Inicio esta segunda entrega con un pensamiento de Pablo González Casanova: “Hay muchos términos del pensamiento crítico que no son del lenguaje políticamente correcto; nosotros mismos nos abstenemos. Ya no hay Santa Inquisición, pero nosotros somos nuestra santa inquisición y no usamos esas palabras. Si en una reunión de científicos sociales serios se menciona la lucha de clases, es como una grosería”. De ahí la importancia de este III Encuentro del Pensamiento Crítico. Por eso decimos que la lucha es política y teórica. No olvidemos que hoy asistimos a un epistemicidio, por medio del cual se excluyen otras formas epistémicas de ver, comprender y transformar el mundo. Además no olvidemos a la crítica porque le dejamos el campo libre al pragmatismo, a lo utilitario, a la impunidad, la violencia y la corrupción. Sabemos que no es la época de la crítica, pero sí la crítica de la crisis de la civilización humana.
Todo científico de las ciencias sociales forzosamente ha de partir de una orientación teórica; de lo contrario, no sabría siquiera buscar. El primer problema que se presenta al investigador de lo social es lo referente a la selección de los problemas más importantes, no según sus preferencias, sino escogiendo aquellos que presentan mayores posibilidades para localizar las novedades, lo dándose y las principales tendencias reguladoras del comportamiento de los procesos sociales y sus estructuras. La complejidad del mundo social exige, igualmente, penetrar en lo posible de los fenómenos y distinguir esto de las apariencias; así como en tener una visión totalizadora de la realidad, superando los análisis unilaterales y enfocando éstos en una visión de contexto y, casi sobra decirlo, tiene su punto de partida en la teoría. Tomando como horizonte inacabado a esta última. Leer desde ese lugar, pero sin quedarnos atrapados en lo cristalizado en ella misma. Sabernos situar ante la realidad, para crear una nueva relación de conocimiento, desde lo nuevo.
Un ejemplo de este ensamble interrelacional lo constituye la obra de Carlos Marx en El capital, no sólo estudió lasmencionadas categorías que establecen grandes relaciones, sino también aquellas que permiten articular los diversos niveles del todo social y sus correspondientes manifestaciones. Categorías como la de alienación, explotación, valor de uso, valor de cambio, fetichismo de la mercancía, lucha de clases, emancipación humana. Merecen ser estudiadas en esta perspectiva. Con esta gama de posibilidades teóricas, la ciencia social se enriquece y permite el estudio de la sociedad actual, concreta, determinada y no ideal. Para que no suceda lo último, se requiere el pensar triádico, es decir, articular lo real como objetividad (lo acumulado históricamente), lo subjetual como conciencia (sujeto) y la acción como praxis (nuevos contenidos).
Al aportar un mayor rigor en el conocimiento de las tendencias objetivas de las determinaciones necesarias, haciendo a un lado las seudoconcreciones. En ese sentido no incurrimos en el error de sustituir con estos elementos, dado el caso, se está en condiciones de no ver solamente a la sociedad como un fenómeno natural en el que los elementos conflictivos aparecen como desviaciones sociales o anomia, según dijera Durkheim, sino de conocer las tendencias y estructuras que regulan los procesos sociales y, observar que esta sociedad concreta se mueve alrededor de paradigmas sociales, económicos, políticos y culturales defendidos e impuestos a la sociedad civil por élites de poder y no alrededor de “disfunciones”, que en última instancia son apologías de relaciones sociales donde el hombre, como sujeto histórico, está ausente.
Otro aspecto en el que la ciencia social y la filosofía se intersectan nextricablemente es el relativo a la concepción del mundo. Igual que todo saber el conocimiento social conlleva un supuesto implícito; un conjunto preconceptual de imágenes, nociones, actitudes y significados que actúan como marco de referencia en el enlace del hombre con la realidad. Por ejemplo, se puede concebir a la sociedad como un ente natural o como un proceso histórico antropomórfico, sin que necesariamente esa concepción quede explicitada en una teoría y, sin embargo, influye en los resultados del saber. La neutralidad en lo social es una ilusión.
La filosofía, al estar posibilitada para hacer un análisis de la cosmovisión, la lógica y el mundo de significaciones que configuran la trama de la concepción del mundo, favorece el desarrollo de la ciencia social al clarificar los supuestos de los que parte. Con este panorama expuesto, la relación entre ciencia social y filosofía se presenta como un campo problemático, del que nos hemos limitado a señalar algunas de sus cuestiones básicas. Lo anterior es suficiente, sin embargo, para mostrar que la relación entre estos dos campos del conocimiento es fructífera si se toma a un nivel de coordinación y se evita cualquier “imperialismo” disciplinario proveniente de ambas partes. Es cierto que la ciencia social, como cualquier otro saber concebido como científico, tiene su raíz en la filosofía. Pero el proceso de independización y autonomía de las ciencias sociales es un hecho innegable. Ante esta perspectiva las ciencias sociales siguen requiriendo, como ya se ha explicado, el apoyo de la filosofía. Y ésta, se ha nutrido vigorosamente durante los tres últimos siglos de los aportes propios de las ciencias sociales.
La segunda área de problemas de la ciencia social, la referida a su relación con el mundo, pone al descubierto también su interrelación con la filosofía. De esto hablaremos en la tercera entrega. Otro mundo es posible.
Fuente: http://www.cambiodemichoacan.com.mx/editorial.php?id=3849
MEXICO. 18 de octubre de 2010