Los intelectuales y el poder: dos posturas. Primera Parte

Platón creía que los filósofos eran quienes deberían gobernar la polis. No había otras personas que pudieran administrar los bienes públicos, procurar el bienestar social y armonizar a la población con mayor destreza que los hombres de las ideas. Aquellos que habían logrado escapar de las cadenas que los mantenían en la caverna de la ignorancia y habían podido salir a los soleados campos del conocimiento. En cambio, Kant sostenía exactamente lo contrario: “No hay que esperar que los reyes filosofen o que los filósofos se conviertan en reyes, ni siquiera es de desear, porque la posesión de la fuerza corrompe inevitablemente el libre juicio de la razón”.
El debate sobre si los intelectuales deben o no participar en el gobierno ha causado más de un dolor de cabeza a los mismos intelectuales. Las dos posturas, la de Platón y la Kant, son completamente irreconciliables. La primera no sólo asume la idea con simpatía de que los filósofos formen parte de las élites del poder, sino que prescribe la necesidad de que así sea. Para Platón, el rey filósofo es el único rey que logrará sacar a la polis de la crisis en la que se encuentra. Es él, el gran salvador. Es quien conoce la medicina que cura los males sociales. Las razones de Platón parten del supuesto de que los hombres son imperfectos por naturaleza. Imperfectos en el sentido de que un solo individuo no puede desarrollar ni perfeccionar distintas artes en una vida. Esa condición natural que define a los individuos hace que dependamos unos de otros. Unos que se dediquen a la cosecha, otros a la guerra y otros a la educación. Por ello, combatir nuestras imperfecciones y contribuir cada uno de nosotros al sano desarrollo de la polis hace que los valores primarios del Estado platónico sean la armonía y el bienestar social. El Estado depende de que cada quien asuma el papel que le ha tocado desarrollar. El papel de los filósofos es el de gobernar; no son ni guerreros ni comerciantes, no pueden dedicarse al arte de la tierra ni al de la alfarería. Son hombres de ideas y, como tales, están especializados en reflexionar sobre la justicia, la paz y la armonía. Están socialmente predestinados a resolver los grandes problemas que nos acosan a todos.

Mientras, Kant sostiene una tesis igualmente fuerte pero que va en sentido contrario a la postura de Platón. Kant asume como verdadera la premisa según la cual “poder y libertad de pensamiento son incompatibles”. Las instancias políticas, la agenda que éstas defienden, se convierte en un elemento que ata el libre desarrollo intelectual. Las razones de Kant para sostener esto, me parece, las podemos encontrar en premisa arquetípica del pensamiento kantiano: “Debo hacer algo porque quiero y no porque alguna otra cosa me somete a pensar que eso es lo que quiero”. El ejercicio de la razón debe mantenerse incólume ante cualquier clase de influencia externa. Por ello, que un filósofo se someta al ejercicio del poder (al reino de la voluntad pura) está comprometiendo su objetividad crítica. Aquí Kant ve los riesgos que hay en que los intelectuales formen parte de las esferas del poder. Para él, un intelectual que se encuentra al servicio de alguien pone en riesgo la legitimidad de sus ideas. La base que le da legitimidad a las ideas es que éstas hayan sido engendradas en un ambiente de libertad. Para Kant, el intelectual debe permanecer sin ataduras.

Ciertamente, las dos posturas que aquí he dibujado (pues sólo eso es lo que he hecho) son las dos más radicales sobre la relación entre los intelectuales y el poder. Una, que no sólo sostiene que los intelectuales podrían en algún momento dado participar en el ejercicio público, sino que lo hace una prescripción; un mandato. Es su única labor dentro de la polis. De lo contrario, se rompería la armonía y se desestabilizaría el bienestar social. Otra, que dice que los intelectuales nunca, bajo ninguna condición, so pena de perder su calidad de pensadores libres y críticos, deben de participar dentro del oficio público.
Fuente: http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n2196017.htm

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MEXICO. 22 de agosto de 2011

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