De Jean-Luc Nancy (Burdeos 1940) se puede decir que, sin lugar a dudas, es el pensador francés más importante de la que se ha denominado ‘generación post-derridiana’.
El propio Jacques Derrida, que le ha dedicado un ensayo de más de quinientas páginas (‘Le Toucher. Jean-Luc Nancy’, Galilée), ha observado la relevancia de su pensamiento, mostrando el modo en que, a través del sentido del “tacto”, Nancy pone en cuestión algunos de los problemas fundamentales de la filosofía occidental (el alma, el cuerpo y el espíritu). Y es que, para Derrida, Jean-Luc Nancy es “el gran pensador del tocar, el filósofo del contacto”.

A pesar de estas evidencias, sólo de un tiempo a esta parte (apenas un lustro), parece que la lengua castellana comienza a tomar conciencia plena de la importancia de esta filosofía del toque, que incide en lo físico de la relación, en la superación del individualismo mediante la urgencia del “estar juntos”, en la “pluralidad singular del ser”, siempre “sujeto con”, fundado sólo en tanto que otro.

‘El peso de un pensamiento’ es el último libro traducido al castellano, aunque cronológicamente es anterior a otros libros traducidos en estos últimosaños (1991), como ‘Corpus’ (Arena), ‘Noli me tangere’ (Trotta), o ‘La mirada del retrato’ (Amorrortu). Aquí, a través de nueve ensayos, el filósofo francés sienta las bases para la reflexión que llevará a cabo a lo largo de los años noventa y principios de este siglo: la necesidad de un pensamiento de la ‘gravedad’.

Un pensamiento que se opondría al pensamiento del ‘elevamiento’, incorpóreo e ideal de Occidente. La etimología de ‘pensar’ se relaciona también con el ‘pesaje’, incluso antes que con el pensamiento. Significa pesar, sopesar, contrabalancear… es decir, está relacionada con un cuerpo y un sentido de sometimiento a la gravedad. El pensamiento pesa. El pensamiento, podemos decir, está in-corporado, tiene un cuerpo. Y esto no puede ser puesto, como lo ha hecho la cultura occidental, entre paréntesis, que ha evolucionado a través de unas ideas-sin-cuerpo, de un pensamiento de la ligereza.

Esta será la base de los argumentos que Nancy desarrolle en obras como ‘Corpus’, donde frente al ‘Hoc est enim corpus meum’ (Este es mi cuerpo), argumento fundacional del cuerpo occidental, que remite a un cuerpo propio (mi cuerpo), sin lugar (siempre convocado), sin tacto (el cuerpo de Dios no puede ser tocado), sólo visible en su visibilidad (se hace presente en su desaparición); frente a este cuerpo ‘que constituye el principio de la (sin)razón de Occidente’, Nancy propone un cuerpo que es antes “otro” que propio, y que, sólo así, siendo fuera, siendo “con”, puede constituirse en sujeto; un cuerpo que no es encarnación, que no es forma de una substancia, sino sujeto en sí mismo: ‘el cuerpo es el sujeto. Yo es un toque. El toque mismo hace al sujeto’.

En ‘El peso de un pensamiento’, el filósofo francés da un protagonismo especial al arte, y aborda algunas cuestiones de actualidad como, por ejemplo, el tan llevado y traído ‘fin del arte’, que, en el fondo, supone un nacimiento del arte en tanto que reflexión y autoconciencia de lo que es el arte. Un arte como idea o como pensamiento; algo que, tomando en cuenta la tesis fundamental del libro, el pensamiento como algo grave y corpóreo, nos ofrece la posibilidad de pensar en el arte como una idea pesante, una idea espesa, matérica. Como dice el propio Nancy, ‘nos hace falta un arte del espesor, de la pesantez. Nos hacen faltan figuras que pesen sobre el fondo en vez de destacarse sobre él’.
Fuente: http://www.elfarodemurcia.info/noticia.asp?ref=91747