuelta de casi cien años. También es necesario añadir que no todas las universidades ofertan la licenciatura en filosofía. De acuerdo a una breve revisión realizada hace poco más un año, pudimos comprobar que son 12 los Estados los que cuenta con universidad, pero sin la carrera de filosofía. Un primero grupo de seis corresponde a San Luis Potosí, Durango, Sonora, Coahuila, Tamaulipas e Hidalgo. De acuerdo a este primer grupo, si bien consideramos que es de primer orden tener una carrera de filosofía, también consideramos que aquellas personas que opten por esta carrera pueden trasladarse a los Estados vecinos sin que signifique necesariamente mucho el costo por dicho traslado. Pensamos, por ejemplo, en gente de Hidalgo, que tiene la capital del país a poco más de una hora.
Lo que no dejó de llamarnos la atención en esta revisión reside en que los seis Estados restantes cubren una buen parte del territorio nacional y están todos juntos. Dicho en otras palabras, ocupa toda la región sureste. Desde esta perspectiva, los estados que tienen una o dos universidades estatales y no cuenta con la oferta de la licenciatura de filosofía son: Oaxaca, Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
En síntesis, creemos muy importante revisar los programas de algunas instituciones privadas que ofrecen las carreras de filosofía o de humanidades para hacer la crítica de que están muy lejos de hacer lo que ha hecho la filosofía históricamente, como ya lo apuntan en el programa. Sin embargo, también consideramos importante añadir la carrera de filosofía aun tiene pendientes en cuanto estar extendida en todo el territorio del país.
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La última parte de nuestros comentarios tienen que ver con una breve y exagerada reseña sobre libros o textos que tratan la historia de la filosofía en México.
En este sentido, lo que cabe comentar es que en el transcurso de los últimos treinta años contamos con al menos cinco textos. El primero de ellos es Suma filosófica mexicana, de Antonio Ibargüengoitia, publicado por primera ocasión en 1980 (Edit. Porrúa). El segundo, El pensamiento mexicano en el siglo XX, de Abelardo Villegas, publicado en 1993 (Edit. Fondo de Cultura Económica). El tercero, Historia de la filosofía cristiana en México, de José Rubén Sanabría, editado en 1994 (Edit. Universidad Iberoamericana). El cuarto, un texto breve, «Esbozo histórico de la filosofía mexicana del siglo XX», deGabriel Vargas Lozano, publicado en 1997 (Edit. Plaza y Valdés-UMSNH, pp 81-121). Y, por último, el quinto, Filosofía mexicana del siglo XX, de Mauricio Beuchot y publicado apenas en 2008 (Edit. Torres y asociados).
De éstos, cabe destacar que el primero y el tercero sus contenidos comprenden desde el siglo XVI hasta el siglo XX y que los tres restantes tienen como principal objeto de estudio el siglo XX mexicano. Asimismo, cabe destacar, que, de todos, los de mejor elaboración, desde el punto de vista de la disciplina de la historia de la filosofía, a nuestro parecer, son los de Vargas Lozano y de Abelardo Villegas. Un aspecto a considerar de los tres restantes, en este sentido, radica en que los contenidos son de suma importancia en cuanto complemento con respecto a los primeros. Así, por ejemplo, el texto de Ibargüengoitia contiene una apartado en el que contempla a los centros en que se cultiva la filosofía, al cual le añade algunos datos en torno a asociaciones y revistas, asunto que no viene en los primeros.
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A manera de colofón y atendiendo a la cuestión de la filosofía como parte de la crítica social, política e ideológica, referimos dos últimos textos: El búho y la serpiente: ensayos sobre la filosofía en México en el siglo XX, de Guillermo Hurtado (UNAM, 2007) y el librito colectivo La filosofía mexicana ¿incide en la sociedad actual? (Edit. Torres y asociados, 2008), en el cual participan Gabriel Vargas Lozano, Mauricio Beuchot, Guillermo Hurtado y José Alfredo Torres.
La característica principal de ambos textos, a nuestro parecer, tiene que ver con el asunto de poder realizar revisiones más críticas sobre la historia de la filosofía en México, por un lado; y, por otro, tiene que ver con la constatación de que, en efecto, la filosofía no ha tenido en las últimas décadas, desafortunadamente, mucha presencia y/o incidencia en lo social y lo político, como antaño, con Vasconcelos, por ejemplo.
De aquí que citemos, en extenso, la conclusión a la que llega Vargas Lozano:
«La filosofía mexicana, en su enseñanza, investigación y difusión ha sufrido el impacto del sistema de dominación, que busca reducir su importancia en la educación del ciudadano. La comunidad filosófica, por su parte, ha tratado de responder, de diversos modos, a la situación por la que ha atravesado la sociedad mexicana, latinoamericana y universal. Pero, como hemos dicho, hace falta una mayor incidencia de la filosofía en todas las esferas de la sociedad mexicana.
Se requiere desarrollar todo un programa de ilustración pública (como de alguna manera ha estado haciendo la comunidad científica) que implique varias acciones: establecer una sintonía entre las necesidades sociales y la reflexión filosófica; hacer comprensible la reflexión filosófica a pesar de que se sabe que existen ciertos aspectos que requieren especialización, pero, si el filósofo es consciente de su responsabilidad social, está obligado moralmente a ‘colocar una escalera’ para que la gente pueda acceder a la comprensión de la disciplina, independientemente de que en ella existen temas que también están a flor de tierra. Además, la comprensión general de la función que ha tenido la filosofía en todos los tiempos, redundará en la fortaleza de la propia actividad filosófica al tener un respaldo público. Esta labor debe ser producto de quienes se dedican a esta actividad ya que los medios masivos de comunicación, sólo darán espacio a la filosofía si: implica algún beneficio económico, político o ideológico para el sistema o si el público lo demanda.
Y, finalmente, se requiere utilizar los nuevos recursos que ofrece la Internet y que a pesar de que se encuentra ya saturada de propaganda comercial, no ha podido impedir, hasta ahora, la comunicación de millones de personas en todo el mundo, en formas extraordinariamente variadas. Aquí hay un camino para la difusión de la filosofía a un público más amplio.
Hoy nos encontramos con una sociedad sumida en una profunda crisis. La filosofía, las ciencias naturales y sociales y las humanidades en su conjunto deberían estar buscando alternativas para su solución, profundizando el conocimiento de nuestro país, fortaleciendo la incipiente democracia y pensando una orientación más justa para nuestra sociedad.» (págs. 51 y 52)
Notas
{1} Cfr. Luis González y Gonzalez, La ronda de las generaciones, SEP, México 1984, 134 págs. Enrique Krauze, «Cuatro estaciones de la cultura mexicana» en Caras de las historia, Joaquín Mortiz, México 1983, págs. 124-168; y Enrique Krauze,«Los último nihilistas: una lectura generacional de la crisis universitaria» en Letras libres, México, Agosto de 1999.
{2} Cfr. Piñera Ramírez, David. «Las universidades públicas estatales y el estado benefactor en México». Artículo disponible en Internet con este mismo título
Fuente: http://www.nodulo.org/ec/2009/n088p18.htm
El Catoblepas, revista crítica del presente, del número 88
SPAIN. junio de 2009