Intelectuales y política

Aun prestigioso catedrático le duele la actual separación entre los intelectuales y la política. “Pocas veces -escribe en El temor de los intelectuales a la política (El País 29-8-09)- habían estado tan alejados los intelectuales y el mundo político… Para ser más precisos, los mezquinos intereses personales han destruido los llamados intereses públicos de los intelectuales”.
No comparto su dolor. Mejor dicho, no lo comparto si por “mezquinos intereses personales” se refiere al esfuerzo de cada ser humano por su felicidad y la de sus suyos, a condición de que no se pague al precio de la de los demás. No lo comparto si se refiere a la concreción de la filantropía en los próximos, siempre preferible a su disolución en ese concepto abstracto que tantas veces ha llevado a asesinar a los individuos en nombre de la humanidad. Y no lo comparto si se refiere a los afectos, temores, esperanzas, angustias, alegrías, dolores y sueños que mancomunan a toda la humanidad y tejen la vida cotidiana de millones de hombres y mujeres anónimos que, como el arte desvela cuando verdaderamente lo es, comparten un universal patrimonio emocional. Esto es lo que de Occidente a Oriente, de Norte a Sur o de pasado a presente me han enseñado Ford u Ozu; Proust, Sábato, Conrad o Bellow; Bach, Beethoven o Messiaen. Y también tantos grandes pensadores desde Sócrates a Kant, Unamuno o Hannah Arendt.

En estos creadores y pensadores parece pensar el autor del artículo, ya que cita como modelo de la intervención pública de los intelectuales a Julian Benda, quien afirmó que “la labor del intelectual es defender los valores universales, por encima de la política del momento”. Si esto fuera así, si la tarea del intelectual en la política fuera esta defensa de los valores universales sobre la circunstancia política, y si existiera un consenso ético suficiente sobre la naturaleza de esos valores universales, estaría de acuerdo con el profesor Jahanbegloo en deplorar la separación entre los intelectuales y la política.

Pero también han existido Erenburg, Sartre, Heidegger, Speer, Hansum, Ridruejo o Céline; es decir, grandes intelectuales que han sucumbido a la fascinación de los sistemas totalitarios que acabarían radicalmente con esos “mezquinos intereses personales” para instaurar un nuevo orden mundial. Puede que uno de los problemas más graves del siglo XXI sea la separación entre los intelectuales y la política. Pero tal vez, siquiera en parte, ello se deba a que uno de los problemas más graves del siglo XX ha sido la participación de tantos intelectuales en las políticas totalitaria.
Fuente: http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/503780/intelectuales/y/politica.html

SPAIN. 31 de agosto de 2009

2 comentarios Intelectuales y política

  1. Dante Gumiel

    El reingreso de los intelectuales a la política debe reiniciarse mediante una clarificación de los procesos políticos y culturales que dieron origen a la democracia ática y en general a la cultura política occidental. Es necesario relajar la mente frente a los supuestos modelos clásicos insuperables entre los que destaca Platón. En el contexto ático, el proceso intelectual más valioso se da cuando evolucionan paralelamente las instituciones políticas y la creatividad intelectual. Este proceso es básicamente anterior a Sócrates. No es casual la opción política totalitaria predominante en el discipulado socrático porque justamente en este momento se da la bifurcación permanente y ampliada entre el sistema político democrático real y los planteamientos idealistas intelectuales que entre otros aspectos señalan despreciativamente las instituciones democráticas. El esquema de Platón necesita transportarse a un mundo ideal para evitar realizar un verdadero análisis intelectual de un paradigma valioso: El aporte perfeccionista democrático de Clístenes. Por lo tanto, es necesario que volvamos a los orígenes comunitarios de la cultura occidental, que coincide también en muchos aspectos con los patrones culturales comunitarios americanos, asiáticos y africanos para lograr una inserción intelectual que sea fructífera para toda la sociedad humana del siglo XXI. Todo el siglo XX ha sido intelectualmente fetichista y se debe lamentar que intelectuales de la talla de Bertrand Russel no hayan dejado un aporte sistemático y coherente en el campo político. Dada esta realidad de manera muy sencilla, un intento de este tipo se puede encontrar en el libro “Alternativas Democráticas para la Refundación de la República de Bolivia” http://www.nuevopaisya.org

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  2. Dante Gumiel

    Me parece pertinente añadir que es éste el momento preciso para la irrupción de la intelectualidad latinoamericana en el escenario mundial: La parálisis intelectual europea, la poca perceptible presencia norteamericana, la debilidad asiática y el poco influyente aporte africano, más la facilidad de los nuevos medios de comunicación como el Internet, extienden a nuestra región una fuerte y nítida invitación a crear y aportar intelectualmente a una humanidad dolorida y confundida que clama y gesticula. La UNAM y los intelectuales mexicanos, argentinos y bolivianos podrían tomar la posta.

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