Invitación a la Antropología Filosófica

La preocupación por el hombre es una preocupación profunda y esencialmente humana. Preocupación que lo ha llevado a ocuparse verdaderamente de esta cuestión al grado de establecer una disciplina específica para su análisis: la antropología, es decir, el estudio específico del ser humano y la relación que entabla con el mundo del cual forma parte. La filosofía interesada también en explorar y comprender el ser del hombre, ha abordado su estudio a partir de la denominada antropología filosófica; disciplina que a primera vista pareciera ser una tautología, pues el amor por el saber incluye, de por sí, no sólo el interés de conocer todo cuanto nos rodea sino, también, todo lo relacionado conese ser que formula preguntas y que, al hacerlo, se aproxima cada vez más a sí mismo.
Sin duda alguna, el hombre es una complejidad. La complejidad radica precisamente en que es una totalidad tejida en conjunto. Así, cualquier estudio particular, si bien puede contribuir al conocimiento de aspectos esenciales del hombre, no debe prescindir de las aportaciones de otras ciencias. En este sentido, disciplinas como la biología, anatomía, fisiología, psicología, etología, gnoseología, estética o la política misma, sólo adquieren verdadera significación si contemplan por una parte las dimensiones de su propio ámbito y, por otra, las expectativas de aquellas ciencias que también tienen algo qué decir y aportar.

Es así como surge la idea de hacer una exhortación al pensamiento filosófico-antropológico. Mijail Malishev elabora, para ello, un texto compuesto de cuatro apartados en los que recrea las aportaciones de pensadores como Max Scheler, Arnold Gehlen, Helmuth Plessner, Konrad Lorenz, Alexander Mitscherlich y Erich Fromm, entre otros. Lo titula Invitación a la antropología filosófica porque el texto no es sino una provocación para pensar por nosotros mismos lo que tiene que ver con lo más profundo de nuestra naturaleza. Dice: “…estudiar antropología filosófica no es simplemente asimilar un saber logrado por los grandes pensadores y científicos del sigo XX, sino también, lanzarse, por su propia cuenta y riesgo, a filosofar”.

No obstante que la pregunta fundamental de la antropología filosófica: ¿qué es el hombre? se le atribuye a Emmanuel Kant, fue Sócrates quien, aun en contra de otras preocupaciones de la Grecia antigua, como la que se refiere a el arché, es decir, el principio y gobierno del mundo, comienza a enfocar su interés por el ser humano y aborda problemas como el su constitución, su relación con el conocimiento, la sociedad y el gobierno. También toca temas que revelan una profunda espiritualidad y sentido de trascendencia; los que se refieren a la inmortalidad del alma y la transmigración de la misma pueden ser el mejor ejemplo.

La pregunta por el ser del hombre subraya el carácter abierto de la interrogante; pues sabemos que cualquier respuesta es, obviamente, una aproximación. La respuesta no se halla fijada de manera precisa porque el hombre no es algo dado sino algo dándose, ya que la naturaleza de nuestro ser radica definitivamente en nuestro estar siendo.

Al analizar los autores, Malishev expresa que para Scheler, “el primer hecho con el que tiene que contar toda antropología filosófica es el examen y tematización de la relación entre el hombre y el mundo de su vida”. Esto implica el análisis de una condición profunda e íntima que tiene la posibilidad de explorar lo instintivo y lo afectivo, lo intelectivo y lo espiritual. Arnold Gehlen, por su parte, subraya la no especialización del hombre; hecho que lo impulsa a determinarse a sí mismo, situarse en el mundo y crear los ambientes necesarios para sobrevivir con base en el aprendizaje y adaptación necesarios. Esto supone también carencia de pasividad y exigencia de actividad o práxis. Desde el punto de vista de Plessner, el hombre es un ser “excéntrico”, pues es capaz de concienciar su propio cuerpo e interactuar con él y mediante él, con el mundo. Esta situación le permite al hombre, según su visión, contemplar el universo desde adentro pero, paradójicamente, también le faculta para reflejarse a sí mismo a través de la imagen que éste le proyecta. Finalmente, Plessner expresa que la conciencia que se vuelve sobre sí misma, sale de sí para situarse precisamente en lo posible. Desde esta perspectiva, entender al hombre como proyecto no es sino concebirlo a partir de la relación que entablacon un aspecto trascendente. “La trascendencia es la posibilidad, el proyecto de algo que todavía no es; en ella se revela la estructura humana, su proyecto fundamental: ser diferente del mundo, no depender de él para, al fin y al cabo, realizarse en él”.

Malishev intenta en esta obra hacer un estudio “desde afuera” y “desde dentro”, es decir, no sólo contempla la obra de filósofos reconocidos mundialmente, sino también, enfrenta el desafío de complementar su estudio con sus propias vivencias. Así, se da cuenta de que el hombre no sólo se ha vuelvo problemático para sí mismo, sino consciente de la condición de su desconocimiento. Por otra parte, apunta que “Nuestro tiempo se caracteriza por la incertidumbre”. Dicha incertidumbre se da, por un lado, como producto de la propia ignorancia en torno nuestro y, por otro, como parte de un contexto sociocultural que determina en cierto sentido nuestro comportamiento y lo condiciona. Estas circunstancias han marcado la pauta para que el ser humano no sólo se encuentre forzado a avanzar de acuerdo a los cambios que marcan los nuevos tiempos; impulsándose simultáneamente a ser más productivo y eficaz en sus labores cotidianas y exigiéndose, también, aprender de los grandes desarrollos científicos y tecnológicos. Simultáneamente a estas exigencias, el ser humano se enfrenta a grandes episodios de violencia y barbarie que dan cuenta de una época de deshumanización.

Konrad Lorenz señala justamente que la agresión es parte constitutiva de nuestro ser. Sin embargo, Malishev afirma que el mismo término tiene distintas connotaciones, pues se aplica al sádico, al suicida, al frustrado, al masoquista, al asaltante, etc. Todos ellos, dice, encuentran en la agresión un medio de defensa que se centra en el combate y que tiene por fin asegurar la propia vida. Para Lorenz, “el término ‘agresión’ se aplica básicamente a las acciones recíprocas entre los animales de una misma especie dentro de la cual se establecen relaciones de jerarquía”. Desde esta óptica la agresión intraespecífica no es algo irradicable pero sí potencialmente orientable, pues existe la posibilidad de sublimarla mediante distintos actos y luchas internas.

Por su parte, Alexander Mitscherlich enfatiza en el hecho de que las fuentes de agresión manan de nosotros mismos y pasan por tres estadios: el primero se da con el nacimiento de la pulsión; el segundo se origina cuando la sociedad y la cultura reprimen la satisfacción de dichos impulsos mediante normas, leyes, costumbres, etc., y el tercero, supone la utilización del excedente pulsional sólo y únicamente, por los detentores del poder. Estos tres momentos permiten, según su visión, una reorientación de la pulsión bélica y el posible establecimiento de la paz. Erich Fromm comparte en algún sentido esta última idea. Según él, el hombre es un “matador” que destruye por el placer que el acto mismo le confiere, pero su crueldad y destructividad se dan sólo en condiciones muy específicas y concretas. Desde este punto de vista la agresión es bivalente, pues mientras en algunas ocasiones se da como una mera reacción defensiva que asegura la integridad física (agresión benigna), otras se da como una conducta que nace de los más íntimos deseos y caprichos psicológicos y emocionales,racionales o irracionales (agresión maligna).

Estas y otras ideas que el lector podrá hallar en el texto referido, permiten asegurar que el acceso al pensamiento filosófico-antropológico posibilita en cierta medida determinar la situación de peligro que enfrenta nuestra existencia en el mundo contemporáneo. Situación que se centra no tanto en los vertiginosos avances del conocimiento y el poder sobre la naturaleza, como en la impropia facultad de hacer uso deellos. También radica en el desmoronamiento de paradigmas, en la crisis de los grandes relatos, en el sentimiento de vacío y orfandad, en la melancolía de los tiempos pasados y la progresiva destrucción social, psicológica, ecológica y emocional a la que nos reducimos.

Invitación a la antropología filosófica es un texto que subraya nuestra condición al establecer relaciones con el resto de seres. Provoca y evoca un estado de conciencia que permite concebirnos como seres fundamentalmente temporales y, por tanto, históricos; determinados en algún sentido por la cultura y la sociedad y marcados por nuestros más grandes anhelos, las más íntimas pulsaciones y las más antiguas ideas. Definitivamente, el hombre sigue siendo un enigma para sí mismo; de ahí que la reflexión en torno nuestro constituya hoy una guía que orienta nuestra existencia y contribuya de alguna forma en el perfeccionamiento de nuestra vida.

Mijail Malishev
Invitación a la antropología filosófica, Universidad
Autónoma del Estado de México, Toluca
2000.
Fuente: Germán Iván Martínez

MEXICO. 29 de Agosto de 2010

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