Hace unos diez años que investigo con cierta profundidad esto que llaman el fetasianismo. Y lo digo de esta manera porque de constituir un concepto ajeno para mí se ha convertido en una idea muy cercana y lo suficientemente asombrosa e inquietante, a la vez, como para atraer mi atención crítica.
Una idea persiste en el tiempo cuando contiene altas dosis de misterio, algo desconocido que motive de manera insistente a los que se acercan a sus puertas, algo que cada cierto tiempo incite a encontrarse y desencontrarse en ella. Esto es lo que sucede con fetasa, nombre extraño nacido así por un accidente, por un azar, o, posiblemente, por el talento de Rafael Arozarena cuando algunos miembros del grupo de escritores fetasianos, en una de sus tertulias, intentaban ligar el pensamiento de Pitágoras con el de Kierkegaard. Esto es lo que me contó personalmente a principios de este siglo el propio poeta y que recogí en mi libro Conversaciones con Rafael Arozarena, publicado por la editorial Benchomo, en el año 2004.
Entre 1996 y 2000 llevé quincenalmente una página titulada De las artes y de las nuevas letras canarias, en el periódico El Día. Con motivo de la película Mararía quise entrevistar a Rafael Arozarena para dicho diario y, después de nuestro encuentro, me llevé a casa demasiado material interesante, del que sólo podía publicar una mínima parte. Así que le propuse a Rafael realizar un libro de conversaciones. Aceptó gustoso y comenzamos a finales de 1998. La compleja aventura, repleta de dificultades de todo tipo, duró unos cinco años, hasta publicarse en el 2004, como he señalado antes. Pues bien, a partir de mis encuentros con Rafael, empecé a escuchar el nombre de José Antonio Padrón (Tenerife, 1932-1993) de múltiples maneras. Hasta aquellos momentos, sólo era un nombre en una selecta lista de autores fetasianos. Un día, en una de nuestras sesiones, en este caso muy importante, puesto que Arozarena me explicaba cómo había comenzado todo y su visión de lo fetasiano, hablamos de Padrón, como el teórico del fetasianismo. En el citado libro se encuentra en el capítulo 7 (pp. 59-72). A continuación, reproduzco la breve conversación acerca de este asunto:
R.G.M.: ¿Redactaron ustedes algún manifiesto fetasiano?
R.A.: No. Aunque se pretendía, primero teníamos que entender lo que era fetasa. Nuestro teórico era José Antonio Padrón, estaba empeñado en sacar una especie de manifiesto fetasiano al que seguiría una explicación y parte de la filosofía, pero se enfermó y murió. Sé que llegó a elaborar algunos esbozos, que, posiblemente, tendrán sus hijos.
R.G.M.: ¿Qué publicó José Antonio Padrón?
R.A.: En 1989 publicó una novela titulada Tubalcaín, setenta veces siete, en la editorial Alcandora, de Madrid.
R.G.M.: ¿Qué le parece esa novela?
R.A.: Es una novela estupenda, completa, con una historia muy densa, una especie de La Montaña Mágica, de Thomas Mann, pero sin desmerecer mucho. Pero, claro, la gente no está por esos rollos. Su problema fue el de siempre: la distribución, no hay por ninguna parte ejemplares. Pasó totalmente desapercibida. (pp. 67-68).
A continuación, le pregunté por la obra crítica colectiva Fetasianos, realizada por diversos investigadores, a principios del decenio 1980, la cual aspiraba a llegar al fondo del asunto fetasiano, y pude comprobar que sólo estaba dedicada a analizar los trabajos de Isaac de Vega, de Rafael Arozarena y de Antonio Bermejo. ¿Y qué había sucedido con José Antonio Padrón, el teórico del fetasianismo, como lo denominaba Rafael Arozarena? Claro está que Padrón publica mucho después su novela Tubalcaín setenta veces siete, en 1989, pero ya estaba terminada, desde 1973.
Por una de las casualidades de la vida, cuando casi estaba por editarse el libro Conversaciones con Rafael Arozarena, coincidí en una reunión de amigos con uno de los hijos de Padrón, Celso, y hablamos largamente sobre su padre y que nadie se había interesado en serio, después de su muerte, por sacar a la luz toda su obra. Entonces, mi vida siguió embarcándose en otro capítulo del viaje fetasiano. Sobre todo porque Rafael Arozarena ha construido el concepto de fetasa básicamente con el misterio, algo que para él es inherente a la poesía y a cualquier faceta de su vida, articulado a través de cierto juego de parábolas, historias, anécdotas, que ayudan a crear todavía una mayor imprecisión sobre el asunto. Realmente, esa podría ser una de las causas por las que se insiste una y otra vez y mucha gente no llega a nada con este concepto. Pensé que en el juego fetasiano había una pieza fundamental que faltaba y era Padrón. Así que tomé contacto con la familia (su viuda, María de la Concepción Fernández-Maillard, y sus otros hijos). De todos ellos, Rafael, el menor, tomó la representación familiar, en cierta manera, y juntos avanzamos por la senda de su padre, llevando a buen término la edición de las Obras Completas, de José Antonio Padrón (Ediciones Idea, 2007).
El manifiesto al que se refería Rafael Arozarena se convirtió en un ensayo que Padrón publicó en 1988, en el primer número de la revista Fetasa, dirigida por su buen amigo Juan José Delgado y el principal especialista de los autores fetasianos Isaac de Vega y el propio Arozarena. Lo que tenía claro es que había un espacio vacío. Así que estudié el ensayo de Padrón y su obra y pude encontrar realmente, luego, al contrastar con el mundo de Isaac de Vega, de Rafael Arozarena y de Antonio Bermejo, la íntima relación entre todas las obras. Y llegué a la conclusión de que todo aquello era una gran obra única, de que todas las piezas se complementaban entre sí con asombrosa precisión.
Si uno se acerca al ensayo “Lo fetasiano”, de José Antonio Padrón, podrá encontrar que el tema principal es la muerte, ¿y qué hay después? Esa es la gran pregunta que se hace este grupo, también la humanidad se ha hecho esta simple cuestión de una manera insistente. Por ello, lo fetasiano está en todo. Isaac de Vega en Fetasa, su novela más célebre, no hace otra cosa que explicar lo que él considera que es un viaje por el más allá hasta reencarnarse y volver a caer en el mundo bajo otra forma distinta. Y eso es el fetasianismo, precisamente: la búsqueda del conocimiento a través de imaginar la propia muerte. Esto no es una corriente moderna, ni contemporánea, por eso, quienes han querido buscar una relación con la actualidad, sólo pueden cuestionar si es existencialista o no. Pero esta idea es tan antigua como la humanidad. Por ejemplo: éste es el motor y no otro el que mueve precisamente la idea de la inmortalidad del alma en Sócrates o en Platón: imaginar la propia muerte para enfrentarse a ella a través de la filosofía. Y cuando los fetasianos llegaban a Dios, no podían seguir más allá, por eso inventaron un concepto superior a él: fetasa. Así podrían pensar acerca de los otros mundos. José Antonio Padrón señala que el ser fetasiano es el que siempre duda, el que huye en un estado de vacío absoluto.
Para llegar a una actitud templada acerca de este tema tan importante, este autor propone un aniquilamiento del yo, de la superioridad de la visión humana, para eliminar el miedo a la muerte y entrar en el estado de misterio que lo envuelve. Para que se dé esta eliminación, el yo recurre a la imaginación de la propia muerte, a gestar, por ello, otras realidades, a pretender ir más allá de la vida y la muerte, a la abolición de los conceptos de espacio y tiempo tal y como se entienden habitualmente, a la eliminación de la frontera entre la realidad y la ficción, a la voluntad de trascendencia de la condición humana persiguiendo una nueva forma de estar en el mundo o a la atracción hacia lo demoníaco, como una negación de la creencia y de la experiencia. Padrón sostiene que la reducción fetasiana ha de realizarse con tareas de despojamiento de la realidad, viviendo imaginativamente su agonía o su muerte. Todo ello se llevaría a la práctica a través de la realización de tareas humildes y azarosas, de la automarginación, de la búsqueda del silencio y de la soledad proyectadas hacia lo cósmico, a través, también, de la preferencia por intereses científicos hacia todos los campos que no sean puramente definitorios de lo humano, o por la vía de la búsqueda de la indagación metafísica, por la vía de los sentimientos, lo onírico, la fantasía, la alucinación y el absurdo. El hombre fetasiano, como diría José Antonio Padrón, no posee metas, resulta impulsado y perseguido por una realidad ensombrecida y deslumbrante que descubre por breves momentos la cara oculta de lo infinito.
Muchos encontrarán relaciones con diversas doctrinas de carácter religioso, místico, o de tipo nihilista y existencialista tanto occidentales como orientales, porque estamos ante una búsqueda universal de lo trascendente, pero en el contexto insular, aislado, en abstracto, siendo la isla un laboratorio conectado con el más allá.
Después de dedicar cinco años de mi vida a indagar en el pensamiento de José Antonio Padrón, creo que con él se completa el círculo fetasiano, la edición de sus Obras Completas así lo confirma. Quizá los nuevos lectores que se acerquen a las obras reunidas por Ediciones Idea de los autores fetasianos podrían presenciar por sí mismos lo que he vivido yo. No lo sé. Pero lo que sí me parece cierto es que este viaje, este proyecto de vida y de obra no tiene comparación con cualquier grupo de autores en el territorio nacional y ha sido extrañamente ignorado fuera de las fronteras canarias, o copiado en nuestras islas por autores que nunca podrán ser como ellos, seguramente por la falta de honestidad artística y de trascendencia de los tiempos en los que vivimos y la búsqueda de éxito fácil.
Fuente: http://www.laopinion.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008121500_24_187966__2C-Jose-Antonio-Padron-teorico-fetasianismo
Santa Cruz de Tenerife, Canarias,Spain. 15 de diciembre de 2008
Gracias por la síntesis del fetasianismo y por las lecturas sugeridas. He llegado hasta aquí después de leer “Salón de África” del escritor Ignacio Gaspar, otro fetasiano, sin duda. En “Dame la mano, Fetasa”, el último, y genial, de esta colección de 9 relatos -de un valor literario incontestable-, el propio autor lo deja claro.